Infografía con la trayectoria del Hércules en la temporada 2021-2022 Adrián Esteve

En el frente de batalla, la bala que te mata es la que no oyes. Lo dicen quienes han estado allí. En la gestión de proyectos, da igual si son empresariales o deportivos, la decisión que te hunde es la que no tomas. Resulta dramático, seguramente injusto, pero es así generalmente. Se trata de una trampa a la que los responsables han de enfrentarse en bucle porque el tablero en el que juegan deja mucho espacio al azar, uno que se vuelve infinito en cuanto no eres capaz de controlar ni lo que sí depende de ti. Al Hércules le sucede de manera recurrente, por eso vuelve a verse frente al abismo en otro verano árido, envuelto en llamas, en mitad de un fuego cruzado dolorosamente fratricida en el que la mayoría tiene cosas que reprocharle al de enfrente con el cargador lleno de razones y listo para disparar a quemarropa.

Pero siempre se aprende algo aunque en la práctica no valga gran cosa. El penúltimo intento de la propiedad del club por corregir fallos pretéritos ha acabado de la misma manera que lo anteriores, aquellos que se infestaron de actuaciones reprobables en los despachos y medidas directivas funestas. Es como si el fútbol hubiera decidido ya por todos los que siguen defendiendo su derecho legítimo a decidir. 

Cualquiera que sienta al Hércules como suyo tiene su lista indiscutible de culpables. Cuando se cae haciendo el ruido que emite el Hércules en cada desplome no se salva nadie. Y nadie es nadie, por eso cada año que se fracasa cuesta más volver a empezar porque apenas queda algo en pie. Al menos, consuelo inútil, quien herede la silla eléctrica de Carmelo del Pozo tendrá un campo en propiedad para entrenar... O tal vez no, que también con esto hay malas experiencias archivadas.

Un desastre de temporada como la blanquiazul no se explica desde un solo prisma, es la suma de factores, aleatorios algunos y estructurales una buena parte. Lo que no ofrece duda es que el proyecto que se puso en manos de Sergio Mora dio síntomas de hundimiento mucho antes de las últimas jornadas. La segunda vuelta es la síntesis empírica que explica el ocaso de un vestuario que llegó a la cima a mitad del curso y se acabó sumiendo en la ruina, moral y futbolística. Ningún jugador fue lo bastante regular o sobresaliente como para estar, al menos, a su propia altura competitiva y eso dice mas bien poco de quien tiene que extraer del vestuario las mejores cualidades.

Los «castigos» a Bikoro, la lesión de Pedro Sánchez y las derrotas con Intercity, La Nucía y Eldense, claves del agrio fracaso deportivo

Puede no dar el nivel alguien del que se esperaba mucho, pero si no lo da nadie, entonces hay que mirar al banquillo. De haber sucedido esto mismo hace un año, el director deportivo habría actuado de otra manera, pero tras el vapuleo de críticas soportadas, desde dentro y desde fuera de la SAD blanquiazul, se lo pensó tanto que se le extinguió el tiempo.

Dos ultimátums superó Sergio Mora a lo largo de la temporada. Curiosamente, es el segundo entrenador desde 2012 (cuando lo consiguió Mandiá) que empieza y acaba el ejercicio como titular del banquillo. El otro que puede presumir de tal cosa en la última década es Lluís Planagumà. Nadie más, dos en 10 temporadas. De la primera orden de cese salió encadenando seis victorias, pero de la segunda se libró con un triunfo, y gracias, frente al Puertollano, hoy equipo de Tercera RFEF. Después, seis empates a uno en las últimas siete jornadas, incluida la extra del «play-off».

En vez de buscar un revulsivo en el cambio de técnico, se trató de implementar una acción colectiva cargada de buenas intenciones y vacía de contenido. Después de aquella llamada de auxilio, todo continuó igual, sin solidez defensiva, sin continuidad en la circulación y sin definición. Tanto fue así, que el propio Mora, tratando de explicar por qué su equipo sufría tanto para superar a rivales que no se jugaban nada y estaban hundidos en la clasificación respondió: «No tengo ninguna explicación».

Sergio Mora es el segundo técnico que empieza y acaba el curso en el banquillo del Hércules desde 2012

El Hércules ganó en la segunda vuelta la mitad de partidos que en la primera y ninguno de ellos fue a domicilio. Le costó un mundo hacer goles lejos del Rico Pérez y cuando por fin lo hizo, jamás marcó más de uno. Mora tardó en convencerse de que Bikoro no funcionaba como mediocentro defensivo, que César Moreno debía ser titular pese a su juventud y de que Pedro Sánchez, sin Toscano, era el único con visión de conjunto y no debía ejercer de extremo. Cuando encajó el puzle, alcanzó un liderato que solo fue capaz de defender dos semanas. El ecuatoguineano viajó a la Copa de África (y allí se le desbocó el ego) y el segundo capitán cayó lesionado por una patada criminal. Consecuencia: adiós al ascenso directo.

Mora insistió en la fórmula (4-1-4-1) a pesar de que no funcionaba. Lo veían todos, pero nadie se atrevió a cargar con el peso de una decisión tan arriesgada y no se tomó. Rubén Belima jugó más partidos que el «diez» italiano, el malditismo es lo único que perdura en un club que envejece fatal.