Sea por bondad del algoritmo o deferencia del hada madrina, al abrir mi tablet días atrás quedó servido a modo de tentación un vídeo resumen de un partido que el Hércules disputó en Elche hace 30 años. Se trataba del último encuentro de Liga en el que los herculanos tenían que ganar en el Martínez Valero para meterse en la fase de promoción de ascenso a Segunda, primer objetivo que los ilicitanos tenían asegurado desde semanas antes, al acabar como líderes la competición regular. 

En ese resumen, que no había vuelto a ver, apareció una acción protagonizaba por Eduardo Rodríguez que no recordaba. El gaditano –desde ayer más alicantino que nunca– petrificaba con un sombrero a un defensa, revolviéndose dentro del área en el espacio de una baldosa sin que el rival pudiera adivinar por dónde le había superado la pelota. Aquella obra de arte no acabó en gol, pero dio igual, era una prueba más de que, a esas alturas, el sanluqueño, más que jugar, volaba. 

Eduardo Rodríguez llegó a Alicante un año antes, a principios del noventa, por el empeño del secretario técnico Joaquín Irles y los diez millones de pesetas que el empresario Fernando Andrés depositó en la cuenta corriente del Badajoz. El jugador destapó el tarro de las esencias en su segundo año, bendiciendo todo lo que tocaba, con Aniceto Benito en la presidencia y Quique Hernández en el banquillo, hasta coronar un ascenso en una temporada que estuvo a punto de perderse al ser invitado a salir antes del inicio por negarse a firmar el 35% de descuento de la ficha si el equipo no conseguía el primer objetivo de colarse en la promoción. Eran tiempos en los que la providencia jugaba a favor del Hércules, así que Rodríguez se quedó y comenzó a labrar su camino de leyenda herculana, interrumpida por la aparición de Ruiz Mateos para colarlo en un Rayo Vallecano de Primera División mediante un talón de 40 millones de pesetas en el mes de diciembre, justo cuando el Hércules coqueteaba con los puestos de ascenso en la campaña del regreso a Segunda. 

Sigo pensando, y nadie me aparta de esa idea, que con Rodríguez el club alicantino hubiera encadenado otro ascenso en junio. Y quien sabe si la historia posterior, turbada por la ley Bosman, la llegada de las sociedades anónimas y la extraña Liga de los 22 equipos, hubiera deparado otro camino con un Hércules más rodado.

En todo caso, aquello es el cuento de lo que pudo ser y no fue. Lo que verdaderamente cuenta es lo vivido, y entre esas imágenes quedan enmarcados los tres segundos ante Blanc, por entonces el mejor defensa de Europa, al que rompió la cintura en un zigzagueo inolvidable que enmudeció el Camp Nou. Fue ante el Barça del brasileño Ronaldo, de Figo, de Luis Enrique y del mejor Iván de la Peña, un bloque que se adelantó con dos goles en un pestañeo. Hasta que aparecieron Pavlicic, Visnjic… y los tres segundos de Rodríguez ante Blanc. De eso, seguimos viviendo muchos. Qué remedio.