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Lluís Planagumà y el proyecto que nació muerto

Se va uno de los nuestros, sólo él sabe todo lo que ha tenido que aguantar en el manicomio que a menudo hay instalado en las oficinas del Rico Pérez

Planagumà, esta mañana

Lluís Planagumà se va del Hércules y a nadie le sorprende, por más que estemos en septiembre y quede un mundo por delante, más en concreto toda una Liga. Pero este segundo proyecto del técnico barcelonés nació muerto desde que acabara la fatídica eliminatoria final ante la Ponferradina, la que dejó al Hércules de nuevo a las puertas del ascenso. La relación entre Planagumà y Portillo ya estaba prácticamente rota allá por mayo, cuando el asunto de la renovación se convirtió en todo un cisma. Al técnico nunca le pusieron delante un documento para firmar y cuando Portillo quiso hacerlo, el barcelonés prefirió esperar a que acabara la promoción, lo que alimentó todo tipo de recelos del director deportivo, quien sospechó que estaba siendo ofrecido por su representante a equipos de Segunda como el Almería o el Numancia. Planagumà siempre lo ha negado escudándose en que en caso de ascenso con el Hércules (que estaba muy cerca) el contrato en Alicante hubiera sido muy superior a cualquier otro que le hubiera llegado.

Una vez confirmado el batacazo ante la Ponferradina, Portillo tenía claro que era necesario un cambio en el banquillo pero Enrique Ortiz y Juan Carlos Ramírez le pararon los pies, conscientes de la valía del entrenador por la ilusión que había generado y, sobre todo, por su amplio conocimiento del mercado, algo que valora especialmente Ramírez porque sigue sin ver a Portillo como un director deportivo serio y competente para un proyecto ambicioso de ascenso.

El de Aranjuez se tragó el sapo y renovó a Planagumà pero no le dejó hacer y deshacer a su antojo en la confección de la plantilla como el verano anterior. Portillo se empeñó en seguir con Jona y en negarle la salida a Carlos Martínez, quien tuvo un desencuentro serio con el director deportivo al sentirse engañado.

La continuidad de Planagumà tenía su punto de riesgo porque una parte de la afición considera que la plantilla del curso estaba desaprovechada y esa crispación se dejó notar en el Rico Pérez desde el primer partido. Las tres derrotas consecutivas han sido una losa demasiado pesada y se marcha de Alicante un trabajador ejemplar y un técnico más que competente que ilusionó a la afición como yo nunca había visto desde que sigo al Hércules hace casi 20 años. Se va uno de los nuestros, sólo él sabe todo lo que ha tenido que aguantar en el manicomio que a menudo hay instalado en las oficinas del Rico Pérez. "Fue un milagro llegar hasta donde llegamos", reconoce. Adiós y suerte Lluís, esperamos vernos pronto en el fútbol profesional. Aquí nos quedamos con nuestras miserias, urgencias e incompetencias.

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