HISTORIAS DEL CENTENARIO DEL HÉRCULES

Plata y plomo

Este texto va a plasmar un tramo de la historia del Hércules huérfano del glamour de la Primera División pero necesario para entender cómo se fraguó, desde el barro de Tercera y gracias al trabajo y pundonor de muchos jugadores y entrenadores, el mítico equipo que asombró en los setenta

26/3/1967. Hércules 1-1 Barcelona. De pie y de izda. a dcha.: Fernández, Miche, Ramos, Belló, Miguel Ángel y Toledo. Agachados: Ramón, Cervera, Cáceres, Maxi y José Juan.

26/3/1967. Hércules 1-1 Barcelona. De pie y de izda. a dcha.: Fernández, Miche, Ramos, Belló, Miguel Ángel y Toledo. Agachados: Ramón, Cervera, Cáceres, Maxi y José Juan. / COLECCIÓN DE VICENTE MESTRE

Enrique Moscat

Enrique Moscat

Cuando a Ángel Cappa le preguntaron qué es el fútbol dejó a un lado su particular verborrea y optó por el reduccionismo, dejando para la posteridad aquello de que “el fútbol es alegría o no es nada”. Y solo le faltaba un cincuenta por ciento de razón al argentino, pues el fútbol, o sea, la más importante de las cosas menos importantes, se alimenta en mayor medida de las grandes victorias, del jogo bonito y sobre todo de los grandes éxitos, esos que quedan para siempre. Pero también hay sitio para las derrotas más desgarradoras, esas que te arañan el alma y que también, aunque duela, forman parte de la tinta que escribe la historia de cualquier club. Sin embargo, rara vez escapan del olvido colectivo los periodos de transición, esos años en escala de grises, en los que se ponen los cimientos de los triunfos o los fracasos del mañana... No esperen que este artículo les hable de jugadas imposibles, de galopadas de extremos que levantaban de sus asientos al público de La Viña o de triunfos de prestigio ante el Real Madrid o el FC Barcelona. Este texto va a plasmar un tramo de la historia del Hércules huérfano del glamour de la Primera División pero necesario para entender cómo se fraguó, desde el barro de Tercera y gracias al trabajo y pundonor de muchos jugadores y entrenadores, el mítico equipo que asombró en los setenta. Y es que sin los José Juan, Marcos, César, Humberto, Sarrachini, Baena, Fusté, Rivera, Kalmár y tantos otros -muchos de ellos casi anónimos para gran parte de la afición- difícilmente habríamos asistido a la edad de oro herculana. Precisamente por esto también, en reconocimiento a todos ellos, van las líneas que a continuación van a leer...

PRIMERA, HOLA Y ADIÓS (66-67)

El Hércules afrontaba la temporada de su vuelta a Primera y del estreno del remozado Campo de La Viña con mucha ilusión, una buena plantilla y la permanencia como objetivo mínimo. Se confiaba en que la mezcla de veteranía -Bartolí, Miche o Antoniet- y juventud -Ramón, Cervera o Arana- conjugase a la perfección con la madurez de José Juan (ahí ya con veintisiete primaveras). Pero, tras un buen arranque, el conjunto herculano estuvo catorce jornadas sin ganar, lo que hizo que las expectativas creadas volaran por los aires. Al final, el equipo que empezó entrenando Vicente Dauder y que acabó con Toba en el banquillo terminó la Liga penúltimo, con solo seis victorias en treinta partidos. Apenas un año después de haber conseguido el ascenso en la última tarde de Bardín, el club blanquiazul daba con sus huesos de nuevo en Segunda División.

5 de julio de 1970. Humberto camina de rodillas tras superar a Osasuna y ascender a Segunda División.

5 de julio de 1970. Humberto camina de rodillas tras superar a Osasuna y ascender a Segunda División. / COLECCIÓN DE VICENTE MESTRE

MURPHY SE SACA EL CARNÉ DE SOCIO (67-68)

Tras la decepción, tocaba rehacerse. Como tantas veces que el Hércules se ha roto a lo largo de su hoy centenaria historia. Pero el verano del 67 llegaba con turbulencias. Primero con la enésima reestructuración de Segunda que iba a hacer que al menos ocho clubs de cada grupo perderían la categoría. Y segundo con el traspaso de Ramón, la gran estrella de los alicantinos y una de las más firmes promesas del fútbol español. El oriolano, después de cuatro temporadas, cambiaba el blanquiazul por el rojiblanco del Atlético de Madrid. Cuatro millones de las antiguas pesetas habían tenido la culpa.

