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Chuli reordena el desenfreno

Una acción de raza del delantero onubense cuando ejercía como lateral derecho da la victoria al Hércules en el protoderbi de la capital - Benja aprovechó un error garrafal de Adrián en un despeje para igualar el tanto inicial de Bikoro - Cuatro expulsados en un duelo con más gritos que patadas

Chuli reordena el desenfreno

Poco fútbol, mucha batalla. Excesiva, y no siempre justificada. Apenas circulación de balón, un arbitraje desenfocado, tres goles, cuatro expulsados sobre el césped y uno dentro del banquillo visitante. Codazos sin castigar antes de que estallase todo. Nadie al volante, ni el colegiado. Ninguno de los dos equipos llevando la iniciativa, ni siquiera haciendo ademán de quererla. A gusto sin la pelota ambos, renunciando a la velocidad, al juego a un toque para no equivocarse, dejando que el balón se desplazara a trompicones, y no solo por lo irregular de la hierba descuidada. 96 minutos de delirio incesante en un escenario inédito, sin pitidos a la salida de los equipos, como si Intercity y Hércules jugaran en casa a la vez.

Partido raro, delirante, tanto como la génesis de un derbi ficticio que se salda sin «sorpasso», con los blanquiazules en los puestos de cabeza tras la victoria a pesar de acabar el encuentro con siete jugadores de campo mientras los autodenominados hombres de negro se preguntan cómo es posible. Pues sí. Lo es. Todo se pega, la adicción a la desgracia, también.

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Las mejores imágenes del CF Intercity - Hércules CF Álex Domínguez

La propuesta de Sergio Mora crece en su exaltación del dominio posicional. Lo mide todo menos la forma de hacer llegar el balón al área rival. Eso preocupa menos, de momento. La entrada de José Solbes, no como tercer central, lo explica. El canterano ocupó el lateral diestro con un doble objetivo: recortar el recorrido de Raúl Ruiz y, sobre todo, ganar más presencia en las acciones de estrategia. El preparador madrileño leyó el protoderbi (el supuesto duelo de rivalidad máxima está en fase embrionaria) en clave puntual. No como un todo. Conociendo a su homólogo Siviero y su gusto por eso tan actual de la «maduración táctica», lo lógico, con la pelota brincando como un topillo sobre el césped de pierna en pierna, lejos de los mediocentros ofensivos casi siempre, el desenlace lo debía decidir la estrategia.

Acertó en buena parte, pero cuando el fútbol sin ataque definido cruza la barrera de lo imposible pasan cosas que no se explican en las pizarras ni en las clases de entrenador ni en los programas informáticos. Cuando el fútbol huye de las camisas de fuerza –en este caso por imperativo arbitral–, sucede que un delantero, obligado a jugar de lateral derecho para poder salvar el empate, ve como un compañero, a lo lejos, en el minuto 94, solo entre rivales, inmune al virus FIFA, tiene ganas de desafiar a la física y se va en su busca.

Bikoro, un «seis» puro y todo pundonor, se quedó un balón como si fuera un «nueve» de los de toda la vida. Agigantado, avanzó metros ocultando con su envergadura la pelota, esperando ayuda. Chuli , que puede haber perdido muchas cosas pero el olfato no, olió el néctar dulce de los lances épicos. Corrió hacia él y, cuando el balón se quedó sin dueño un segundo, lo cazó, enfiló el camino del área y definió con una maniobra impecable de goleador, de señor que ha vivido bien del fútbol, de tipo convencido de que todavía sigue muy vivo.

Disparó raso y los 39 años de portero de Primera de Manu Herrera, no pudieron atajarlo. La grada celebró el tanto de manera insólita, pero no tanto como Adrián López, que se quitó de golpe una tonelada de escombros de encima.

El laboratorio de Mora

Sin dominador, sin llegadas al área, basculando en orden, siempre cerca unos de otros, compactando al máximo el 4-4-2, el Hércules no sufrió ni un instante en la primera parte hasta que le araño un córner a su oponente. Nico sacó en corto, Álex Martínez centró al área y Bikoro, al que la maniobra de distracción ideada por Mora dejó solo en el centro de la portería, conectó un cabezazo imparable que desniveló el «derbi» a la hora de juego.

El tanto llegó ya con Pedro Sánchez en la ducha después de, en un arrebato pueril, ver la segunda amarilla por ir a chocar con Álvaro Pérez, que le estaba esperando. La primera la vio por protestar un derribo sin balón a Nico de Eric Jiménez instantes antes que el señor Kévin Muñoz dejara todo aquello en amonestación. El camino de la victoria parecía allanado a pesar del tímido intento del equipo de Siviero por querer empatar, algo que sí pudo lograr justo después de que Raúl Ruiz tratara de abundar en la gris noche del árbitro dejándose caer en el área para simular un penalti. Kevin Javier no picó y el capitán, que también había visto la primera por protestar, salió del campo antes de hora.

El Intercity, desesperado y con uno más (perdió a Rofino por un derribo sobre Nico en la acción que precedió al 0-1), buscó la portería blanquiazul de la forma más rápida, colgó un balón y Adrián, que salió bien, golpeó de puños muy mal y le sirvió el tanto en bandeja a Benja que, con o sin forma, ocasiones así no las perdona.

El portero del Hércules lloraba por dentro cuando Bikoro y Chuli, en medio del caos, en el minuto 96, con Mora desgañitándose, gritando calma, se saltaron las órdenes, los esquemas y se fiaron de su instinto para darle un triunfo épico al Hércules, uno que ya le hacía falta.

El DATO

El Hércules gana en su primera visita oficial a Villafranqueza

El 12 de septiembre de 2021 quedará para siempre como el día en el que el Hércules, con casi cien años de historia, visitaba por primera vez el campo vecino. Y lo hizo para ganar.

LO MEJOR

La fe hasta el último minuto El Hércules ganó un partido abocado al empate por no conformarse, por no dejarse atrapar por el fatalismo y porque dos de sus futbolistas, Bikoro y Chuli, en medio del caos, rompieron todas las normas de estilo y trenzaron la acción definitiva.


LO PEOR

La tensión añadida

Más allá de lo que estaba en juego, ni los jugadores ni el colegiado, acertaron a calmar los nervios. Mas bien fue al revés. Los cuatro expulsados no explican el desarrollo de un encuentro sin entradas duras, pero con muchas interrupciones.

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