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Empacho vitamínico en Pulpí

El Hércules se reencuentra con sus virtudes y golea con solvencia al conjunto almeriense con tantos de Pedro Sánchez, Aketxe y doblete de Raúl González

Raúl González trata de disparar a portería después de avanazar con el balón.

Lo fácil no existe. Hacerlo posible, sí. Puedes soñar, puedes desear algo con todas tus fuerzas, creer que lo mereces, imaginarte un mundo mejor, menos hostil, más amable para ti... pero si no te empeñas, si no te sacrificas, si no te libras del calor pegajoso que emiten todos los desastres, entonces no sobrevives. Ganar un partido de fútbol nunca es sencillo, ni siquiera en la cuarta categoría. Da igual el escudo que lleves en el pecho, lo que pese su historia, los viajes al infierno que hayas hecho. Si cuando empieza el partido no tienes una idea clara de cuál es el camino a seguir, te pierdes. Los laberintos son más lúgubres y se abren más a menudo para quienes no saben dónde van.

El Hércules recupera el paso, vuelve a reconocerse en el espejo, a entender quién es. Lo hace dominando el partido desde su operativo táctico, con un despliegue físico muy reseñable, con todos los futbolistas sumando en mayor o menor medida, equivocándose, claro, pero rehaciéndose de inmediato, sin darle opción a la tisis, al desánimo, al descontrol.

La jaula en la que ha trabajado Sergio Mora desde su llegada al banquillo tenía, hasta la segunda parte en Alzira, una cosa muy buena, una por encima de todas: era un concepto colectivo al que se adherían después las individualidades. Cuando todos hacen su faena, no se echan de menos los nombres propios, o no tanto.

En un campo falseado, de caucho primigenio, maquillado con pintura plástica y verdín apócrifo, se puede poner en práctica el fútbol que preconiza el exayudante de Bordalás, solo hace falta estar concentrado, no perder la marca, seguir de cerca a tu compañero y presionar con un sentido grupal. El 4-4-2 compacto, el puro, el estricto, el original, recobró su esencia en Pulpí. Como en las tres primeras jornadas de Liga, el adversario no apareció, y si lo hizo fue sin generar peligro, fuego real.

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(0-4) Un Hércules muy superior se reencuentra con la victoria en Pulpí Carlos Barba /LOF

Así es más factible. El Hércules domina sin balón, por empuje, por concentración, encorsetando a su rival, y gana aprovechando su talento diferencial arriba, que lo tiene. En el ideario de su entrenador, el orden es prioritario, secuencial, primero una cosa y luego la otra. No debe hacerse al revés. Si esa es tu apuesta, tienes que sustentarla siempre, ante cualquiera.

El 0-1 resultó paradigmático para entender la teoría de Mora. César Moreno, agresivo desde el primer segundo –al filo de lo soportable– roba en el centro con la pausa suficiente como para acertar que la salida más idónea es a banda si lo que buscas es correr en campo abierto y generar superioridad. Allí está Chuli que, como segundo delantero, no espera a que le busquen, se ofrece para que le vean. Cae a la banda por la que se carga el juego, no se aferra a la cal, recibe, avanza con el balón y sirve al interior del área.

El «nueve», que ha seguido la jugada al mismo ritmo que se produce, llega al punto de penalti, se acomoda la pelota con un toque y sortea al portero con otro casi inmediato sin dejar que la acción se pare, pensando rápido. Describirlo apenas cuesta, hacerlo posible, sí. El Hércules, después más de 300 minutos sin marcar, se agarró a su personalidad, a su carácter, al de su entrenador, y en vez de arrugarse, respiró hondo, jugó, y jugó muy bien.

En el éxito coral indiscutible, tuvieron un papel clave tres futbolistas: Mario Ortiz, César Moreno y Jesús Fernández. Los dos primeros, sin focos sobre sí, barriendo, y el tercero, deteniendo un penalti de esos que cambian el signo de las contiendas, la suya personal contra su propio destino, y la del equipo, que exorcizó los miedos con la misma fuerza que el portero repelió el lanzamiento de Diego López.

Pedro Sánchez dedica su gol de penalti. Carlos Barba / LOF

Lo hizo con el marcador clavado en 0-2 después de que Pedro Sánchez, en la reanudación, sí que aprovechara la pena máxima que provocó el disparo lejano de Raúl González para probar al guardameta suplente, que ocupó el hueco de Pizana, lesionado en la primera mitad. Fue una consigna desde el área técnica que funcionó. Su disparo, potente y a ras de hierba, se coló pese a que Erik le adivinó la intención.

El Pulpileño murió en el vuelo estéril de su portero. Después, solo hubo un equipo sobre la fibra sintética del campo de San Miguel. Una hora necesitó el conjunto almeriense para sacar el primer córner a pesar de abusar del juego directo, del pase largo al área. Para que eso suceda, el defensor tiene que practicar la anticipación, estar siempre encima, vigilar su espalda y ofrecer ayuda, algo imposible si no estás bien posicionado, si tu interpretación del sistema no es perfecta. Ayer volvió a serlo, y a ello se sumó el acierto de los de arriba, el último giro de la cerradura que abre la puerta acorazada del éxito.

Raúl fraguó su doblete domando con la cabeza un envío largo tras robo, otro. Eliminó al central con un leve toque de coronilla, le dejó detrás, voló 30 metros hasta la portería en el minuto 81 y resolvió el mano a mano con sangre fría. Con todo decidido, Raúl Ruiz redondeó una puesta en escena deslumbrante. Rompió dos líneas de contención regateando, esquivando tarascadas y, con un giro ingrávido de tobillo, vaporoso, elegante, filtró un pase para que Aketxe, recién llegado, atacara el espacio con potencia y batiera con un golpeo seco al guardameta almeriense, que sufrió idéntica tragedia que Jesús Fernández en Alzira. Fiarse de la suerte es un gesto cobarde, una rendición. Al infortunio hay que mirarle a los ojos, solo así se puede ver llegar la siguiente lanzada de sal, esa que si no esquivas, te mata. El Hércules ha vuelto en sí. Que dure.

Sergio Mora: «Hemos sido valientes después de días jodidos»

El entrenador del Hércules se mostró muy orgulloso de la imagen de su equipo en el estadio San Miguel. «Es difícil ganar con tanta solvencia en cualquier campo, pero en uno como este, más aún», subrayó el preparador madrileño. «Hemos recuperado las buenas sensaciones, hemos jugado a lo que nos habíamos propuesto y estoy muy feliz por mis futbolistas, porque lo han dado todo después de haber pasados unos días muy jodidos», valoró el técnico blanquiazul, convencido de que el triunfo logrado en Almería, el más amplio en lo que va de curso, «tiene el mismo valor que los demás». «Si queremos estar arriba hay que ganar en todos los campos con nuestras armas», recordó Mora. «Hemos sido valientes y hemos dado el 200%».


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