Si se repite más de tres veces, o es rutina o es enfermedad. En el caso del Hércules, un imán para los desastres cotidianos, puede que sean las dos cosas juntas. Una cara como local y otra muy diferente lejos de casa. Justo al revés que en la primera vuelta. No hay explicación lógica. Menos después de los refuerzos invernales y la marcha de futbolistas que no contaban. ¿Es raro? Sí. ¿Es contraproducente? También. ¿Resulta peligroso? Seguramente.
EFECTIVIDAD
Dos goles en 360 minutos lejos del Rico Pérez dan para poco
El único de los cinco clubes en puestos de «play-off» que no ha igualado o mejorado sus números en la segunda vuelta ha sido el Hércules. La Nucía y el Intercity se mantienen y el Real Murcia sería líder contabilizando únicamente el segundo tramo del campeonato. El Mar Menor también se ha superado a sí mismo. La causa es sencilla. Los blanquiazules no pueden ganar a domicilio porque no marcan. Cuatro salidas y ningún tanto. Cero. Nada. Dos empates y dos derrotas sonrojantes son el tibio bagaje del conjunto que terminó campeón de invierno y no ha sabido aprovechar esa inercia ni ese logro en su beneficio. Se atasca. Es víctima de una bipolaridad galopante muy poco recomendable en un torneo en el que lo que más vale al final son el equilibrio y la regularidad.
Sin peso ofensivo jamás se consigue algo sustancial, pero no se puede decir que el Hércules de Sergio Mora no lo tenga. En el Rico Pérez ha metido siete tantos, casi dos por contienda, un registro sólido para quien aspira al liderato. Entonces, ¿qué pasa? Nada. Lo que sucede tiene un nombre: cuarta categoría.
Para jugar bien al fútbol, más allá de estilos arriesgados o conservadores, hay que ser contundente en las dos áreas. Siempre que el Hércules lo es, gana. Solo una vez le han pasado por encima este curso. Fue el Levante B, en Alicante. Es el único partido en el que los blanquiazules han estado a merced de su adversario y no han llegado a toserle, ni siquiera a suspirarle. En el resto de envites, con mejor o peor fortuna, siempre ha tenido ocasión de lograr el triunfo. Por eso duele especialmente no verle más arriba, con más ventaja.
SEGURIDAD
Al Hércules le penalizan los errores que luego él no castiga
El nivel de la Segunda RFEF, por más que todos los entrenadores se empeñen en subrayar la igualdad reinante, es bajo. Y es precisamente eso lo que explica por qué un equipo como el Intercity, que lleva 22 jornadas sin perder, no se escapa. O por qué Hércules y Real Murcia, que llegaron a su duelo particular con la soga al cuello, no se desengancharon nunca de la cabeza.
La paradoja más abrupta, la menos digerible, es la de que, en ese magma de equipos sin alardes técnicos individuales de renombre, los rivales penalizan al Hércules los errores que los blanquiazules no aciertan a castigar cuando quienes los cometen son los demás. También esto tiene una lectura ágil. Los fallos blanquiazules, cuando se producen, son garrafales, impropios del nivel futbolístico de quienes los cometen, como en el caso de Tano, de cuyos lunares, los contrincantes han rascado ¡ocho puntos!
Aun así, habrá quien sostenga, y con razón, que si los arbitrajes hubieran sido una pizca más justos, el liderato sería una realidad. Es cierto, pero no vale como excusa para soslayar una realidad tozuda: el equipo blanquiazul puede y debe dar más, tener más poso, ser más fiable porque incluso padeciendo bajas de todos los colores, siempre puede conformar estructuras creíbles con jugadores que, como mínimo, no son peores que con los que se miden. La única pieza que realmente no ha tenido recambio natural ha sido la de Toscano, pero es que, después de haber jugado contra todos, no hay un mediocentro de condiciones similares en todo el grupo 5.
PENSAR EN GANAR...
...o concentrarse en no perder, ese es el dilema a resolver
Lo primero exige asumir riesgos que no te garantizan el éxito. Lo segundo siempre te dará la oportunidad de meter la única que tengas, casi siempre a balón parado, y llevarte la victoria. Raúl Ruiz dio una clave que ayuda a entender cómo piensa un equipo. El capitán dijo que no recibir goles, no verte obligado a remontar, hace que los delanteros, o quien tenga la ocasión de definir, de culminar una jugada, lo haga más tranquilo. La calma es un aliado siempre, pero el dinero se gana sabiendo tomar buenas decisiones bajo presión.