23 de agosto de 1936. Un mes y cinco días después del inicio de la Guerra Civil española, Manuel Suárez de Begoña, entrenador y principal estrella del Hércules, era forzado y obligado a entrar en un vehículo aparcado en el Portal de Elche. Unas horas más tarde, el cuerpo de Suárez yacía inerte en una cuneta próxima al pueblo de Aigües tras recibir un tiro en la nuca, suerte final del "paseo de la muerte", término acuñado por aquel entonces para describir el fatídico "último viaje" que acababa en ejecución. El terror instalado en Alicante, como en todas las ciudades de España ya en los albores del conflicto bélico, condujo a que el funeral del entrenador y futbolista herculano, reconocido falangista, contara en Alicante -zona de dominio republicano- con escasa presencia de amigos y allegados pese al cartel de gran estrella que Suárez de Begoña se labró en la ciudad desde que arribó cuatro años antes. Únicamente Eladio Pérez del Castillo y Joaquín Quero Bravo -dos reconocidos herculanos que años más tarde llegaron a presidir el club-, el directivo Antonio Maciá y familiares del periodista alicantino Gaspar Tato Cummings -que por los 50 crearía 'Carrusel Deportivo'- se atrevieron a desfilar por el cementerio de Alicante para dar el último adiós a la primera gran estrella que el Hércules tuvo en sus filas, fichada a golpe de talonario hace ahora 80 años por empecinamiento del entonces mandamás herculano José Antonio Larrinaga y Gorostiza.

Fue precisamente el fichaje de Suárez de Begoña, anunciado por megafonía a bombo y platillo durante el descanso del partido Hércules-Real Madrid el día que se inauguró el estadio de Bardin, el punto de partida que marcó el paso del club alicantino en busca de su primer gran éxito, la Primera División, objetivo que llegaría tres años después de su llegada a Bardin, ya con Suárez asumiendo la doble función de delantero y entrenador.

Futbolista del histórico Arenas de Guetxo, Manuel Suárez de Begoña se inició futbolísticamente en el Athletic Club si bien su progresión quedó marcada al emigrar durante cuatro años a Inglaterra, país donde practicó tanto el fútbol como el atletismo y donde se proclamó campeón universitario.

A su regreso, Suárez formó en el Arenas de Guetxo, club con el que llegó a disputar una final de Copa ante el Real Madrid que acabó perdiendo por 2-1 (el solitario gol de club vasco fue anotado por el vizcaíno).

Tras debutar en Primera División con el Arenas, el jugador vizcaíno fichó por el Betis en 1930, pero una lesión le tuvo apartado de la competición y meses después regresaba a Bilbao donde disputó otra temporada con el Arenas. Y en eso, llegó la llamada del Hércules.

El atronador aplauso que se escuchó en Bardin aquel 18 de septiembre de 1932 -día festivo en el que se inauguró el coqueto estadio alicantino- durante el descanso del partido ante el Real Madrid cuando la megafonía anunció el fichaje de Suárez de Begoña, fue el preludio de una etapa deportiva que condujo, por vez primera, al Hércules a la élite del fútbol español.

El delantero debutó en un derbi ante el Elche celebrado en Altabix tres semanas después -el 2 de octubre-, en partido correspondiente al campeonato regional. El encuentro acabó con triunfo herculano (2-3) y el vasco tuvo una participación destacada.

La campaña que encauzó el camino hacia éxito fue la 34-35. A mediados de enero del 34, tras una derrota ante el Gimnástico (0-1), la directiva herculana destituía al entrenador Lippo Herzka (un húngaro que había ganado la Liga con el Real Madrid) y dejaba el cargo a Suárez, que asumió la doble función de técnico y jugador. El Hércules quedó cuarto, pero la Federación acordó en junio ascender al club alicantino a Segunda tras una reforma de las categorías. Ya en la división de plata, con Suárez de Begoña en la dirección técnica desde el inicio, el Hércules consiguió el ascenso a Primera División. En la máxima categoría, el Hércules cuajó una excelente campaña al quedar en sexto lugar (la Liga tenía 12 equipos). Paradójicamente, Suárez de Begoña compartió vestuario en el Hércules con Ramón de Mendizábal, otro jugador herculano que meses después también tuvo un trágico final al ser abatido el avión que pilotaba en el frente de Córdoba. Finalizada la Guerra Civil, el Hércules instaló dos placas conmemorativas en el palco de Bardin en recuerdo de ambos jugadores.