La duda nos invade. A todos, a la familia herculana, a los periodistas deportivos que siguen las vicisitudes del club, y hasta a los alicantinos a los que el Hércules les ha dejado de interesar en esta penosa última época. A quién se lo damos y hasta cuándo. Un margen de confianza se otorga cuando las cosas no salen como se habían previsto, cuando la cruda realidad te relega a posiciones no deseadas, a conflictos no buscados, a un desánimo que puede acabar en apatía, a una situación de urgente rectificación, y se vislumbra al final del túnel una luz que signifique una disposición a sobreponerse al mal camino recorrido hasta la fecha.

Así más o menos es como van las cosas en este Hércules que no aprende ni de sí mismo. Una y otra vez vuelve a tropezar en la misma piedra. Pero aún así, otorguemos ese margen de confianza para intentar salir del atolladero que significa que el equipo tenga su clasificación para la fase de ascenso muy, pero que muy difícil, por no decir imposible si no se da un giro a los acontecimientos y esperar que los rivales se despisten lo suficiente para que el Hércules los rebase y consiga a duras penas el primer objetivo: estar en el grupo de seis que clasifica para las eliminatorias de ascenso a la división de plata.

El vestuario del Hércules confía en la reacción de la mano de Manolo Díaz

El vestuario del Hércules confía en la reacción de la mano de Manolo Díaz

A quién se lo damos. Es evidente que a la propiedad, incluido el socio que vino de Elche, ni en sueños. Demasiadas mentiras, demasiadas verdades a medias, demasiados incumplimientos, demasiadas palabras dadas que luego quedaron en letras sin sentido. Ni Ortiz, ni Ramírez merecen un nueva oportunidad para congraciarse con la afición. Que se lo trabajen, que se lo curren. Con una temporada crucial incluso para la existencia de la institución, habremos de buscar el receptor o receptores que nos infundan más confianza, aunque esta sea exigua y por exigencias del guion.

Aún con tres entrenadores en tres meses de competición, Del Pozo debe ser una de las personas, de los profesionales en quien debamos depositar ese margen de confianza. Aunque la plantilla conformada por él mismo no haya dado el rendimiento esperado, aún sin haber fichado un goleador de garantías, aún con todos los errores cometidos ante afición y club, sigue pareciendo un técnico serio y que cree en su trabajo, y que al menos dice las cosas claras cuando el momento lo exige. Ni se esconde, ni esconde.

El otro receptor del margen de confianza no puede ser otro que el nuevo míster. Recién aterrizado y con currículum suficiente para ponerse al frente de la plantilla, Díaz, tras el traspiés en Orihuela, ha tenido la gallardía de manifestar que no era un buen resultado, que no se marchaba contento de Los Arcos. Al menos en el apartado de exigencia su nivel es parecido al de la afición, que desconsolada ve como una vez más su equipo es incapaz de ganar derbi alguno.

El segundo interrogante, hasta cuándo, tiene fácil respuesta. Hasta final de temporada, sobre todo cuando las fases de grupos pasan a velocidad vertiginosa, y el tren del ascenso se pierde en un instante, en un despiste. Pero el final de temporada puede que sea incluso antes de que esta termine, pues si el equipo no llegara a clasificarse para la segunda fase, la temporada habría acabado hasta para los más cafeteros. Hay dos intervalos para el margen. Uno el descrito, el otro más amplio hasta la batalla de las eliminatorias. El compromiso es de todos para empujar al Hércules a salir airoso y volver a segunda para su centenario, pero son ellos los que tienen las armas en sus manos, es su trabajo. Cumplan.