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Tribuna

100 años, 100 entrenadores (XI)

100 años, 100 entrenadores (XI)

La particular caída libre del Hércules estaba cerca. La 86-87, con el equipo recién descendido a Segunda, no pudo comenzar peor pese a contar en el banquillo con Alberto Ormaetxea, el técnico que había hecho bicampeona de Liga a la Real Sociedad unos pocos años antes. El Hércules fue eliminado en Copa ante un Tercera: el Eldense que dirigía Paco Parreño, exportero blanquiazul dos décadas antes. Además del desastre copero, el equipo no conseguía ganar en Liga y tras la jornada seis saltó todo por los aires tras 0-1 del Castellón en el Rico Pérez. Almohadillas al césped, silbidos y dimisión de Ormaetxea, un técnico discreto, trabajador y parco en palabras. «Esto no puede seguir así y por eso me voy», argumentó el técnico vasco sin decir una mala palabra de sus hombres. «Ormaetxea es un caballero», decía el presidente José Torregrosa. El problema, repetido ad eternum en este club, traspasaba la figura del entrenador.

El sustituto fue un técnico de amplísima trayectoria en el fútbol español: García Traid, con fama de duro. El volantazo era evidente. «No soy un ogro, lo único que exijo es trabajar al máximo», dijo antes incluso de firmar. Torregrosa le ofreció que viera primero al equipo entrenar antes de estampar el contrato. Le sorprendió la idea por disruptiva, pero finalmente asumió el reto de coger al Hércules, colista entonces de Segunda. No duraría demasiado en el cargo y sería destituido del cargo a finales de diciembre. «Quizás sea el entrenador el menos culpable, pero había que tomar una decisión», dijo Torregrosa al término del partido. Cogió el equipo Pepe Rivera, en una competición caótica que organizó la LFP, donde la liga duraba 34 jornadas y luego había play-offs por el ascenso y el descenso. Los 12 primeros de los 18 equipos de la competición pugnarían por el ascenso y el Hércules había quedado undécimo. Luchó, sin éxito, por subir a Primera, pese al desastre de temporada. Además, a mitad de curso se decidió que no habría descensos porque se ampliaba el número de participantes en Segunda: un caos de temporada.

En la 87-88 el Hércules terminaría con sus huesos en Segunda B. Rivera comenzó, pero a los dos meses fue cesado con el equipo en descenso, aunque siguió enrolado en otras tareas en la entidad. Regresó entonces Benito Joanet, pero no pudo esquivar el descenso a pesar de que el club se había reforzado aquel curso con jugadores de la talla de Latapia, Radmanovic o Huertas. Joanet seguiría entrenando a clubes de nivel; sin ir más lejos al año siguiente ascendería a Primera al Tenerife de Rommel Fernández. También dirigiría luego al Espanyol, Salamanca y Las Palmas.

En el verano de 1988 al Hércules le tocaba volver a remar en el fango de la tercera categoría veinte años después, aunque esta vez llamaba Segunda División B, donde nunca antes había estado y donde, por desgracia, iba a ser casi su hábitat natural en las siguientes tres décadas, salvo honrosas y brillantes excepciones.

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