¿Por qué somos del Hércules? Resulta evidente que para maquillar el corazón con unos colores u otros hay casi tantos motivos como personas. Además del más lógico, el de poder ver a tu equipo cada dos semanas en el estadio (ya se sabe, el “roce” hace el cariño), las principales razones son la identificación con unos valores determinados, un estilo de juego y, la más importante, el sentimiento de pertenencia (bien sea por nacimiento, raíces familiares o residencia).

Si sintetizar cien años en un único artículo es muy difícil, describir una pasión que dura un siglo en un solo texto lo es muchísimo más. Hoy el Hércules de Alicante Club de Fútbol está de cumpleaños. No feliz precisamente. Pero eso poco importa. La categoría de un club no se mide solo por la división en la que milita. Y es que si tratásemos de medir en resultados, números o clasificaciones todo lo que ha envuelto a los blanquiazules a lo largo de los años solo obtendríamos una pequeña parte de lo que significa el Hércules. De hecho, el “segundo” -y definitivo- alumbramiento herculano llegó precedido de dos cualidades muy alejadas del pragmatismo: la rebeldía y el arrojo. Fue en un 20 de octubre de 1922 cuando Vicente Pastor Alfosea, cansado de que su Hércules solo fuese un filial limitado a formar jugadores, rompía cualquier vínculo con su club nodriza (Bellas Artes), creaba una junta directiva e inscribía a los entonces rojiblancos en la Federación Levantina de Fútbol.

Desde aquel día hasta hoy han pasado por el club blanquiazul más de mil doscientos jugadores. Buena parte de ellos de puntillas, sin dejar huella. Incluso algunos despertando tempestades. Pero, también hay que decirlo, la lista de leyendas que sí hicieron honor a aquello de “le llamaremos Hércules para infundir respeto” pone lo pelos de punta: porteros como el canario Pérez (primer internacional español del club), el paraguayo Humberto, Amador o los también internaciones Santoro (Argentina) y Deusto (España); defensas como Santos, el “araña” José Antonio, Manolo Maciá, el croata Pavlicic, Quique, Albaladejo, el mundialista Eladio, Paco Peña o la icónica pareja de centrales formada por Giuliano y Rivera; centrocampistas como los canarios Tatono y José Juan, Tote, el eterno capitán Baena, Commisso, Aracil, Carcelén, Pina, el valenciano Farinós, Fusté, Müller, Ernesto, Miguel De las Cuevas, el “metrónomo” Saccardi, Parra y su leal Escudero Paquito, Álvaro Cámara, el mismísimo Luis Aragonés -cuando aún era aprendiz de Sabio- o el colombiano Abel Aguilar; y delanteros como Manolo “rock&gol” Alfaro, el tico Morera, Eduardo Rodríguez, Ramón, el “Tigre” Barrios, Kustudic, Calsita, Nelson Haedo Valdez, Blázquez, Arieta, Dante Sanabria o los campeones del mundo David Trezeguet y Mario Alberto Kempes... Todos ellos magníficos futbolistas que dieron vida a algunas alineaciones que perdurarán eternamente en la memoria de los alicantinos. Como la del equipo maravilla de los años 30 (al que solo el sombrío paréntesis de la Guerra Civil le privó de la posibilidad de ganar algún título importante) o como el mítico once que dibujó el Zorro Arsenio Iglesias, con el que acarició la Copa de la UEFA y consiguió situar a los alicantinos, a mediados de los setenta, entre los cinco mejores equipos de España. Así mismo, más de un centenar de entrenadores han ocupado los banquillos de Bardín, La Viña y el Rico Pérez, con los que el conjunto alicantino ha acumulado nada menos que 3191 partidos, con 1267 victorias y 1138 derrotas, dentro de sus 20 temporadas en Primera División, sus 43 en Segunda y sus 27 entre la tercera y la cuarta categoría del fútbol español. ¿Quizás por todo eso seamos del Hércules? No exactamente...

Formación mítica del Hércules INFORMACION.ES

Dicen que la piel es de quien la eriza. Sí. Pero también -y más en este caso- es importante con qué y cómo lo hace. Todos esos nombres y números han escrito la historia de este anciano que hoy ya tiene cien años y una (mala) salud de hierro. Pero ni el mejor de los jugadores o el más astuto de los entrenadores, ni siquiera cualquier resultado o clasificación, significarían nada de no ser por esos instantes que acumulamos en la memoria y que hacen que amemos y odiemos a partes iguales el momento en el que nos hacemos herculanos. Resumiendo: el club alicantino no sería nada sin esa inmensa amalgama de emociones y sentimientos despertados en su afición a lo largo de su siglo de vida. El Hércules de Alicante es el Chepa y aquellos once locos que ganaron 2-1 al Benaluense en 1919, es el carácter de Manolo Maciá y José Antonio o ese niño que fue de la mano de su padre a Bardín y acabó yendo de la de su nieta al Rico Pérez; es el gol de Ramón al Elche en La Condomina, el de Sanabria en el Bernabeu o el de Rodríguez al Barça en el Camp Nou; es el córner del Matador Kempes, es el resbalón de Álex Muñoz y cada gota de sudor que derramaron Saccardi y Giuliano con el negre Lloma en el pecho. Es el marcador Dardo, es Humberto recorriendo El Sadar de rodillas o un repleto Rico Pérez cantando el himno de Alicante antes de aquella final ante el Cádiz; es el bocadillo del descanso, el olor a césped recién cortado y el recuerdo de los que ya no están

El Hércules es ese chaval que se colaba en La Viña por la cochera de tranvías para ver los partidos, es el empuje de Baena o el hat trick de Kustudic al Valencia en la madre de todos los derbis; es cada pase que Parra daba con la mirada, cada eslalon de Tote y cada uno de los que alguna vez lloramos en el Rico Pérez… Por todos esos momentos y mil más somos herculanos. Ayer, hoy y en los próximos cien años… ¡Macho Hércules!