Sensación extraña, fría como la mañana, igual de angosta que el momento de abandonar la cama. Dinámica truncada. El Hércules se queda sin sumar la cuarta victoria seguida en casa, pero, eso sí, lo hace con la excelente noticia del regreso de Javier Acuña a un terreno de juego. Pedro Sánchez, que entró en la convocatoria, ni siquiera salió a calentar. No lo quiso Cubillo. Prefirió no arriesgar... en todos los sentidos.

Fieles a su ideario, ni blanquiazules ni amarillos dejaron espacio al sobresalto, a la improvisación, confiaron en sus propuestas antagónicas para sumar los tres puntos, pero ambos se quedaron cortos. Ni el conservadurismo táctico del preparador madrileño ni la fluidez combinativa de Miguel Álvarez obtuvieron premio.

De ocasiones para marcar sí dispusieron, sobre todo en la primera mitad, tres los alicantinos y dos los castellonenses. Pero nada, no hubo forma. Buenacasa, a los cinco minutos, fue incapaz de empujar un balón servido desde la banda derecha por Alfaro. Le faltó hambre, fe en sí mismo, echó de menos la confianza de saberte goleador con denominación de origen.

Su asistente, a la media hora de juego, aprovechó una pérdida de Maxi Villa en el centro del campo para iniciar una carrera infinita que le llevó a plantarse solo delante de Vidal. Pensó de todo menos una solución eficaz, así que desperdició su superioridad con un disparo desorientado que desvió bien el guardameta.

La tercera ocasión la firmó Tano cerca del descanso. Una falta lateral muy bien golpeada por Moyita concluyó con un cabezazo del dominicano que se estrelló en el poste cuando el portero del filial aceptaba su condición mortal y los fantasmas de la grada ya cantaban el gol. No era el día... otra vez. El Villarreal también gozó de oportunidades, la más evidente, un cara a cara entre el goleador Álex Millán e Ismael Falcón que el capitán blanquiazul resolvió con suma eficiencia, aguantando el pulso, sin perderle la cara al delantero, anticipándose a él, adivinándole la intención.

Buenacasa intenta, rodeado de rivales, deshacerse de la presión de Víctor Narro (a su derecha) y de Daniel Tasende (a su derecha). ALEX DOMÍNGUEZ

Tras a reanudación, mientras el viento complicaba las transiciones y distorsionaba los vuelos del balón, el murmullo ausente de las butacas mascullaba el nombre del Toro. Una hora y dos minutos después del pitido inicial se acabaron las seis semanas de espera. A la hora de juego, Acuña ocupó el lugar de un Buenacasa trabajador, elegante en sus saltos, su zancada, mordaz en sus movimientos, generoso con las caídas a banda y las carreras, pero sin lo más importante para su oficio: el olfato. Un tanto en dos años es una estadística que pesa, que aviva inseguridades, miedos, que alimenta demonios que terminan yéndose contigo a casa cuando te marchas del campo con una palmadita lacónica en la espalda.

Combustión rápida

A los sesenta segundos, el paraguayo ya había sido capaz de dibujar un desmarque canónico atacando el espacio libre. Su disparo cruzado se marchó por poco observando de reojo la red de Vidal. A él, por pegajoso e insistente, le hicieron la falta –tras improvisar otra diagonal– que permitió a Borja disponer de la última a pelota parada. La falta botada por el alicantino se fue directa al larguero, la segunda madera de la mañana, la cuarta opción evidente de sellar la victoria a pesar de disponer de menos posesión y de renunciar a la iniciativa ofensiva.

Antes, el Villarreal, disfrutó de su momento para activar el marcador con una maniobra delicada de Millán, que sorteó a Tano con un «caño» sutil del que salió armando un disparo ácido que Falcón acertó a desviar en la bruma de un estadio espectral que vomitaba frío. El filial del submarino apoyó su fútbol en la tenencia del cuero, explotó todas sus armas creativa, exprimió los cambios ofensivos y, sin embargo, obtuvo el mismo rédito que el Hércules con su contención, su espera atrás, su circulación temerosa y la ubicuidad de Kévin Appin.

Solo Moyita, con su displicencia, su descaro, su enorme calidad, trató de arriesgar, aunque, claro está, siempre dentro de ese orden metódico que lo envuelve todo y que la matemática justifica. El empate deja a los alicantinos igual que estaban, segundos, a siete puntos del líder, que se dejó sus primeros dos puntos del curso en Los Arcos tras empatar sin goles con el Orihuela, que se mantiene tercero, al acecho.

Albadalejo también le compitió al Ibiza y quedó satisfecho, pero es que el suyo no es un club que cueste dos millones de euros, ni está al nivel de plantilla que el cuadro insular ni tiene la obligación moral de regresar al fútbol profesional para estar a la altura de su propio pasado.

Cubillo volvió a conformarse, a dar por bueno el empate antes de que se consumase. Tres cambios, dos de ellos defensivos. El último, Manny Rodríguez por Borja para evitar que le sucediera algo similar a lo sufrido en Can Misses con Abde en el tiempo de prolongación. Antes, retiró a David Sánchez para dar entrada a Pedro Torres (liberando a Moyita del pivote para acercarlo al área) y reemplazó al nueve. El otro Sánchez, Pedro, ni se ató las botas. El entrenador siempre tiene la última palabra, el pensamiento definitivo, ojalá que no sea, creo que pudimos hacer más.

David Cubillo vuelve a esconder sus cartas. alex domínguez

El club anuncia la lesión muscular de Armando una hora antes del partido

Sigue la ocultación de los partes médicos. Ayer, una antes del comienzo del encuentro, el club comunicó que Armando Ortiz sufre una «rotura en la unión miotendinosa del gemelo interno», por lo que no volverá al equipo hasta el año que viene. El mediocentro se pierde con seguridad el partido de la próxima jornada, ante el Atlético Levante, el último antes del parón navideño. La liga regresará el 10 de enero.