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M. Alarcón
Ver galería >Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
Axel Álvarez
Parece que solo hay un día al año para recordar a nuestros seres queridos que se han ido. Han dejado de ser difuntos en el imaginario colectivo. Ahora son santos. Cada 1 de noviembre se suceden los cementerios abarrotados de flores frescas y de ciudadanos a los que no se volverá a ver por allí hasta el año próximo. Cualquier calle de un camposanto parece la Corredora. En su mayoría, son personas mayores, aunque también hay niños. Hay pocos jóvenes porque a esas horas aún viven la resaca de la noche, la de Halloween, «la más tranquila en muchos años», resumía ayer el concejal de Seguridad Ciudadana,RamónAbad (15 actas por droga, 25 por botellón, 16 por lanzar huevos y un centenar de identificados). Lápidas y nichos pulcros y música barroca. Una «visita» que parte por la mitad corazones. Que une imágenes, personas y sentimientos. Y que nos recuerdan que, mientras estén en nuestra memoria, vivirán porque este es un luto del que nunca se sale, que nos enseña la cruda realidad, lo finito e ínfimos que somos. Perder a un ser querido es perder a una parte de uno mismo. Desde hoy nos quedan 364 días para reponernos, también de los dulces de santo y del maquillaje de la noche anterior porque todo acaba, pero todo comienza.
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