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Balaídos da el último adiós a su herculana «más querida»

La afición del Celta despide a la alicantina María Arbúes, habitual del estadio con su pasión blanquiazul - Falleció el pasado 13 de enero

La bandera del Hércules en memoria de María Arbúes, colocada durante el partido de Copa del Rey entre el Celta y el Osasuna.

Cielo, ceniza y silencio. Sentimiento de pertenencia. Hueco vacío. La vida se apaga, pero quedan la pasión y el orgullo blanquiazul, la fuerza del cariño, la emoción eterna de haber dejado huella a más de mil kilómetros de casa. Balaídos despidió el pasado miércoles a María Arbúes, celtiña de adopción y herculana siempre, a todas horas, en todos los frentes. La afición viguesa se acordó de su alicantina más ilustre durante el partido de Copa en el que su equipo eliminó al Osasuna.

Allí donde ella solía ver los encuentros de Liga, sus compañeros de grada colocaron una bandera con los colores y el escudo de Hércules para honrar su memoria, para devolverle el afecto que ella les brindó durante su estancia en la ciudad gallega. María falleció el 13 de enero víctima de un cáncer que pudo con ella a la segunda. Murió en Alicante con solo 43 años. Las malas noticias siempre llegan, de hecho son las que lo hacen antes, da igual lo lejos que te cojan. Había regresado a casa para pasar con los suyos el confinamiento ordenado con el estado de alarma. Antes, había disfrutado en Vigo casi dos décadas. Allí se marchó por amor y junto a la Ría encontró la manera de compatibilizar su herculanismo con la potencia arrolladora de la animación celtarra. Comenzó a ir al fútbol en el Rico Pérez en 1996. Junto a su hermano, se acostumbró a seguir al equipo. En casa, siempre; y a domicilio, todas las veces que pudo. Su recuerdo más vívido: el ascenso en Alcalá. Pero hubo muchos, infinitos.

Su pareja entonces, Álex Adell, coautor del libro «Hércules Supportters», recuerda como un día después de casarse, de luna de miel en Portugal, vivieron en un hotel «el 0-2 del Hércules en el Camp Nou con el doblete de Valdez». Después, María buscó trabajo a orillas del Atlántico tras el cambio de milenio y se quedó allí con su marido casi dos décadas. En todo ese tiempo, acudió a Balaídos para animar al Celta. Lo hizo con los colores y los símbolos del Hércules siempre consigo. Luciéndolos con determinación, valiente.

María Arbúes

«Al principio era muy raro verla entre los aficionados celtiñas con sus camisetas blanquiazules. Algunos la confundían con un hincha del Deportivo y eso provocó algún susto al principio. Pero se ganó a la grada enseguida con su forma de ser, su ternura», relata Adell, que se emocionó al ver cómo los integrantes del sector de la grada que ambos frecuentaban despidió a la que fue su mujer más de 15 años.

Devota de la Santa Faz, integrante activa de la Fiesta de Hogueras, nunca perteneció a una peña blanquiazul, pero compartió momentos inolvidables con «Herculanos Sin Fronteras», «Herculigans» y «Las Banderas», dentro y fuera del Rico Pérez.

«María, con su herculanismo militante, se ganó a un sector de la afición del Celta. La conocía todo el mundo, era imposible no verla con sus colores en mitad de la marea celeste. Su muerte fue un palo, por eso se merecía tener una despedida en el estadio que la adoptó y del que ella también se sentía parte», subraya Álex Adell que, desde que conoció a la que luego sería su esposa en Alicante, también compartió con ella su amor por el Hércules, al que animó mientras ambos vivieron en la terreta. El cáncer se ha llevado a María Arbúes, que la tierra le sea leve.

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