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Segunda RFEF | Jornada 30

Un empate y mil bostezos

►El Hércules renuncia a la primera parte en un partido insustancial planteado mal desde el minuto uno y salvado por una jugada construida entre Bikoro, Nico y José Fernández ►El técnico no alineó de inicio al africano y dejó fuera del equipo a Pedro Sánchez

Ballesté ataja un balón después de un saque de esquina del Hércules tras el 0-1 del Melilla en el Rico Pérez.

Segunda vuelta para olvidar. Alineado con el desdén, acercándose peligrosamente a la desidia, a la creencia errónea de que con un poco de alguien basta, de que no hace falta fútbol, que todo es posicional y que al balón solo se le tiene en cuenta cuando está quieto sobre la hierba. Mal camino. El peor. El Hércules ha perdido más partidos de los que ha ganado desde que se proclamó campeón de invierno. Y siendo esto grave, no parece lo más dramático. Ni rastro del estilo, ni siquiera del más reconocible: el defensivo.

El Hércules de Sergio Mora involuciona con paso firme. El técnico cada vez se conforma con menos, cada vez extrae conclusiones más alambicadas, menos razonables. Y lo peor para él y para el proyecto es que no funcionan. Te levantas decidido a dar un escarmiento a un futbolista para acrecentar un falsa sensación de justicia grupal y al descanso señalas a tres hombres –Acuña, César Moreno y Pau Miguélez– como los responsables del desaguisado que tú mismo has provocado con tu conducta buenista. Un mes y medio después de la metedura de pata de Bikoro en Buñol ya no es tiempo para castigos individuales, sino para soluciones colectivas.

Queda camino por recorrer, seguramente el más duro, y, visto lo visto, con la endeblez que exhibe el equipo en las dos áreas desde enero, sin centro del campo, sin transición y sin remates entre los tres palos, renunciar al segundo puesto, por muy lejos que se viera, es un tiro en la sien. El primero sube directo, pero el siguiente puede hacerlo empatando a cero dos eliminatorias y, a juzgar por el menguante poderío blanquiazul, eso sería de gran ayuda. A pesar de ello, el preparador madrileño optó por dar continuidad al bloque que empató en la Nueva Condomina siete días atrás. Lo hizo porque, a ojos del técnico, aquel fue un buen partido en el que si no se ganó fue por mala fortuna, no porque se decidiera no cruzar el medio del campo durante más de 50 minutos.

Pasaron 36 minutos entre el tanto blanquiazul y el siguiente disparo a puerta de los locales, que no se produjo hasta el 88

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Al principio costaba ganar en casa, luego se complicó lo de hacerlo fuera, ahora rara vez se suma de tres en tres donde sea. Lejos de mejorar con la implementación del sistema, ocho meses después, a uno del desenlace, te sepultan las dudas, las mismas cada semana... y así resulta difícil convencer al público de que vaya a un campo en el que el desencanto crece al mismo ritmo que los bostezos de los valientes que no renuncian a aplaudir a su equipo jugando a algo de lo que puedan sentirse orgullosos dos veces seguidas.

No hubo fútbol en la excepción horaria matinal. Nada. Cero. De ninguno de los dos contendientes. Solo calor, hierba seca y peligro con cuentagotas generado por errores no forzados, la mayoría de los defensas. Sin continuidad, sin circulación, sin gobierno. Arranques de Raúl Ruiz en diagonal y disparos desde lejos. Tres en los primeros 22 minutos. Después, una travesía lacerante por un desierto de cuchillas de afeitar.


La victoria del Real Murcia deja a los blanquiazules cuartos

►El contundente triunfo grana sobre el Puertollano (3-1) permite al Real Murcia adelantar al Hércules en la clasificación y relegarle a la cuarta plaza. A pesar de ello, la derrota del Eldense en casa con el Águilas (0-1) hace que el margen con el sexto sea ahora de 6 puntos y no peligre, de momento, la promoción de ascenso a Primera RFEF.

Al Melilla al menos le justificaba mínimamente su renuncia a correr haber marcado a los 9 minutos en uno de esos episodios insólitos que se dan en la categoría, esos en los que te ves por delante en el marcador en tu primer contacto con la pelota. Le pasó a Miguélez en Murcia y ayer a Rubén del Campo, que remató, libre de marca, dentro del área, un centro lateral desde la derecha precedido por otro error de bulto para desesperación de los testigos, todos menos el portero, que se miraron cariacontecidos con los brazos en jarras. Es el octavo que marca el delantero melillense, nadie en Alicante lleva más que él.

