¿Se puede? Un estadio entreabierto, sin alboroto, sin bufandas, sin el habitual ruido de subir y bajar escaleras. Hay prisas, pero no se ven. Hay nervios, pero no se detectan. Hay fútbol, pero no se huele. No hay gente y se nota un montón. El fútbol volvió ayer de manera oficial al Rico Pérez, pero el evento apenas congregó a un millar de personas por las estrictas medidas que el enemigo invisible nos obliga tomar a todos.

A las 16.30 comenzaban a desfilar los primeros aficionados, tempraneros por deseo de volver a sentir y por la escalonada entrada que propuso el Hércules para acceder al estadio. Tres puertas abiertas, tres trabajadores en cada una de ellas. Es día de fútbol, pero no hay quien lo reconozca. A todo aquel que entra se le toma la temperatura. «Si tiene 37,5º C no puede pasar». ¿La solución? Un rato a la fresca. «Llegado el caso, que esté unos minutos a la sombra y a ver si baja», explican. Acto seguido del novedoso termómetro, los trabajadores dispensan el gel a cada aficionado. Primer paso completado.

El segundo es la lectura del código QR de las entradas y la pista sobre dónde encontrar el asiento, que cambiará cada semana según una multitud de variables. En una de las tres puertas abiertas, la 14, surge la zozobra. «Hay un problema con la lectura del QR, tranquilidad», vocea un trabajador sin demasiada convicción. La cola comienza a coger volumen, precisamente lo que se trataba de evitar con las entradas escalonadas. Es el primer día, hay cosas que requieren más tiempo. El aficionado aguarda con entereza, a bueno le han ido a preguntar.

Un aficionado, en el control de temperatura. | ALEX DOMÍNGUEZ

Los que comienzan a entrar también deben limpiarse la suela de los zapatos en una alfombra colocada en cada acceso. Las taquillas, un lugar siempre poblado, muestran soledad. No hay ninguna abierta, todo vendido de manera telemática. La prensa, únicamente en las cabinas; los cámaras, en un fondo. No se pueden entrar bebidas ni comida alguna, los bares tampoco despachan. Sí que aparece entre las gradas algún que otro vendedor ambulante.

El partido comienza con un minuto de silencio por todas las víctimas de un coronavirus que no nos abandona. El partido se tuerce. Penalti en contra, gol. Penalti a favor, poste. Lesión de Acuña, la estrella. El público se impacienta, pero no se puede fumar. Los camilleros controlan la grada, no es buen día para que pase nada. Demasiado hay sobre el campo.

El Hércules comienza a oler a lo de siempre. Pero Acuña, en el césped como el Cid hasta que salga el balón, marca el gol del cojo. En el 90’ una jugada de Benny Hill le da el triunfo al Hércules. Es fútbol, pero no el de siempre.