El fútbol no es importante, si lo comparamos con situaciones catastróficas, como la vivida hace una semana en Orihuela. Allí se ha abierto una herida que tardará en cicatrizar.

Cuando el clima se vuelve adverso, muchas veces, solo nos queda la opción de poner a salvo nuestra integridad y la de nuestros seres queridos más cercanos. Otra cosa es actuar con sensatez desde un principio para curarse en salud. Ahí es posible que no tuviera cabida la decisión del dueño del concesionario de coches que aceptó situarlo en una Rambla. También podría no encajar la determinación de Portillo de seguir apostando por Lluís Planagumà pese a que éste, al terminar el último partido, deslizó que estaba saturado. Es cierto que no se pueden sacar muchas conclusiones por una frase, sin saber más de primera mano. Aunque, ¿cuántos saben irse? ¿Cuántos reconocen que ha llegado su hora? Nos cuesta. Y ocurre porque no solemos hacer caso a los síntomas (mal juego, sin estilo...). El resultado es que el Hércules ha decidido prescindir de Planagumà, después de que en cuatro jornadas haya sumado 1 punto. También cuenta que el club alicantino aún siente cerca la frustración de haberse quedado a las puertas de ascender. Todo lo contrario que el Orihuela. Y por ahí, pese a estar igual de mal, Villafaina sigue. Los entornos y los contextos en este deporte cuentan una barbaridad. Este derbi provincial, que no se disputa oficialmente desde 2003, viene protagoniza por equipos en horas bajas, dolidos por las malas noticias que lo han golpeado. Por lo que sería bonito vivir un ambiente de hermandad. Detalles que saquen una sonrisa a las aficiones. Que al final esto del fútbol es genial para simplificar una vida que nos conduce a complicarnos la vida. Por lo que, más allá de resultados, que reinen los buenos gestos. Apostar por José Vegar ha sido el primero.