Aun con estos hándicaps, había confianza en que la estancia de los herculanos en la categoría de plata durase lo menos posible. Y así fue. Pero nadie esperaba que los chicos entrenados por el mítico Antoni Ramallets acabaran saliendo de Segunda por el desagüe. Y es que, después de una pésima temporada, el Hércules volvía a acabar penúltimo y consumaba lo increíble: en apenas un año había pasado de militar en Primera a hacerlo en Tercera División. Ya se sabe, “si algo puede salir mal, saldrá mal”. Era 1968 y la ley de Murphy empezaba a cogerle “gustillo” al Hércules de Alicante…

EL PARTIDO DE LA VERGÜENZA (68-69)

Tras el descenso a Tercera, el nuevo presidente Tomás Tarruella tenía dos asuntos clave que resolver: la continuidad de José Juan y la contratación de un entrenador de las máximas garantías de cara al obligado retorno a Segunda División. Y ambas cosas las resolvió, a priori, con acierto. Sobre todo en el caso del canario, que contaba con importantes ofertas de superior categoría. En cuanto al banquillo, el elegido fue Álvaro Pérez, que volvía al Hércules tras ascenderle a Segunda en 1960. Sobre el papel se habían hecho bien las cosas y se esperaba que los blanquiazules retornasen a la categoría perdida en el primer intento. Pero, como ha pasado -y pasa- demasiado habitualmente, fueron los propios alicantinos los que se dedicaron a poner palos en sus propias ruedas: Álvaro Pérez era cesado en noviembre con el equipo situado en los puestos altos de la tabla y el técnico interino Luis Ortega tomaba los mandos. Ya desde las primeras semanas con Ortega en el banco, los alicantinos retomaron un liderato que no perderían hasta el 4-2 ante el Eldense en la penúltima jornada. Esta derrota en Elda (que conllevó el nombramiento de Manolet como jugador-entrenador) unida a la victoria del F.C. Cartagena ante el Sueca, hacía que el Hércules se situara segundo a dos puntos de los cartageneros que, caprichos del destino, visitaban La Viña en la última jornada. El Hércules necesitaba ganar por dos goles de diferencia para empatar a puntos al Efesé y superarlos en el golaveraje particular (en El Almarjal habían ganado los locales por 1-0). Cuentan las crónicas de la época que en el estadio de La Florida se dieron cita alrededor de 25 mil espectadores -entre ellos unos cinco mil cartageneros- que se apiñaban para no perderse la auténtica final por el primer puesto. El partido prometía emociones fuertes y las tuvo. Bueno, realmente hubo de todo. Desde roces entre las hinchadas hasta un supuesto soborno al meta visitante Porras pasando por el gol decisivo marcado por Sevilla casi en el último suspiro. Finalmente el Hércules venció por dos goles a cero al Cartagena -el otro tanto fue obra de Matas- y, con ello, los blanquiazules cumplían el primer objetivo de la temporada: ser campeones del grupo sur de Tercera. El siguiente paso consistía en un duelo a doble partido ante el Castellón, donde los alicantinos partían como claros favoritos y en el que el ganador ascendería a Segunda. Sin embargo, la balanza se acabó inclinando hacia los de la Plana (4-3 en el global). El Hércules se quedaba sin ascenso en primera instancia. Pero aún le quedaba una segunda oportunidad donde le esperaba el Ilicitano. En el primer encuentro el filial del Elche venció contra pronóstico en la ciudad de las palmeras por tres goles a uno, resultado que acabó dejando sin valor la victoria herculana por la mínima lograda una semana después en Alicante. La derrota en la eliminatoria decisiva ante los franjiverdes dejó en la afición herculana un mal trago que amargaba por partida doble: se había esfumado el ascenso a Segunda y, lo que era peor, había sido ante las promesas del eterno rival. El orgullo blanquiazul estaba por los suelos y las tardes mágicas, tan habituales en Bardín, parecían vedadas en La Viña. Corrían malos tiempos para la lírica…

Jeno Kalmár.

