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UN GOL AL ARCO IRIS

Buenos días, Florentino

Florentino Pérez en una imagen de archivo.

Hay personas tan extremas que hasta por una salutación convertida en latiguillo emprenden una cruzada particular, tan execrable como arbitraria, contra quienes así deciden expresarse sin ánimo de molestar, sobre todo a quien va dirigida la frase en cuestión. Lo malo es que desde el populismo que se ha instalado en nuestra sociedad hay bastantes que siguen a quien inicia la persecución sin pararse a pensar las consecuencias futuras de tal animosidad crecida de la nada. Esto es realmente una exageración, ¿o no?, como exordio de lo que en los últimos días le está pasando tanto al presidente del Real Madrid, Florentino, como al propio club.

Sin ánimo de molestar, y con la convicción de quien cree firmemente en lo que expresa, quizás por ello fue elegido por los 12 como presidente de su asociación, la Superliga, y como portavoz de la misma, Florentino presento en sociedad a través de un programa deportivo de televisión dirigido a noctámbulos, con índices de audiencia en lo más alto, la Superliga ideada y plasmada en acuerdo vinculante por doce equipos europeos, seis ingleses, tres españoles y tres italianos. Explicó con alguna laguna a rellenar en unas negociaciones posteriores con la UEFA y otras instituciones, como debería entenderse la competición y el por qué de la imprescindible existencia de la misma. De todo, quedaron para mofa y escarnio del portavoz, dos frases que a modo de latiguillo han utilizado desde la contra, bien orquestada por la opaca y escasamente democrática institución balompédica europea dirigida por un esloveno, Ceferin, que recuerda en talante a más de un populista de los balcanes. Estás son, «venimos a salvar el fútbol», convertida por muchos en «vengo a salvar el fútbol» cambiando el plural por un singular a la yugular, y «la entrada en este formato de otros «está por ver» cambiada por «una competición cerrada». Pero el latiguillo final que obro milagros morfológicos en la metamorfosis de casi todos lo clubes firmantes y resto de entidades deportivas como en tertulianos y aprovechados de corrientes que pasaban por ahí, fue sin duda la de «el fútbol es de los fans», o sea el fútbol es del pueblo. No contentos con ello, la cruzada anti Superliga crea asimismo un enemigo visible a quien apalizar, por el momento de palabra y pensamiento esperando que nunca llegue al concepto de obra, y lo encuentran en el club más laureado de la competición, el Real Madrid. Ya tienen todo lo que un populismo pudiera desear. El «pim, pam, pum» y las amenazas de sanciones, que se quieren imponer con ausencia de cualquier garantía de proceso y/o defensa democrático exigible, comienzan a lanzarse desde la más alta personalidad de la UEFA, tenedora de todos los derechos futbolísticos y casa común de canonjías y sinecuras a distribuir. Eliminación por que sí, no dejar participar porque lo digo yo, o sanciones diversas sin límites.

La palabra dada hace tiempo que parece no tener ningún valor, aquí en Alicante en nuestro Hércules lleva pasando con demasiada asiduidad y así le va a la institución blanquiazul, pero que se llegue a que la firma quede en papel mojado, pocas veces se había visto sobre todo entre personas con experiencia, solvencia y conocimientos, que un viernes estampan la firma en un documento vinculante, y al día siguiente dicen haberlo hecho equivocadamente o sin darse cuenta de lo que hacían como si de analfabetos se tratara. El comportamiento deleznable de los clubes ingleses queda para la historia, aunque desde el «brexit» por aquellos pagos uno se puede esperar de todo, pero el abandono del Atlético, con comunicado incluido, es de naturaleza patética. La sorpresa agradable en cuanto a mantenimiento de palabra de un Laporta recientemente elegido presidente del Barça, le honra, como al presidente de la Juve que sigue en el barco de la Superliga, que pese a muchos sigue mientras los desertores y delatores mantengan su firma, retirarla vale un dinero comprometido, y los tres clubes que quedan se empecinen en ello, que lo harán. Buenos días, Florentino.

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