Un descampado y dos barracones. La rehabilitación de Fontcalent ha quedado en promesa; de momento ni amago de obra alguna. Tener un campo de entrenamiento propio fue una de las peticiones expresas de Del Pozo cuando firmó su contrato y el Hércules tenía previsto comenzar a entrenar allí en diciembre, pero por ahora no se ha dado ningún paso. En una preparación en la que están aflorando, quizás más de lo debido, lesiones musculares y en plena resiembra del Rico Pérez, las miradas se centran en Fontcalent, donde a día de hoy solo dos porterías blancas recuerdan que esa estepa llena de nada debe ser el campo de entrenamiento de un candidato al ascenso.

Una pretemporada tan larga (ya va más de un mes y queda otro) da para pasar por todos los estados de ánimo. El Hércules comenzó el verano con una hoja de servicios impecable, en cuanto a resultados y a ilusión suscitada por los fichajes de la nueva dirección deportiva que encabeza Carmelo del Pozo. Sin embargo, en las últimas semanas (malas sensaciones de Elda al margen) se han apelotonado las lesiones musculares de la plantilla, un viejo fantasma que el equipo, no obstante, había olvidado la pasada temporada. No todo fue tan horroroso, pero casi.

Esa mejora muscular del pasado curso coincidió con el trabajo del cuerpo técnico pero también con la huida del campo de atletismo y el equipo se refugió exclusivamente en el Rico Pérez para entrenar. Uno de los muchos pros que tiene el hecho de disponer de un lugar propio para ejercitarse es cuidar al detalle el césped y rehabilitar Fontcalent fue una de las primeras decisiones de Del Pozo a su llegada a Alicante. Es más, el club aseguró que pretendía entrenar en él en diciembre e incluso se deslizaba que trabajaban para hacerlo antes.

Nada más lejos de la realidad, Fontcalent sigue siendo un secarral lleno de matojos, ramas secas y dos porterías que recuerdan vagamente que un día eso fue un campo de entrenamiento. Y lo fue hasta hace cinco años, cuando el Hércules decidió dar un portazo para ahorrar dinero en el agujero de la Segunda División B. Desde entonces, está abandonado.

El club, sin ciudad deportiva propia en sus 98 años de historia, ha recorrido la provincia en los últimos años para poder entrenar. En esta etapa en Segunda B ha probado todo tipo de campos: el de atletismo, la Ciudad Deportiva, el Tossal, el césped artificial del Montemar... Hoy, con el Rico Pérez en plena resiembra y con Fontcalent sin visos de rehabilitación pese a tener previsto desembarcar en él en diciembre, el equipo se entrena en el césped del Joaquín Villar, de donde huyó hace unos meses por su irregularidad y porque más de un futbolista salió lesionado (hace dos años Moha hasta tuvo que ser operado por un mal apoyo).

Durante un tiempo el Hércules asumió la resiembra del citado campo pero el club terminó abandonándolo porque no era de su exclusividad y el césped presentaba hoyos de los lanzamientos de martillo que se ensayan sobre él, tremendamente peligrosos para la práctica del fútbol.

Carmelo del Pozo, como Quique Hernández en sus diversas etapas, tiene entre ceja y ceja la creación de una ciudad deportiva para el Hércules, pero sabe que por el momento no será posible. «Tenemos que darle motivos a Enrique Ortiz para crecer», explicó el director deportivo del Hércules a INFORMACIÓN en una entrevista reciente confiando el auge de la entidad a los resultados deportivos. Por el momento, lo más inmediato es recuperar Fontcalent, que también gusta a Del Pozo para «aislar» al equipo de vez en cuando y comenzar a crear en el grupo una rutina de trabajo. Incluso se podría construir otro campo junto al que hay (o lo que queda de él) para el filial e incluso la cantera. El problema que cuentan las instalaciones es que es un suelo rural y no se puede construir nada más que otros vestuarios prefabricados. La hipotética ciudad deportiva, por tanto, no será ahí, aunque para ello todavía queda.

Dos meses y medio después del pistoletazo de salida del nuevo proyecto deben empezar a aparecer hechos que reafirmen las palabras.