Decir que quieres no es lo mismo que querer. Para lo segundo hay que demostrar un mínimo interés. Evidenciar ganas, ambición. Hay que arriesgarse a perder, a que te hagan daño... y eso jamás es fácil. Lo sencillo es no exponerse. Duodécimo derbi seguido frente al Alcoyano sin posibilidad de victoria visitante. La maldición se perpetúa, sí, pero es que no parece que exista necesidad real de revertirla. Un gol herculano en Alcoy desde 2014. El dato resulta revelador.

Cubillo, igual que Pacheta, Manolo Herrero, Tevenet, Gustavo Siviero y Planagumà, equivocó el planteamiento. Prefirió –de un modo poco memorable–, no dejarse ver en el campo del rival, se olvidó de elaborar, de buscar a su cerebro, a su factor diferencial, y se dedicó a contener, a silenciar el centro del campo, a dividir balones, a darle más prioridad a lo que ocurría por el aire que a ras de suelo.

En un Collao desangelado, desprovisto de vestuario (literal), con trasquilones en el césped, sin público, sin más tensión que la que provocó el frío cuando el sol, como los demás, se aburrió y cerró la puerta, el Deportivo fue capaz de discutirle la posesión al que aspiraba a ser líder y tener más la pelota, aunque ese mayor gobierno del balón apenas le diera para lanzar nueves saques de esquina, casi todos sin trascendencia.

Intenciones de cemento

Con el público delante del televisor, el derbi careció de cualquier interés futbolístico, adoleció de aburrimiento, pero sirvió para dar continuidad a la hegemonía provincial del Alcoyano, que ve como el equipo que más invierte en talento (casi de toda la categoría) es incapaz de hacerle daño, de someterle. ¿Está en construcción el proyecto? Sí. ¿Es pronto? Seguro. ¿Juega bien al fútbol? Eso es más difícil de responder.

En la primera parte, la omnipresencia de Juli por la banda izquierda visitante, cargando contra Nani, fue los más destacado del Deportivo, que dispuso, merced a la conexión del atacante exblanquizul con Raillo, primero, y con Ángel, atento al rechace, de la mejor ocasión local para acabar con su sequía goleadora (180 minutos sin marcar). El disparo se marchó por encima de la portería de Falcón, de nuevo invisible por falta de acción.

Otra vez, en la primera media hora, el Hércules se limitó a fijar las marcas, afianzarse defensivamente y a mecer sus líneas sin ninguna profundidad. El lacónico proceso de maduración que prolifera en la categoría, ese en el que van surgiendo micropartidos de cruenta digestión para el espectador, permitió a Borja aprovechar un error del rival para montar una contra, habilitar a David Sánchez a la espalda del lateral para que pudiera dibujara un centro lateral al que no llegó por muy poco Garrido, titular en detrimento de Buenacasa.

Siete minutos después, y siempre a la defensiva, otro robo, ahora por la banda derecha, permitió a Raúl ganar la línea de fondo y llevar el balón al corazón del área donde, con un centro raso, sirvió a Garrido la segunda oportunidad de abrir el marcador. El «nueve» aprovechó sus facultades para girar sobre sí mismo, esconder la bola y, con la puntera, alejarla del portero. El tiro se marchó fuera por centímetros. No hubo ninguna más clara.

Tras el descanso –que el Hércules pasó de forma íntegra en la tribuna del estadio escuchando las indicaciones del técnico–, Porras decidió dejar fuera a Juli (renqueante) y a Ramón (con una amarilla). Dio entrada a Rubio y Mourad buscando fortalecer su ataque. La maniobra estuvo a punto de funcionarle a los cinco minutos de entrar ambos en el partido, cuando los dos pusieron en aprietos a Falcón con dos disparos casi simultáneos.

Con Moyita fuera de foco, las idas y venidas de la pelota tenían escaso valor productivo. Solo con acciones aisladas era capaz de provocar peligro el cuadro de la capital, siempre con David Sánchez como protagonista, aunque ayer la zurda no se mostrara tan fulminante como la semana pasada.

Cuando Cubillo –reacio a las sustituciones pese a la notable falta de empuje de sus dos hombres de banda, Alfaro y Borja, que tampoco permutaron su posición en todo el choque–, decidió sentar al canterano del Leganés para dar cabida a Armando quedó claro que el empate pasaba a ser para él un botín apreciable.

Ni las expulsiones de Mourad y Appin en el último cuarto de hora, casi seguidas, variaron el signo de un derbi anodino con más interrupciones arbitrales que pases completados. Raúl subió una vez y Nani dos, la segunda casi al final. Moyita no existió y el mejor del Deportivo solo compareció media parte. Aún queda mucho, sí, sobre todo, margen de mejora. Tal vez llegue a la decimotercera...