Renegar de las comparaciones es una obligación entre personas de bien. Pero no se las puede combatir... han de existir y alguien las tiene que hacer. Puede que no sirvan a medio y largo plazo, sin embargo, permiten realizar averiguaciones sobre cuestiones relevantes, más aún en un deporte que repite los mismos protocolos de competición año tras año. Después de seis jornadas, el Hércules de Ángel Rodríguez suma dos puntos menos que el de Sergio Mora y está dos más lejos del liderato.

A pesar del dato escasamente halagüeño, lo más preocupante no es el desfase numérico, sino lo que empieza a parecerse el nuevo proyecto al anterior, que es lo que de verdad desmoraliza a la hinchada, harta de razones a posteriori y declaraciones grandilocuentes ceñidas generalmente a un guion poco convincente por lo repetitivo... y lo previsible. El Hércules que empezó ilusionando, ha enlazado dos partidos grises de esos que se clonaron el curso pasado una jornada detrás de la otra, tanto en la primera como, sobre todo, en la segunda vuelta.

50% PUNTOS

Ha dejado escapar el Hércules en las primeras 6 jornadas

►Su balance actual es de dos triunfos, tres empates y una derrota: 9 de 18 puntos.

2 EMPATES

Se han producido frente al colista y el vicecolista.

►Los blanquiazules no fueron capaces de imponerse en Palma al filial de Mallorca y el sábado igualaron con el Ebro.

El estilo vivaz propuesto por el sustituto de Mora encandiló al Rico Pérez por mostrarse arrebatador, por hacer de la posesión un arma evidente que acorralaba a sus adversarios casi desde el primer instante. Eso, desde hace quince días ya no pasa y no deja de ser curioso que cuanto más se conocen los que apenas se conocían, peor se juega. Extraña y letal paradoja.

Los blanquiazules no le han hecho un gol a los dos peores equipos del grupo hasta la fecha: Mallorca B y Ebro

El sistema de Ángel Rodríguez tiene que desentrañar algunos nudos importantes, pero el más urgente es, cómo no, la incapacidad goleadora. Sin eso, es muy difícil que evolucione bien todo lo demás. Los blanquiazules han perdido el 50% de los puntos que se llevan disputados y, en su estadio, donde la campaña anterior se desangró, ya ha dejado escapar cuatro firmando sendos empates frente a Badalona Futur y Ebro. Únicamente dos triunfos hasta la fecha, uno muy trabajado contra el filial del Espanyol (2-1) y otro, a domicilio, en el campo sintético del Prat (0-2).

Esas dos victorias seguidas se lograron de manera brillante, y aquello disparó la euforia en un entorno necesitado de buenas noticias para no anudarse las arterias al mástil de la bandera que ondea en lo más alto del castillo de Santa Bárbara. No obstante, recobrada la visión tras el fulgor de aquel oropel efímero, la realidad en escala de grises ocupa la mayor parte del espacio... otra vez.

El Hércules, que no puede seguir en construcción eternamente por una simple cuestión de tiempo –para ser campeón hace falta espabilar deprisa– se ha quedado tres semanas (la mitad de las jugadas) sin marcar y ha sido incapaz de hacerle un tanto a los clubes que ahora mismo ocupan las dos últimas plazas de la clasificación: Mallorca B y Ebro.

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Esa fisura en el proyecto es por donde se cuelan los virus que después infectan, inducen el coma y se llevan por delante las ganas de empujar, dentro y fuera del césped. Toda conjunción exige un plazo para asentarse, eso es indiscutible, pero no tiene justificación que el equipo se comportara mejor como bloque cuando los minutos de vuelo compartidos por los integrantes del vestuario eran bastante menos que ahora.

Rodríguez debe recuperar su ángel cuanto antes, encontrar el modo de hacerle llegar la pelota a sus delanteros, elevar el nivel de intensidad con el que se juega y aprovechar la única ventaja real que tiene con respecto a sus adversarios: el José Rico Pérez. Stéphane Emaná, uno de los muchos goleadores que pasaron por el Hércules sin dejar huella, mantuvo invicto ayer al líder Teruel con dos tantos. Mejor no hacerse mala sangre.