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La polémica mancha el derbi

Un gol mal anulado a Pedro Sánchez en la segunda parte facilita la victoria del Intercity en un encuentro dominado por el Hércules, que falló en los momentos clave - La apuesta conservadora de Siviero obtiene el fruto deseado tras el tanto del exblanquiazul Álvaro

La polémica mancha el derbi | Héctor Fuentes

Nunca sopla el viento a favor en el Rico Pérez, ni siquiera con más de dieciocho mil pulmones insuflando aliento. Jamás ocurre. Tampoco en una Liga en la que la media de asistencia de público rara vez sobrepasa los novecientos espectadores. Siempre falta algo, siempre falla alguna cosa, siempre hay que lamentar un error grosero. A quienes vuelven de visita después de haberlo pisado con la camiseta blanquiazul puesta, a esos les va mejor. Sea por casualidad o por retorcida justicia poética, ayer el Intercity acabó con la condición de líder de su nuevo «enemigo» íntimo gracias a un tanto construido entre Pol Roigé, Benja y Álvaro Pérez, que fue quien anotó el gol de la victoria. Pidió perdón, y eso no se sabe si está mal o bien, que cada cual lo juzgue. Los tres tienen pasado herculano, todos se fueron sin dejar el poso de excelencia que se les presuponía cuando llegaron. Seguro que pasa en otras ciudades, en otras franquicias, pero en las que tienen cien años de vida se repite más. Simple estadística.

La segunda edición del derbi que nunca quiso serlo se la llevó el más joven siguiendo el guion más previsible. Siviero sí planificó el choque, lo visualizó durante la semana y lo ejecutó sobre el césped. Para mal o para bien, se jugó en todo momento a lo que él quiso. El suyo es un equipo caro, bien construido, un bloque al que dotó de una fortaleza envidiable en las dos áreas el día que, ahogado por los malos resultados iniciales, incrustó a Kecojevic entre los dos centrales y apostó por dos carrileros con una proyección ofensiva de un valor muy apreciable. Es tan buena la propuesta que, sin cambiarla, ha ganado diez partidos en las últimas 16 jornadas y no ha perdido ninguno.

Su Intercity es un equipo ágil, intenso, que no sufre sin balón, que obliga a sus rivales a mover la pelota siempre lejos de la portería de Manu Herrera, que empuja hacia afuera y condena a los adversarios a abusar del juego aéreo, otra faceta para le que tiene un repelente esencial: el sobrio defensa bosnio, un futbolista incólume, inquebrantable, fundacional.

En los días que se presumen grandes, nunca hay que esperar mucho para que al herculanismo se le apague la felicidad. La emoción se deforma pronto en una hinchada habituada a relativizar las penas de camino a casa para no engullir placebos sintéticos.

La polémica mancha el derbi

Estaba sin consumir el primer cuarto de hora y Adrián, atento y bien situado, ya le había parado una muy clara a Benja. Fue premonitorio. En la siguiente llegada del equipo negro (ayer de verde fluorescente), Roigé sacó un córner al primer palo, Benja lo peinó tranquilamente y, libre de marca pese a ser un rematador habitual, apareció Álvaro Pérez para empujar a la red el cuero.

La polémica mancha el derbi

El tanto no trasladaba la superioridad con balón de un equipo sobre otro, pero sí la actitud posibilista con la que pisaron el césped. El Intercity fue más intenso, ganó los duelos individuales, uno de ellos a Mario Ortiz, uno que al final resultó determinante.

No cundió el pánico, al revés. Al Hércules le tocaba reaccionar. Pero claro, hacerlo ante un bloque perfectamente preparado para defender en situaciones como esa, es una labor muy delicada. Más si cabe cuando, solo unos instantes después, desperdicias la ocasión más clara del mundo. Raúl Ruiz centró desde la banda y el balón le cayó a Aketxe solo para rozarla con la uña y hacer gol. No había nadie. No había portero. Estaba casi sobre la línea, estiró la pierna, pero no llegó... Hay días que es mejor no salir de la cama, pensó el vasco y, con él, toda la grada.

Se nivelaron las ganas, el empuje, la entrega, y el derbi entró en modo vibrante. Juanma Ortiz sorteó a todos cuantos le salieron al paso, llegó a línea de fondo, vio que Ferroni hacía su mismo viaje que él en el otro carril y le puso un pase medido que el lateral rosarino remató blando con la cabeza. La sombra del 0-2 planeó febril durante todo el vuelo de un balón que finalmente detuvo Adrián, otra vez.

Antes de cerrar la primera parte, a Pedro Sánchez se le quedó una pelota botando en el área pequeña, justo en el centro, con tiempo para armar la pierna y su disparo se marchó inexplicablemente por encima del travesaño. Ver para creer... de nuevo.

Resultaba evidente que la fórmula para hacer daño del Hércules necesitaba reformularse. Sin desborde y con los tres centrales ahogando al único delantero posicionado, Mora retiró del campo a Nico (anulado por completo) y metió a Raúl González. Surtió efecto. Fueron diez minutos de asedio blanquiazul porque las marcas ya no eran fijas y las ayudas costaban mucho. En ese trance de claro dominio local, el delantero alicantino asistió a Pedro Sánchez. El Intercity, en su único error grave, tiró mal el fuera de juego y el de Aspe se quedó tan solo delante de Herrera que el asistente, a bulto, más por deducción que por certeza visual, levantó la bandera cuando los blanquiazules ya festejaban el empate. Gol mal anulado siete días después de un penalti no señalado sobre el mismo protagonista.

El cabreo general no se pasó, tampoco la sensación de volver a naufragar el día menos propicio. El Hércules siguió apretando, pero en cada viaje con menos fe, sin tanta fiereza, hasta que se quedó sin la energía que se necesita para derribar un valioso muro hecho a base de mármol de Carrara.

1 Los jugadores del Hércules protestan por el gol anulado a Pedro Sánchez a instancia de su juez de línea por un fuera de juego inexistente.

2 Juanma Ortiz se deshace de Aketxe y Nico Espinosa.

3 Cristian Herrera encara a José Fernández y a Raúl Ruiz.

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