Tendido. Boca abajo. Abatido. Dejando que los remordimientos le arañen la memoria. Tarda en levantarse. Preferiría no hacerlo. Ha ocurrido otra vez. Ha perdido la cuenta. La ausencia de público abunda en su soledad. Tuvo tanto tiempo para pensar y pensó tantas cosas mientras corría hacia la portería que le costó elegir una, la correcta. Al final, su tortuoso camino hasta el gol, su mano a mano con el arquero, sin oposición, con la red temblando por el viento, terminó mal. El disparo, flojo y sin dirección, se fue por el lateral. Levanta la mirada, se incorpora. Solo han transcurrido 15 segundos, la vida entera cuando lo raro el marcar.

Jesús Alfaro riñe con la suerte cada domingo. Al menos lo hace desde que llegó a Alicante en un mercado invernal, el de 2019. Desde entonces, su genio anotador como herculano se reduce a dos tantos en 50 partidos. El primero fue importante. Lo selló frente al Logroñés en la promoción de ascenso que arruinó la Ponferradina. Suyo fue el 2-1, el que dio la vuelta a aquella eliminatoria que terminó pasándole una factura extrema al exblanquiazul Iván Buigues, improvisado portero del cuadro riojano, desterrado tras el 3-1 definitivo. El 0-0 de la vuelta clasificó al equipo de Planagumà.

Eso ocurrió un 9 de junio, mucho después de su debut con el Hércules. Su segundo gol volvió a poner al límite la paciencia (y la autoestima) del hermano de Alejandro. Pasaron cinco meses. El extremo, como el resto del bloque, penaba por la liga dando tumbos, con la cabeza baja y los brazos caídos. El 26 de enero, con la pandemia en ciernes, el Rico Pérez semivacío y el Atlético Levante pisando el orgullo blanquiazul (0-3, en menos de una hora), Jesús aprovechó un servicio de Jona para, a 10 minutos del final, llevarse a casa el mal llamado de la honra.

Estadísticas de Alfaro.

Tantos por partido: 0,1

Ahí acabó su bagaje realizador. Casi un año después, el atacante herculano, titular indiscutible para Cubillo (sin la competencia de Pedro Sánchez, lesionado) vuelve a enfrentarse con el equipo al que marcó por última vez. Desde entonces, no han ocurrido muchas cosas buenas, puede que ninguna, así que el recuerdo sigue fresco en el subconsciente del extremo de La Palma del Condado.

Su promedio goleador es de 0,1 por encuentro. Ha conseguido festejar 44 tantos en sus 284 partidos como profesional desde que debutó en Segunda B con el Sevilla Atlético en 2009. Allí necesitó dos temporadas para estrenarse. Suyo fue el 3-0 en la goleada al San Roque de Lepe un 22 de abril de 2012. Tiene múltiples cualidades, pero le falta la importante, la que te hace subir de categoría cuando lo tuyo es atacar. Solo 10 partidos ha disputado en Segunda, el cénit de su carrera. El dato se explica solo.

Su mejor temporada, la más goleadora (13), la rubricó con el Algeciras entre 2013 y 2014. La alegría supo amarga, aquello acabó con el descenso a Tercera del equipo tras el «play-off» de permanencia. Él se salvó de la quema. El Alcoyano le ofreció dos campañas y las aceptó. En el Deportivo se vio la mejor versión del onubense: 15 goles en 66 partidos. Su efímero paso por Segunda, con Barça B y Zaragoza en el mismo curso (2017-18) lo cerró sin ver portería. Saltó a Murcia al año siguiente (allí hizo dos) y acabó en Alicante a mitad de curso. Tiene contrato hasta el 30 de junio, el proceloso viaje hacia el gol aún no ha terminado para él, solo tiene 29 años.