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UN GOL AL ARCO IRIS

Murphy toma el Hércules

El Toro Acuña y el doctor Pedro Luis Ripoll, en la Ripoll y De Prado Sport Clinic en Elche. | INFORMACIÓN

¿Sin la lesión de Toro Acuña podría el Hércules haber volteado el marcador en contra, podría haber empatado como mal menor? Incógnitas que nunca se podrán despejar. Contratiempo que deja profunda huella. No ya por la importancia del jugador, cuya calidad no hemos podido disfrutar de blanquiazul por mor de las sucesivas lesiones, sino por la constatación de que la ley de Murphy se está cebando tanto en el Hércules, como en algunos de los integrantes de su plantilla. Ni dos minutos en el terreno de juego y adiós a la temporada, con la rodilla hecha trizas y las ilusiones al carajo. Todo es susceptible de empeorar. Murphy teorizó con el Hércules como conejillo de indias. Su laboratorio, su biblioteca de consulta están sitas cerca de Zarandieta. Todo empezaba con la ilusión de todos los años. Uno más. Fe, esperanza y sufrimiento. Emblema de todo buen herculano. La conjunción planetaria que proclamó en su día Leire Pajín, como predicción de todos los buenos augurios para Zapatero que tuvo que dimitir poco tiempo después, es aplicable al Hércules, y en el mismo sentido. O sea en el negativo. Todo se ha unido para que el sino herculano, se haya desatado y cruelmente haya iniciado un encadenamiento fatal de sucesos.

Todo empezó con los exegetas comprometidos con la causa. Hay que echar una mano, hay que arrimar el hombro. Hay que hacer afición. Hay que proponer para recoger. Todos a una. El ascenso como objetivo. Al alcance de una plantilla confeccionada para ello. Con cambio drástico en los entresijos del club. Manos quietas y dejar trabajar. Mirando desde el palco. Conduce otro. Del Pozo.

Un hombre con un destino. Cambiar el rumbo de un club a la deriva. Un club que se salvo de la deshonra de descender a los infiernos gracias a la maldita pandemia. Nunca una enfermedad había sanado a un moribundo. Pero aquí pasan cosas que por incomprensibles no tienen explicación. Pero Murphy estaba al acecho, a ras del césped, tras el vomitorio principal. Ojo avizor a los acontecimientos. Ensayando su teoría, poniéndola en práctica.

Los resultados no acompañan. El juego tampoco. Las lesiones menos. Las promesas de unos y otros las barre el tiempo, se las lleva el viento, la borrasca llega. Filomena hace acto de presencia. Con su frialdad se lleva por delante a Cubillo tras el desastre de Atzeneta. El frío cala en los huesos de la familia herculana. La solución no está en casa. Se pierden días decisivos, dos jornadas un punto y a Los Arcos. Deslucido debut de Díaz en la ciudad episcopal y triunfo ilusionante ante el líder pitiuso. Fe a cien por hora, esperanza renovada, sufrimiento a la chepa. Todo dispuesto par alcanzar la meta. Como orates fuera de sí, se vuelve a creer. Todo son cuentas que salen, que suman, aquí y allá, a domicilio y en el Rico Pérez.

Un equipo y tres destinos. Pero Murphy suma y sigue. Un baño de realidad en la casa de Roig nos devuelve a lo nuestro, a lo de casi siempre. A Alicante. Villarreal es otro mundo en el que Murphy no reina.

Se empeña el ingeniero aeroespacial en seguir probando su teoría en y con el Hércules. Siendo diversas las formas de llevar algo a cabo, y alguna de ellas lleva directamente a la desgracia, es altamente probable que se elija.

Fórmula tan sencilla como fatídica. Sin posibilidades de aspirar a las eliminatorias de ascenso de no ocurrir un milagro no jugando en jueves. Hemos pasado del todo o nada en Villarreal, al nada de nada sin regalo rival.

Con Murphy merodeando, la fe ya no mueve ni un grano. La cuarta división cada vez más cerca.

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