Un equipo que encaja 11 goles en tres partidos adolece de un problema severo de contención. Si ocho de ellos te los meten dos conjuntos con notables dificultades para marcar (La Nucía y Lleida), entonces es que estás cayendo en barrena y muy lejos de tu objetivo menos ambicioso: promocionar. El Hércules, que ha pasado de coliderar el grupo a ocupar una de las plazas de descenso a la quinta categoría nacional en solo 12 fechas, se ha vuelto invisible para sus rivales sin que su entrenador haya encontrado el modo de contrarrestarlo.

O su discurso y sus métodos de trabajo no calan en el plantel, o los futbolistas a su cargo no dan el nivel mínimo. El preparador leonés opta por lo segundo, posando el foco sobre un vestuario que cada partido firma errores que le convierten en un oponente muy apetecible para sus rivales. Los ejemplos en lo que va de curso son flagrantes, pero los del último mes frisan el horror.

El Hércules ha recibido un gol de saque de banda directo al área; otro en un centro lateral que se ve venir de cara, nadie toca y acaba colándose en la portería; otro después de que un adversario robara en media cancha y recorriera cincuenta metros hasta plantarse, sin oposición alguna, mano a mano con el portero.

Ángel Rodríguez no frena la involución del equipo y subraya los errores individuales, pero sin acertar a resolverlos desde hace meses

Aun así, el colmo se vivió el pasado domingo en el Rico Pérez. Fue tan grosero, que sirvió de espoleta en la detonación incontenible de ira del público que estalló después. Primero Truyols se autoexpulsó (otra vez) con una maniobra poco profesional y posteriormente, en el disparo a puerta a balón parado, dos de los pesos pesados del proyecto, Míchel y Raúl Ruiz, se separaron para eludir el impacto de la pelota que pateó David López desde la frontal y que significó el 0-1. 

Seis hombres en la barrera, uno más tendido en la hierba tapando una posible salida rasa del balón aprovechando el salto al unísono de los integrantes del muro. Sin apenas distancia para que el lanzador dibujara una parábola efectiva, Carlos Abad se apostó correctamente para proteger la portería. Con lo que no contaba el canario era con el gesto de dos de sus capitanes, que se dieron la vuelta, cada uno para un lado diferente, abriéndose en vez de juntarse, un fundamento futbolístico muy primitivo, uno básico.

Momento del golpeo de David López que significó el 0-1 por la apertura de la barrera. Alex Domínguez

Su cara al ver entrar el cuero como si no hubiera barrera fue el ejemplo de en lo que se ha convertido el Hércules, que en lugar de conjuntarse como bloque con el paso de las jornadas, ha pasado a se un amasijo de dudas y fragilidades bastante pueriles.

Ángel Rodríguez está convencido de que con refuerzos invernales se solucionará el desaguisado, pero, con estos mismos futbolistas, también lo estaba de que habría diversión en el estadio blanquiazul y que los alicantinos pelearían, sin duda, por ser campeones. Ya no lo cree nadie, tampoco él.

Ángel Rodríguez, expulsado, se comunica con sus ayudantes en el banquillo desde el antepalco del Rico Pérez, Alex Domínguez

El mismo técnico que reconoce que el equipo no exhibe ni un solo rasgo de su sello personal como entrenador, el mismo que repite nombres en las alineaciones a pesar de identificarlos como responsables directos de las ruinas dominicales, el que es incapaz de contener la sangría de tantos en contra, que ha sumado 13 de los 36 puntos posibles, que ha ganado un partido de los últimos nueve oficiales, que ha perdido en seis de ellos y tiene al equipo metido de lleno en la pelea por eludir el descenso después de 12 jornadas, ese será el preparador que dirija al equipo en Olot este domingo.

48 horas después de que Paco Peña convenciera a la propiedad de que en un momento de riesgo inminente de naufragio como este lo conveniente es mantenerse frío, se le dio una semana más de margen al preparador porque para el secretario técnico, pese a lo tozudo de los datos, sigue teniendo crédito. En Girona se sabrá si sus jugadores opinan igual.