En la sombra, sin ruido alrededor, Borja Martínez (Alicante, 1994) ha encontrado el camino. El pasado verano su fichaje fue de campanillas, pero la vorágine negativa que rodeó al Hércules lo engulló, como a toda la plantilla. Señalado en enero como uno de los que debía enfilar la puerta de salida, el extremo alicantino se marchó en silencio del club rumbo a Ibiza, donde debía cumplir dos años de cesión y ya no regresar a su casa. Sin embargo, el destino le dio un billete de vuelta al Hércules, su club, sumido en un profundo cambio tras la llegada de Carmelo.

A pesar de que el club recibió la noticia con el paso cambiado, a Borja apenas le han bastado dos meses para resurgir y convertirse en una de las sorpresas del verano de la plantilla, el jugador más regular, más determinante y, por ahora, el pichichi del verano con tres goles, junto con Benja y Acuña.

Su nuevo vuelo podría justificarse en el azar, la nueva coyuntura, el estado de felicidad en el que se encuentra ahora el proyecto, pero lejos de cualquier culpable fortuito su resurgimiento se debe a un trabajo mental cocido a fuego lento. Por voluntad propia, Borja ha aprendido a gestionar sus emociones, las positivas y las negativas. «A darles la importancia que toca, ni mucha ni poca», relata su entorno más cercano. A volver a creer en él, tras una etapa en la que se le olvidó. A veces el tumulto que se crea alrededor del fútbol oculta la más pura realidad: que un futbolista no deja de ser una persona; en este caso, de 26 años. Con todo lo que ello conlleva.

Su gran rendimiento en el campo durante esta pretemporada (ha sido el extremo izquierdo titular por antonomasia) tiene maestro: la lectura. Borja se refugió en los libros para encontrar los porqués de sus pensamientos negativos que casi dan al traste su carrera futbolística. Ha hecho habituales a su mesa de noche los libros sobre psicología, sobre motivación, gestión de emociones o crecimiento personal y le han devuelto a la primera plana. «El fútbol es 80% la cabeza y 20% las piernas», reflejaba Carmelo del Pozo sobre estas páginas hace unas semanas. El caso de Borja es el más evidente en el Hércules más reciente.

Desconexión necesaria

El alicantino también ha aprendido a no estar todo el día con el fútbol en la cabeza. Su introspección también ha conseguido evitar el machaque continuo por haber fallado un gol o una acción. Y, sobre todo, Borja ha aprendido a encontrar otras motivaciones y pasatiempos más allá del fútbol, para así despejar la mente y no saturarse. Ahora estudia Administración y Dirección de Empresas (ADE) y se ha interesado por temas financieros, como gestión de riesgos o asesoramiento.

Todo ese reseteo mental lo acompañó con un cambio en la alimentación y, obviamente, con un trabajo físico ejemplar. Antes de la pretemporada trabajó con un preparador y apenas tuvo vacaciones porque el play-off de ascenso del Ibiza terminó el 18 de julio. Un verano diferente, sabedor que tenía una reválida en el club de su infancia. Y no la ha desaprovechado.

El futbolista no oculta que ha regresado a Alicante para triunfar y ejercer como uno de los líderes, capitán sin brazalete hasta que le llegue el turno en un club al que llegó cuando tenía nueve años. Ese liderazgo ya se ha visto este verano en el campo y Cubillo le ha asignado el rol de tirador principal en faltas y penaltis. Precisamente del balón parado han venido sus tres goles en esta pretemporada (dos penaltis y una falta, el pasado miércoles contra el Eldense).

Borja ha vuelto, lo ha hecho para quedarse y llevar a su Hércules al fútbol profesional.