A veces basta con una sensación, una instantánea, un ruido. Hay días en los que todo se ensombrece y desaparecen las ganas. Momentos que no esperas y tampoco buscas. De repente observas a tu compañero en el suelo, gritando, retorciéndose y sabes que no es cuento, que le duele.

Fue nada más comenzar. Appin araña un balón, cruza el centro del campo y se lo da al Toro que, antes de poder darse la vuelta, recibe una tarascada de Eusebio Monzó, «Euse» para sus amigos –ninguno dentro del campo–, y Acuña se queda tendido en la hierba estrangulado por la angustia. Dos minutos después continúa gritando, no se levanta. Cuando por fin lo hace, se prueba, trata de correr, de apoyar... pero no aguanta y solicita el cambio. Todo, en el primer cuarto de hora.

El Hércules había empezado mal y, antes siquiera de intentar desperezarse, se había quedado sin su mejor jugador... otra vez... y en mitad de un plan ofensivo novedoso, inusual, que tenía al paraguayo como principal apoyo. Asimilar un revés siempre cuesta, en el fútbol, también. La media hora inicial del Hércules fue la peor en mucho tiempo. Sin balón, sin sitio, sin peso, sin conexión... El Atlético Levante, con el recuerdo de los tres goles en tres minutos que le endosó el Mestalla siete días antes, aprovechó el desconcierto visitante para sacudirse los fantasmas. Lo hizo a la manera de Tevenet, sin convicción, sin descuidar la espalda y, sobre todo, sin definición. Siete córners botó el filial granota en 20 minutos y ninguno complicó la existencia a Falcón.

El rictus del partido iba camino de transformarse es una mueca de horror cuando Pedro Sánchez, por fin titular en la banda derecha, pescó una pelota dividida a los 36 minutos, inició una carrera y activó un ataque prometedor. A punto de quedarse sin aliento, vio a Manu Garrido y le envió un pase para dejarle solo delante del hasta ayer suplente Pablo. El asistente levantó la bandera y el colegiado hizo sonar su silbato. El estruendo agudo del pitido despertó al Hércules.

Moyita se hace con el control de la pelota en presencia del Sevikyan, que busca el balón con la mirada. lof

Desde ese momento, el conjunto blanquiazul agarró las riendas del choque y ya no las soltó. Antes del descanso, la mezcla entre Nani, Borja, David Sánchez, Pedro y Manu generó dos ocasiones meridianas de peligro que ni el aspense (con un disparo desde la corona del área) ni el mediapunta madrileño (con un cabezazo a dos metros de la portería) pudieron convertir en el primer tanto visitante.

Con los dos extremos buscando la salida hacia dentro, por fin, y con los laterales pasando más tiempo en campo contrario que en el propio, el Hércules... ¡arriesgó! Y no fue casual, lo ordenó su entrenador consciente de que si seguía esperando al Atlético Levante, por más inofensivo que este fuera (que lo era, y mucho), le estaba brindando la oportunidad de cazar un balón parado que le pusiera en ventaja.

De menos a bastante más

Acuña, sentado en una silla, observaba a sus compañero con el gemelo envuelto en hielo. Apenas 100 minutos ha llevado el escudo oficialmente. Desde su sitio vio a Falcón estirarse para arruinar un buen lanzamiento de Soberón. No se sobresaltó más hasta casi el final. Los alicantinos dieron continuidad al dominio de la primera mitad en la segunda y fueron a más, generando ocasiones, pisando área, acabando jugadas hasta que, a la hora, Javi Pérez le roba la pelota a Herrero, recorre la banda, arma la pierna derecha y firma una asistencia magnífica al corazón del área.

Siguiendo el viaje de su compañero corría en el lado opuesto Borja, que un minuto antes había enviado un balón al larguero, el segundo en una semana. El alicantino se adelantó a su marcador, acomodó la frente y picó el balón, que primero rebotó en el suelo y después en el poste... hasta que, al fin, ¡Faz Divina!, se alojo en la red. La celebración estuvo a la altura de la efeméride. Primer tanto fuera de casa del equipo y estreno realizador del alicantino, que no veía puerta desde hacía un año, cuando le marcó al Nàstic el día del sorteo de Navidad.

La jugada reunió en apenas 30 segundos las virtudes de un equipo pensado para mandar, confeccionado para explotar las calidades ofensivas de cada célula de la plantilla, previendo riesgos y viviendo con ellos; la acción que valió el triunfo plasmó la esencia de un proyecto que no se conforma con competir, uno al que solo le vale ganar, que quiere ser líder.

El 0-1 hacía justicia, aunque se quedaba corto. El Hércules se fue a buscar el segundo, pero, a los 70 minutos, un cabezazo del filial levantinista inquietó a Cubillo, que reaccionó introduciendo dos cambios: Manny y Buenacasa. Hay que ser valiente, debió pensar el madrileño, pero no estúpido. Retiró del campo a Borja en una de esas maniobras que únicamente puede salir bien porque si no... Ferni, seis minutos después del movimiento de piezas del entrenador, conectó un cabezazo que Falcón, en su sitio desde antes del inicio de la pandemia, desvió el cuero cuando Tevenet aplaudía el empate.

Acuña sale del partido abrigado y dolorido. lof

El extécnico blanquiazul no varió su «maduración» hasta el minuto 88, a la desesperada, como si hubiera caído en la cuenta en ese instante de que iba perdiendo. David y Alfaro, antes de la conclusión, erraron dos ocasiones imposibles de fallar, solos, delante del portero... No vieron hueco, solo al guardameta. Increíble y frustrante a partes iguales.

Ganar, cuesta; pero al Hércules más de la cuenta, más de lo asumible, de lo permisivo. Diez meses después, gana a domicilio. Los tres puntos le sirven para asegurarse la segunda plaza y recortarle dos puntos al Ibiza, aún a cinco. Lo peor, las lesiones musculares de Acuña y Falcón. La liga no regresa hasta el 10 de enero... y con turrón de Xixona todo se cura.

Acuña aguantó 16 minutos en el campo y Falcón salió cojeando del partido

El Toro recibió una entrada dura de Euse Monzó a los cinco minutos de partido que le impidió seguir jugando. El delantero paraguayo, especialmente dolorido tras el golpe en el gemelo, intentó seguir sobre el césped, pero no pudo. Vio toda la segunda parte con el gemelo envuelto en hielo. El capitán acabó con molestias en la zona inguinal por las que salió cojeando del terreno de juego al final del choque.