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Tribuna

100 años, 100 entrenadores (V)

Satur Grech, Carlos Iturraspe, Álvaro Pérez y Diego Lozano

La condena de jugar en Tercera División y la aventura de tener que ascender al Hércules a Segunda a las primeras de cambio cayó sobre Álvaro Pérez, que había sido santo y seña del Valencia de posguerra como jugador, con quien había alzado nada menos que tres ligas. Se decía de él que era un hombre recto, de los de escuela militar y poca mano izquierda. Célebre fue su presencia en la zona de ocio alicantina en busca de algún jugador seducido por los placeres de la noche. Lo que haría David Vidal treinta años después entre las sombras de Cádiz para sorprender a Mágico González ya lo había hecho Álvaro, que a pocos días de la promoción de ascenso contra el Hospitalet cogió en el acto a Luis Aragonés, jugador entonces del Hércules y conocido por todos como Luisito. Luis era un asiduo de la sala de fiestas Pigalle, en la torre provincial, aunque esta vez fue cazado en un local de la zona del Portal de Elche; no estaba solo, pero alguno de sus compañeros llegó a burlar el control y escapar por el balcón. Álvaro ya no alineó a Luis (la estrella de aquel equipo) en los dos partidos de la final por el ascenso, pese al impacto que supuso en directiva y afición; sin embargo, el Hércules ascendió y aquello se olvidó. Al término de la temporada, el club cesó a Álvaro, artífice del ascenso, por unas declaraciones que el Hércules clasificó así. «Han sido extemporáneas, se salen de sus atribuciones y daban a entender que la directiva no había cumplido lo prometido». El tema, obviamente, era económico, un tema de una prima por el ascenso que luego sí cobraría.

Para la 60-61 llegó Sátur Grech, un técnico de caché que había ascendido a la UD Las Palmas y que había dirigido al Sevilla en la Copa de Europa. Era un hombre educado y buen conversador con el grupo, un Hércules aquel que se quedó a las puertas de subir a Primera un año después de hacerlo de Tercera.

Grech, nacido en Alicante y criado en Barcelona, dejó buen recuerdo en el club y se marchó a entrenar al Mallorca en Primera. Una vez retirado de los banquillos, se instaló en Palma de Mallorca, donde montó un gimnasio. Falleció en 2001.

Su sucesor fue el extremeño Diego Lozano, exjugador del Hércules y Atlético de Madrid e internacional con la Selección. Duraría poco y mediada la temporada daría paso a Carlos Iturraspe porque el equipo necesitaba nuevamente un sargento. «No soy un dictador, pero me gusta el orden», dijo a su llegada. Háganse a la idea. Iturraspe había alcanzado fama de gran entrenador con el Mestalla, con el que ganó la liguilla de ascenso a Primera en la 51-52. Aquello fue un boom, aquel «Mestalleta» enganchó a la ciudad de Valencia (se decía que había más mestallistas que valencianistas), pero no pudo subir, claro.

En enero de 1963 llegó José Bermúdez después de que el interino Luis Ortega asumiera fugazmente el equipo. Bermúdez redondeó una 63-64 casi perfecta con el Hércules, que se volvió a quedar a las puertas de subir a Primera, esta vez apeado por el Oviedo.

Además, sembró la semilla del posterior ascenso e hizo debutar al extremo oriolano Ramón, un chiquillo por el que luego suspiraría media España y que se convertiría en ídolo del herculano de los sesenta. Bermúdez se afincó en Santander y regentó durante años una zapatería infantil.

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