Jeno Kalmár. / COLECCIÓN DE VICENTE MESTRE

EL NENE, PAMPLONA Y EL ÚLTIMO SERVICIO DE JOSÉ JUAN A LA CAUSA (69-70)

Era la primera vez en la historia en que el Hércules repetía temporada en la categoría de bronce. En un club todavía joven pero acostumbrado a volar alto, la Tercera División ya empezaba a pesar como el plomo en sus alas. Había que salir del pozo y había que hacerlo ya. Para ello, Tarruella, sabedor de que no se podía repetir la inestabilidad de la temporada pasada, empezó por el principio y contrató como entrenador y piedra angular del proyecto 69-70 al legendario exinternacional César Rodríguez. Junto al exblaugrana llegaron pocos fichajes, como el joven delantero Pardo, el defensa ecuatoguineano Makoli (primer jugador negro de la historia del club) y el portero paraguayo Humberto Núñez. Durante la pretemporada se pensaba que la mejor “adquisición” sería, una vez más, mantener en la plantilla a José Juan. Pero esta vez no fue así. O al menos no del todo. El meta Humberto, rápidamente y a base de reflejos, se ganó compartir el cariño de la afición con el crack canario. Con ambos sobre el césped, la seguridad defensiva del trío Murcia-Araujo-Balbuena y los goles de Marcos, el Hércules volvía a ganar, esta vez con autoridad, el grupo sur de Tercera División. Ahora, el siguiente paso era doblegar al Logroñés para conseguir el ascenso. Pero el conjunto blanquiazul, volvía a dinamitar los pronósticos y caía ante los riojanos en el partido de desempate jugado en el Santiago Bernabeu. La inquietud y, por qué no decirlo, el miedo de que se volviera a producir la hecatombe del año anterior ante el Ilicitano corrían como la pólvora por Alicante. Además, el rival en la ronda de repesca era un equipo de mucha enjundia, Osasuna de Pamplona. Pero aquí el Hércules sí hizo honor a su nombre, espantó todas sus dudas y liquidó a los rojillos por un contundente cuatro a cero. Los goles de Araujo, Costoya y el doblete de Marcos enloquecieron La Viña y dejaron al cuadro local a un paso de ascender a la categoría de plata.

El encuentro de vuelta, como era de esperar, resultó ser un trámite que selló la vuelta a Segunda

de los alicantinos y que dejó dos imágenes icónicas al final: la de un emocionado José Juan, ya convertido en leyenda viva del club, retirándose del fútbol con un nuevo ascenso y la de Humberto recorriendo parte del césped de El Sadar de rodillas. No sería la primera promesa que haría El Nene ni la última vez que se dejara el alma y las rodillas por el Hércules...

LOS AÑOS DE PLATA (70-73)

El Let it be de los Beatles, el primer Mundial de México y la muerte de Jimi Hendrix. Es 1970 y el Hércules, por fin, podía lucir palmito de nuevo en la Segunda División de nuestro fútbol. La vuelta a lo que hoy denominaríamos “el fútbol profesional” trajo no pocas novedades en el seno del club blanquiazul. Y es que, aunque seguían el técnico César y buena parte del equipo que había logrado brillantemente el ascenso, se produjeron nueve fichajes. De todos ellos, los más destacados fueron el defensa Manuel Navarro (internacional en categorías inferiores), el guardameta Bermúdez -que arrebató la titularidad al idolatrado Humberto- y el argentino Juan Fernando Sarrachini, un centrocampista ofensivo, ex de Newell´s Old Boys, que destilaba clase por cada poro de su piel.

Desde el inicio de la temporada el equipo se mostró demasiado irregular. Al finalizar la primera vuelta, después de 15 jornadas sin ganar, el Hércules se situaba en la zona peligrosa, en puestos de promoción de descenso a Tercera. Pese al buen plantel, pesaba demasiado el rendimiento decepcionante de varios jugadores que, teóricamente, estaban destinados a marcar las diferencias (especialmente los brasileños Waldo y Wanderlei). A esto había que añadir una inestabilidad en la dirección técnica -el banquillo tuvo cinco inquilinos en apenas seis meses- que tampoco ayudaba. Con todo y gracias al buen hacer del zaguero Navarro, a la capacidad goleadora del irreductible Marcos -15 tantos ese año- y al fútbol de etiqueta de Sarrachini, el Hércules que acabó entrenando el húngaro Kocsis, finalizó la campaña 70-71 en una discreta pero suficiente undécima posición.

