Ascensos, descensos, héroes, villanos, frío, sol de justicia, celebraciones en la valla, goles, derrotas, pancartas, cargas policiales, árbitros con bigote, avionetas con mensaje, risas, el marcador simultáneo Dardo, los transistores. Tu padre y tú. El Hércules y el Rico Pérez. Y así 999 partidos oficiales desde 1974. Este domingo, bajo el influjo del disparatado 2020, el conjunto blanquiazul disputará sin público en las gradas su encuentro número 1.000 ante el Villarreal B.

El Hércules abandonó La Viña en el verano de 1974 y estrenó el nuevo estadio, ubicado en la zona norte de San Blas, el 3 de agosto ante el Barça de Cruyff. Sin embargo, el bautizo en competición oficial llegaría un mes más tarde, el 7 de septiembre contra el Murcia, y aquel estreno sería el inicio de la época más dorada de la historia de una entidad que está al borde de su centenario. En estos 46 años el Rico Pérez ha visto a su Hércules en todas las situaciones. Desde Primera y rozando Europa hasta el abismo más absoluto hace sólo unos meses. Desde victorias a los grandes de nuestro fútbol hasta derrotas contra equipos amateurs.

De esos 999 partidos oficiales del Hércules todos fueron como local excepto cinco, en los que se enfrentó al Alicante a comienzos de siglo. El conjunto blanquiazul venció 508 veces en el Rico Pérez, empató 277 y perdió 214. El coliseo herculano ha acogido hasta hoy 346 partidos de Segunda, 324 de Segunda B, 209 de Primera, 94 de Copa, 19 de «play-off» a Segunda, 6 de Copa de la Liga y uno de «play-off» a Primera. El Elche ha sido el rival que más veces ha visitado el Rico Pérez (27 partidos) y el Real Madrid, el que más botín se llevó (nueve victorias). Además, el resultado más repetido fue el 1-0 (140 veces), seguido del 1-1 (123) y del 0-0 (104). Las dos goleadas más grandes fueron sendos 8-0, ante Girona y Sevilla B, en 1977 y 2009. Por el contrario, las derrotas más sonadas fueron dos 1-5, contra el Valladolid y el Xerez, en 2008 y 2012.

En esta retahíla eterna de partidos del Hércules en su actual casa afloran estadísticas, grandes futbolistas y goles que ahora se harían virales en Twitter e Instagram. Sin embargo, esa lista casi milenaria de domingos también se llenó de momentos, recuerdos entrañables, insólitos, berlanguianos, emocionantes, dantescos. Estas situaciones inverosímiles comenzaron con el gol de Rubén Cano a Santoro. El delantero se escondió tras la portería, junto a los fotógrafos, y cuando el portero echó el balón al suelo, salió y marcó gol. «Me retiro», gritó Santoro. Fue su último partido con el Hércules. Otro célebre suceso fue el amaño que hicieron los alicantinos con el Burgos para no bajar a Segunda. «¡Que se besen!», cantaba la grada ante la incredulidad de Urízar y la narración de José María García. También hubo muchos titulares en la sala de prensa, uno de los más sinceros fue uno de Benito Joanet, que apareció con los nudillos ensangrentados tras empatar a tres con el Espanyol en un partido que ganaba el Hércules 3-0 en el 73’. «La culpa es mía, no tengo ni puta idea».

En 1977 el Rico Pérez instaló las vallas para separar el terreno de juego de las gradas, hecho que facilitó celebraciones míticas de jugadores del Hércules como Kustudic o Barrios encaramados a ellas. El estadio también presenció lesiones dramáticas, como la de Arango a Giuliano en 1980, que le terminaría retirando. Altercados con linieres y árbitros fueron habituales en los 80, principalmente por lanzamientos de objetos, y en multitud de ocasiones tuvieron que salir del estadio en un furgón policial o por una puerta trasera. Sin embargo, Guruceta fue ovacionado en muchas ocasiones y se convirtió en una auténtica atracción en sus visitas a Alicante.

El danés Simonsen, uno de los siete Balón de Oro que visitó el Rico Pérez en partido oficial, aún recuerda el marcaje que le sometió el herculano Serrat. «Me siguió hasta el lavabo», dijo tras el partido. La histórica jornada de huelga de futbolistas de 1984 también la albergó el estadio herculano, que presenció una victoria contra el Elche. El partido casi se suspende por un boicot. Santiago Baños, que tan bien cuidó el césped del Rico Pérez, se encontró tres cortes de serrucho en una de las porterías y las redes rotas. Entonces, los desplazamientos de aficiones eran masivos, ese mismo año los seguidores del Murcia coparon Alicante y un directivo del Hércules dejó una frase para la historia: «Esto parece un congreso del PCE».

Cánticos hubo de todos los colores, alguno con mucha guasa. Al Macho Figueroa se le cantó «torero, torero», después de que el club le multara tras participar en un encierro con una vaquilla que le corneó el culo y le tuvo unas semanas de baja. En pleno éxtasis de goles de Rodríguez en los noventa, la afición se acordaba del seleccionador nacional. «¡Clemente, cabrón; Rodríguez, selección!». Todavía alguno recuerda a Paco Luna, goleador ilustre, que se rompió cúbito y radio al hacer una chilena contra el Cartagena. En el Rico Pérez también hubo hueco para los eternos rivales: se celebraron como propios goles contra el Elche escuchados por el transistor y durante años una pancarta con el nombre del equipo alemán Karlsruhe presidió la grada de fondo norte en recuerdo de una desventura europea del Valencia. En los 90 llegó el marcador electrónico, que funcionó de aquella manera, y la megafonía leía de vez en cuando la matrícula de un coche mal aparcado. Con el nuevo siglo el Alicante solicitó jugar en el Rico Pérez, que entonces ya había pasado a titularidad municipal y ahora pertenece a la Generalitat. Una avioneta pagada por aficionados del Hércules sobrevoló el estadio durante el primer partido con el mensaje: «Rico Pérez blanquiazul».

Ésta es sólo una pequeña muestra del aniversario, han sido 999 páginas. Domingos de café a la carrera, bufanda y fútbol. De cabezazo de Barrios, de pundonor de Baena, de magia de Kempes, de filigrana de Rodríguez, de elegancia de Trezeguet, de tesón de Chechu. La historia del Rico Pérez trasciende a la historia del Hércules, es la biografía de cuatro generaciones de alicantinos y alicantinas. Feliz milenio, a por otros 1.000.