Por primera vez, también al Hércules le quedó grande su estadio. Demasiado lejos unos de otros, nadie alrededor del mediocentro, sin líneas de pase, fracturados, desdibujados, presionando sin criterio, a bulto, malgastando energía en ejercicios improductivos de defensa en bloque alto.

Bikoro trata de habilitar a un compañero tras ingresar en el partido justo después del descanso. HECTOR FUENTES

Mora ordenó calentar a tres futbolistas a la media hora de partido, pero esperó al descanso para invisibilizar el daño de su señalamiento. Entraron de golpe Bikoro, Aketxe y Mario Ortiz. Cambió de nombres, pero no de estrategia. La estructura se mantuvo... y el mal juego, también. Lo único que varió fue la energía que inoculó el ecuatoguineano, que fue capaz de robar una pelota y superar dos líneas con su conducción, con su zancada poderosa. Habilitó a Nico dentro del área del Melilla, El canterano, en una maniobra elegante, fintó una vez, amagó con el cuerpo, sentó a su par y picó la pelota al segundo palo para que José Manuel, atacando el espacio, rematara de cabeza a la red y salvara tímidamente una mañana deplorable en lo balompédico.

El Hércules, lejos de aprovechar ese impulso, quedó a merced de su adversario, que creció sin inquietar. Hicieron falta casi 40 minutos para volver a ver a un jugador blanquiazul tirar a puerta. A dos para la conclusión, Raúl González aprovechó un pase desde la banda del capitán para, a la media vuelta, probar la existencia de Ballesté, aburrido de no hacer nada bajo palos.

Eso fue todo. Un punto pírrico que evita males mayores administrativos, pero que no disimula la tendencia corrosiva que sigue un equipo que solo ha ganado un partido en las últimas cinco jornadas, que lejos de crecer, rebaja sus expectativas a medida que se aproxima el punto de no retorno, al que ya cuesta reconocer hasta cuando se defiende. Restan cuatro fechas, las probaturas ahora son un mal augurio

►FICHA TÉCNICA◄

HÉRCULES: Adrián López, José Fernández, Álex Martínez, Diego Jiménez, Tano, Borja Díaz, César Moreno (Mario Ortiz, 46’, Raúl González, 69’), Pau Miguélez (Bikoro, 46’), Raúl Ruiz, «Toro» Acuña (Aketxe, min. 46’) y Nico Espinosa (Elliot Gómez, min. 65).

MELILLA: Pol Ballesté, Vargas, Cissé, José Antonio González, Iker Hernández, Sergio Chica, Chabboura (Endika, 90’), Del Campo, (Borja, 87’), Jordan Hernández, Fran Núñez (Romero, 90’), y David Ámez.

►GOLES: 0-1, Min. 9: Rubén del Campo. 1-1, Min. 52: José M. Fernández.

►ÁRBITRO: Pol Gòdia Solé (colegio catalán). T. Amarillas: al Toro Acuña, Diego Jiménez, Bikoro y Raúl González, del Hércules, y a José Antonio González, Sergio Chica e Iker Hernández, del Melilla.

►INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la 30ª jornada de Liga en el grupo 5 de Segunda RFEF disputado en el Rico Pérez con casi 2.500 espectadores en la grada. Protección Civil evacuó a un espectador en camilla después de sufrir un golpe de calor en el transcurso del partido en una mañana muy soleada.

►EL DATO: Tres mediocentros defensivos diferentes en 90 minutos. Empezó César Moreno en esa posición, como siempre, hasta que Mora creyó que no estaba dando el nivel y le sustituyó al descanso por Mario Ortiz, que aguantó 23 minutos sobre el césped antes de pedir el cambio. Borja Díaz retrasó su posición para reequilibrar.

►LO MEJOR: Las dos bandas gracias a las acciones aisladas de Nico y Raúl Ruiz. Fueron los únicos con capacidad de rebasar líneas hasta que ingresó Bikoro en el partido. Suyas fueron las acciones individuales más determinantes, las únicas con verdadero vocación ofensiva. Elliot, después, no estuvo a la altura del «heredero» de Abde.

►LO PEOR: La falta de recursos para hacerse con el control del partido. El Hércules que antes no sufría sin el balón, ahora sí lo hace porque no gobierna los partidos ni desde el control (con circulación) ni desde la ocupación de espacios porque pierde los duelos individuales y falla infinidad de pases.

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