El siguiente curso futbolístico en la categoría de plata vino marcado por el cambio en la presidencia. Tarruella, sin duda el mandatario más combativo que había tenido el herculanismo hasta entonces, legaba su sillón al que iba a suponer un antes y un después en la historia del club, José Rico Pérez.

El constructor, que ya desde su primer año miraba alto y apostaba por el ascenso, confió el banquillo a Ignacio Eizaguirre. Junto al entrenador vasco llegaron el portero Zamora (eterno suplente de Iríbar en el Athletic de Bilbao), los defensas Santamaría (Real Sociedad) y Rivera (Córdoba) y el por entonces joven delantero Juan Baena. Al final, en una temporada aún más discreta que la anterior, el Hércules 1.0 de Rico Pérez conseguía de nuevo la permanencia en Segunda División tras superar al Cartagena en la promoción (3-1 en La Viña y 1-1 en El Almarjal).

21/1/1973. Hércules 1-0 Valladolid. De pie y de izda. a dcha.: Zamora, Santamaría, Albaladejo, Eladio, Rivera y Pachón. Agachados: Parés, Baena, Varela, Fusté y Carcelén.

21/1/1973. Hércules 1-0 Valladolid. De pie y de izda. a dcha.: Zamora, Santamaría, Albaladejo, Eladio, Rivera y Pachón. Agachados: Parés, Baena, Varela, Fusté y Carcelén. / COLECCIÓN DE VICENTE MESTRE

La segunda campaña de Rico Pérez y la tercera consecutiva del club en el segundo escalón del fútbol español traía un nombre de postín para la banqueta blanquiazul, el húngaro Jeno Kalmár.

El veterano técnico llegaba procedente del Málaga con un currículum envidiable a sus espaldas, habiendo entrenado a Honved (1952-1956), FC Admira (Austria), Oporto (Portugal), Halmstads (Suecia) y a un buen número de clubes españoles (Sevilla, Granada, Valladolid, Espanyol y Zaragoza). En su palmarés destacaban dos ascensos a Primera (con Granada y Málaga), un subcampeonato de la Copa del Generalísimo con los nazaríes, un tercer puesto en la máxima categoría con el Espanyol y, sobre todo, las cuatro ligas húngaras ganadas con el histórico Honved de Budapest, con quien incluso participó en el mítico partido del 54 ante el Wolverhampton inglés. Como se puede ver, no era, para nada, una mala carta de presentación. Además del preparador magiar, el curso 72/73 trajo otras muchas novedades en la plantilla herculana. Como las altas de Pepe Varela (procedente del Racing de Santander), del juvenil José Joaquín Albaladejo (debutó con solo 17 años) y las de los manchegos José Antonio Hervás (Ceuta) y Juan Antonio Carcelén (Albacete), todos ellos jugadores jóvenes cuyo rendimiento superó con creces cualquier expectativa previa. Asimismo, los fichajes de los exinternacionales Fusté y Eladio ponían el contrapunto necesario de la veteranía y enriquecían el núcleo duro que formaban Pepe Rivera, Juan Baena y Sarrachini: el cubo de Rubik de Kalmár parecía resuelto.

Sin embargo, el devenir de la temporada determinó tanto que este Hércules apuntaba a cotas mucho más altas que el de años anteriores como que habría que esperar un par de campañas para que llegara a su máximo potencial. De esta manera, los chicos del Profesor Kalmár combinaron grandes actuaciones (como el 5-2 ante el Racing o el 2-1 ante el Elche) con varias malas rachas que le acabaron costando no meterse en la lucha por el ascenso. Al final, noveno puesto en Liga y quinta ronda en Copa (donde fueron eliminados por el Deportivo). No estaba mal para el bisoño cuadro herculano pero lo mejor estaba por llegar. Los Humberto, Rivera, José Antonio, Varela, Baena, Carcelén o Albaladejo habían dado muchas pistas de que lo que se estaba empezando a cocer a fuego lento en la categoría de plata durante estos años acabaría convirtiéndose en oro puro. Pero para empezar a verlo tendríamos que esperar un añito y que un gallego llegara a Alicante para cambiar la historia del Hércules para siempre...

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