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Ortiz pone la otra mejilla, pide ayuda al alcalde y le reclama que «no divida»

El empresario acepta las críticas de Barcala a su gestión como propietario del Hércules y asume tímidamente las culpas. El constructor encaja con naturalidad la andanada del primer edil, pero le avisa de que ambos deben trabajar «en equipo»

Enrique Ortiz y su socio, Juan Carlos Ramírez, en el palco del estadio. alex domínguez | MANUEL R. SALA

Sin la más mínima virulencia, con mesura, pero escondiendo debajo de las emociones identitarias unos sutiles toques de atención. Encajando la crítica con disimulada deportividad, bien aprendida, sabiendo en todo momento medir las fuerzas, calculando las consecuencias, haciendo más política que cualquier profesional. Los años de desenvoltura en un salón lleno de autoridades de todo signo han hecho de Enrique Ortiz alguien que rara vez mete la pata en público.

Ayer, después de escuchar al alcalde de la ciudad atacar sin adornos maniqueos, sin subterfugios, su gestión como propietario del Hércules, el empresario alicantino contó hasta diez mil, dejó madurar los efectos de la andanada de Luis Barcala y, tras calibrar las posibles consecuencias en los estratos que a él le interesan, los que le afectan en primera persona como hombre de negocios, redactó una carta dirigida directamente a la máxima autoridad consistorial.

«En la vida, cuando uno no cumple con las expectativas esperadas siente decepción y, con ello, la pérdida de toda credibilidad frente a las personas que confiaban en un proyecto. Evidentemente, no puedo estar más de acuerdo con usted, ni creo que nadie se lo pueda discutir, cuando afirma que la directiva y los propietarios del club han perdido hoy toda su credibilidad y deben reflexionar sobre por qué la afición ya no cree en ellos», expone Ortiz en el encabezamiento de su misiva.

«Soy consciente del desasosiego de nuestra afición, de su sentimiento de frustración, soledad y desamparo y, por qué no, de su rabia. Del mismo modo sé, mejor que nadie, que el fútbol manda y que desgraciadamente la situación deportiva es la que es. Y créame, lo lamento igual que los miles de herculanos que lloraban el domingo. Como estoy seguro que también lo lamenta usted, como alcalde de nuestra ciudad y primer representante institucional», infiere el dueño del equipo.

«Para recuperar la credibilidad, solo hay un camino: trabajo. Pero, sobre todo, trabajo en equipo, porque valga la redundancia, somos un equipo de fútbol, un equipo en el que estamos todos, el Ayuntamiento, también; porque este club es de la ciudad de Alicante, y ahora, más que nunca, no sobran corazones, ni ninguna garganta, que grite ¡MACHO HÉRCULES!», describe subrayando el sentimiento de pertenencia que únicamente remarca cuando es todo el mundo quien le escucha.

«Necesitamos a la afición, a las instituciones, a los medios y a usted para que aquellos que viven por nuestros colores, se sientan arropados. No hay afirmación más cierta que, como dice usted que el club y las siglas se mantienen y los herculanos jamás abandonarán a su club. Y es así porque son el capital social más grande que puede tener una entidad. Nuestro escudo está en el corazón de todos los alicantinos, incluyendo el nuestro, y en el de todas las instituciones de esta ciudad», vuelve a reiterar.

Hasta que llega el momento de la mínima autocrítica y el medido aviso a navegantes: «Que la propiedad del club debe reflexionar, es obvio que sí. Algo se habrá hecho mal, y agradecemos que se nos haga saber, porque significa que estamos vivos. La indiferencia sería mucho peor. Por eso le pedimos al señor alcalde, como alicantino y herculano que es, que nos ayude a recuperar la credibilidad como club, que nos ayude a volver donde nos merecemos. Necesitamos que la gente crea en el Hércules, y solo lo conseguiremos si estamos todos a una. Sin dividir, sin excluir. Sumando de 3 en 3. Juntos y en armonía», cierra su discurso.

Horas antes, Barcala, había sido rotundo: «Se ha llegado a un punto que no es razonable. El club y las siglas se mantienen y los herculanos no abandonarán jamás a su club, pero creo que la directiva, los propietarios, han perdido toda su credibilidad», sostenía el primer edil. «Deben reflexionar por qué la ciudad y el aficionado ya no creen en la directiva del Hércules», avisó.

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