Lo bello del fútbol no solamente reside en ascender, conseguir un trofeo, ganar un campeonato e incluso terminar por no descender, también abarca esos recuerdos de instantes que reflejan el éxito de esas hazañas, de esas gestas.

Esos momentos los definen los goles que terminan un trabajo colectivo que acaba con el balón en las redes del rival para certificar el éxito de la empresa que en algunas temporadas quedan en la retina del aficionado. Son los goles para el recuerdo.

Toda esta disertación balompédica, viene a cuento a raíz de la lectura de la crónica que rememoraba el gol, hace 35 años, de Sanabria en el Bernabeú, cuya victoria ante el Real Madrid supuso la permanencia en primera división.

La historia blanquiazul está salpicada de goles para el recuerdo. De goles y goleadores que con su acierto han pasado a ser leyenda herculana. Goles que supusieron por su belleza, y/o eficacia episodios gloriosos en el devenir del Hércules desde su fundación hace casi un siglo.

Goles que se recuerdan bien por haber tenido la suerte de verlos en vivo, bien por leerlos en crónicas de encuentros disputados o en libros compendios de la historia herculana.

Qué herculano de pro no ha oído hablar de aquella vaselina del gran Ramón a Pazos, en el desempate de La Condomina que supuso la eliminación del Elche en eliminatoria copera. O el gol del mismo Ramón ante el Calvo Sotelo en La Viña que supuso la confirmación del ascenso a primera en 1966, o aquél increíble de Marcos a pase del malogrado Humberto, o el de Sigüenza en Badajoz que supuso un ascenso.

Quién entre los buenos aficionados herculanos no ha oído hablar de los goles del canario Tatono o de Calsita en los años cuarenta, de Roth, Xirau o Mekerle en los cincuenta, de los de Ricardo García, Arana o Ramón en los sesenta, de Marcos, Barrios o Kustudic en los setenta, de Kempes, Sanabria o Reces en los ochenta, de Rodríguez, Sigüenza o Alfaro en los noventa, Moisés, Tote o Delibasic en la primera década de este siglo, o Trezeguet, Portillo y Chechu recientemente.

Casi todos marcaron goles para el recuerdo, incluso alguno de ellos también fallaron goles que permanecen en nuestra memoria, yerros en el último suspiro del partido que impidieron un ascenso, como el de Portilo en el Carranza.

Tantos que subieron al marcador en estadios de tronío donde se ganaron partidos, como los dos de Blázquez en Nervión, los de Morera y Tatono en el Metropolitano, el de Tormo en Chamartín, el de Adrover en Sarriá, el de Rodríguez en el Camp Nou, los dos de Valdez en el mismo campo, el ya comentado de Sanabria en el Bernabeú, los del desdichado Drenthe en Anoeta, uno del serbio Kustudic en la victoria en Mestalla, o el de Reces en la Romareda.

Historia viva de un Hércules en sus años más gloriosos. Y que no decir de aquellos partidos y goleadores contra rivales regionales, como los tres de Kustudic al Valencia en el Rico Pérez, el mencionado de Ramón al Elche en Copa, o los dos de Sanabria en La Condomina al Murcia, sin olvidar el de Matador Kempes al que fuera su Valencia en el Rico Pérez.

Goles para el recuerdo que en esta maldita temporada que acaba sin terminar, nos lo ha marcado en nuestro casillero el maldito coronavirus, para hacernos un favor no merecido y salvarnos de un descenso que más pronto que tarde atenazaba al Hércules en este desastre de siglo XXI para el palmarés de su centenaria historia.