Cualquier analista económico-deportivo lo puede corroborar, el Hércules Club de Fútbol lo tiene todo para triunfar. Es cierto que, en el debe, hay una losa de deuda para la categoría actual, pero que se convertiría en asumible en el fútbol profesional. En el haber, un área metropolitana cercana al medio millón de habitantes, ávida de fútbol de primer nivel y dispuesta a entregarse al mejor postor; un estadio para treinta mil almas que, con un lavado de cara, es más que apto para el fútbol profesional y un estupendo generador de recursos; una trayectoria deportiva que ha disfrutado de veinte años en la élite y que se apresta a ser centenaria; y por encima de todo, una masa social de base, inasequible al desaliento.

Seis mil «cabezas negras», trasuntos de los SEAL de la Navy americana, leales hasta la muerte, que al grito de ¡Macho Hércules! son capaces de conquistar Tabarca a nado y resistir las torturas más abyectas de sus propios mandos. Así se las ponían a Fernando VII.

Pues ni con esas, Ortiz y su tropa siguen empeñándose en pegarse tiros al pie y con cada nueva decisión, lejos de la enmienda, empeoran la situación. Así, casi sin darnos cuenta, hemos pasado en apenas unas semanas de la ilusión de una «nueva cultura de club», a la indignación, cuya última estación casi siempre es el desafecto.

Empezó la pasada semana con el precio de la primera equipación, sesenta y nueve euros del ala será el peaje que el herculanito de a pie tendrá que pagar por vestir su nueva piel herculana. Ojo, y sin descuento alguno para los «comprometidos». Siendo esto lamentable, pronto quedó superado al publicar el club los precios de las entradas. Haciendo números resulta que al final, estar «comprometido», viene a significar pagar más por nueve partidos este año, que por toda la temporada pasada.

Esta política de lentejas, si quieres las tomas y si no, ya sabes, generadora de la más absoluta desafección, vuelve a apostar todo al rojo y confiar su éxito al resultado del domingo. Puede que esta vez salga cara y subamos. Puede que con esos precios el gabinete del puro consiga pagar el pan para hoy, pero una cosa es segura, esta táctica suicida generará el hambre de mañana. Hasta los SEAL son mortales.