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Tribuna

100 años, 100 entrenadores (IV)

Aspecto de una de las gradas del estadio Rico Pérez en una foto de archivo.

Gaspar Rubio dejó el Orihuela a finales de la 52-53 para regresar al Hércules, con el que no pudo ascender a Primera en la promoción de ascenso. Entonces llegó a Alicante el asturiano Amadeo Sánchez, con fama de ser un tipo con mano izquierda pese a ser un chicarrón del norte de un metro noventa. De él se dijo que era condescendiente con la plantilla, «un padrazo», decían. El caso es que tenía éxito. Sánchez había sido portero en los años en los que aún no se había conformado la liga española y luego árbitro. Su paso a los banquillos no podía haber sido más exitoso: fue el primer entrenador que ascendió al Sporting a Primera, logro que había repetido otra vez más con los asturianos. Su paso por Alicante fue igual de brillante: el Hércules recuperó la categoría con aquel gol de Pina y Amadeo Sánchez y su boina quedaron para siempre en el recuerdo del herculanismo. Para la 54-55, la del reestreno en Primera del Hércules casi una década después, firmó Patricio Caicedo, un veterano del fútbol nacional que contaba a sus espaldas con 25 años de entrenador ininterrumpidos en la élite. Caicedo, vasco de Bilbao, era un gran jugador de pelota y también de fútbol. El Espanyol fue a fichar a Belauste (ya saben, el de «a mí el pelotón, que los arrollo») y volvió con Caicedo. Allí fue jugador y luego entrenador. El hombre del sombrero ganó una Liga con el Athletic y pasó también por Zaragoza, Murcia o Sevilla y en Alicante obtuvo una meritoria sexta posición en Primera.

Mediado el siguiente curso Caicedo dejó pasó a José Iraragorri, con un «impasse» en el que se hizo cargo del equipo el talentoso jugador uruguayo Sergio Rodríguez. Iraragorri había sido un jugador de oro y brillantes: integrante de la primera histórica del Athletic, primer goleador de España en un Mundial y ganador de cuatro Ligas y cuatro Copas con los rojiblancos. Durante la Guerra se fue a jugar a San Lorenzo de Almagro y maravilló en el Real Club España mexicano, donde también jugaba Lángara. Iraragorri, «el chato de Galdácano», no pudo evitar el descenso del Hércules a Segunda. Una vez abandonados los banquillos, abrió en su tierra el Hotel Iraragorri y el restaurante Petit Komité. Aún sigue siendo el quinto máximo goleador de la laureada historia del Athletic Club.

En la 56-57 volvió Amadeo Sánchez, que no terminó el curso, y hubo de volver a cogerlo Sergio Rodríguez de manera interina. Ricardo Gallart, un catalán que había sido un buen jugador del Oviedo, cogía el equipo, pero poco le duró. Un enfrentamiento con el tesorero Felipe Fuster, que le obligó a alinear a un jugador en un partido en Murcia, comenzó a gestar su salida. Aquel día, y a modo de cabreo, Gallart comenzó el encuentro en la grada. En la segunda parte bajó al banquillo. Ramonzuelo, un hombre de la casa y el primer alicantino en jugar en Primera, se hizo cargo del equipo hasta que llegó Manuel Echezarreta, que también comenzaría la apocalíptica 58-59, un curso que terminó José Sierra. El desenlace, de sobra conocido, fue con el Hércules en Tercera tras una promoción contra el Mestalla. Era el momento más crítico del club, en el tercer nivel después de 25 años y con todo nuevamente por hacer.

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