HISTORIAS DEL CENTENARIO DEL HÉRCULES

La transición herculana (1977-1982)

29 de abril de 1979, Hércules 1-0 Sevilla. De pie y de izda. a dcha.: Baena, Rivera, Amador, Carcelén, Lattuada y Giuliano; Agachados: Charles, Aracil, Kustudic, Juan y Moyano.

29 de abril de 1979, Hércules 1-0 Sevilla. De pie y de izda. a dcha.: Baena, Rivera, Amador, Carcelén, Lattuada y Giuliano; Agachados: Charles, Aracil, Kustudic, Juan y Moyano. / COLECCIÓN DE VICENTE MESTRE

Enrique Moscat

Enrique Moscat

Tras la muerte de Francisco Franco, el régimen agonizaba sin el Dictador. Juan Carlos I, que había recibido como “herencia” la jefatura del Estado, lejos de ser el sucesor que pretendía el Generalísimo, era partidario de que la Corona fuese un “complemento” a un arco parlamentario aún por constituirse. En aquel momento, el litigio político tenía tres aristas: los continuistas, que pretendían seguir bajo el mandato de los Principios del Movimiento; los reformistas, que abogaban por un proceso de “reajuste” desde la legalidad del régimen; y los rupturistas, que, como su nombre indica, querían romper con todo lo que oliera a franquismo. Al poco, la mesa de debate perdió una pata -la continuista- y todo quedo reducido a la dicotomía reformista o rupturista. Al final, la Ley de la Reforma Política de 1977, significó una reforma con resultado final de ruptura y posibilitó, entre otras cosas, la derogación de las Leyes Fundamentales, la celebración de las primeras elecciones democráticas en España desde el 36 y, con ellas, la posterior promulgación de la Constitución. Tras el susto de Tejero, la Transición finalizaría con la victoria socialista en las elecciones generales de 1982 que trajeron la consolidación definitiva de la democracia en nuestro país.

Pero si nos ceñimos a lo estrictamente futbolístico y a su versión alicantina, no se puede decir que el Hércules CF viviese una transición tan dulce y mucho menos con ese final feliz que tuvo la española. Sí, es cierto que el Hércules de mediados de los setenta era un “equipo de autor” y su arquitecto se había marchado al Zaragoza. También que podía ser previsible que, con el adiós de Arsenio Iglesias, las expectativas iban a variar a la baja, pero pocos habrían esperado que, en apenas unos meses y casi sin anestesia, el cuadro blanquiazul pasase de estar en los puestos de honor y cerca de pelear por ganar títulos a luchar por evitar el descenso a Segunda. Son los tiempos de Amador, Kustudic o Koldo Aguirre pero también los de Mesones, Megido o Tomaszewski. Son los años, en definitiva, en los que la mítica Madriguera de acero se fue desangrando poco a poco sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo...

EL BETIS MUERE DE AMOR (77-78)

El Hércules d. A. -después de Arsenio- veía la luz con pocos cambios en la plantilla. Sin Santoro ni Lübeke pero con la inmensa mayoría de los nombres de la época dorada y con las altas del uruguayo Lattuada y los argentinos Verde, Moyano y Castronovo. La apuesta por la argentinización era clara, pues el elegido para sustituir a Arsenio Iglesias fue Felipe Mesones. Y precisamente desde el banquillo empezaron los problemas. El argentino, pese a que venía de hacer una excelente campaña con el Elche en Primera (11º puesto), carecía del carisma, de la cercanía con los jugadores herculanos y de la inteligencia táctica del Zorro de Arteixo y eso se notó, primero en el vestuario y a la larga en el campo. Pese a que se empezó bien (3 victorias, 2 empates y 2 derrotas), desde el triunfo ante el Barcelona (2-1) en la séptima jornada, el Hércules estuvo sin ganar hasta la visita del Valencia en la vigésimo primera, ya con Benito Joanet como entrenador. Con el catalán a los mandos, el Hércules mejoró sus prestaciones y, tras una casi impoluta racha de seis victorias y dos empates en los siguientes nueve encuentros, llegó a las últimas cuatro fechas en lo que parecía ser una muy desahogada decimotercera posición. Pero a partir de ahí, el conjunto alicantino echó el freno de manera inexplicable y solo sacó un empate -en casa, ante el Espanyol- en 3 jornadas, con lo que llegó al último partido de Liga, en el que se enfrentaba al Burgos, necesitando ambos un punto para mantenerse en Primera División. Todo hacía presagiar que el choque entre alicantinos y burgaleses acabaría en empate. Y así sucedió. Entre gritos de “que se besen, que se besen”, poquísimo fútbol y demasiada vergüenza ajena, hubo empate a cero en el Rico Pérez y el Real Betis, que era el tercero en discordia del “trío amoroso”, acabó bajando a Segunda por el golaveraje. Así, un año después y de la manera más mezquina posible, el Hércules se vengaba de Esnaola y compañía de la dolorosa derrota en la Copa de la temporada anterior.

AMADOR Y KUSTUDIC ENCIENDEN LA LUZ EN EL RICO PÉREZ (78-79)

La consigna de cara al inicio de la temporada 78/79 era clara: no pasar los apuros del año anterior. Para ello, el presidente José Rico Pérez se aseguró la continuidad de Benito Joanet y reforzó el equipo con jugadores como Turco Abad (procedente del Castellón), el delantero serbio -entonces yugoslavo- Miodrag Kustudic (Rijeka), el lateral Portu (Racing de Santander) y los exmadridistas Amador y Macanás. Por contra, abandonaron el club Ferrer Díaz, Castronovo y futbolistas emblemáticos como Barrios (Levante) o los retirados Betzuen, Quique y Humberto.

En teoría se había ido más de lo que había llegado y así pareció reflejarlo el primer tercio de competición, especialmente el primer mes, donde los hombres de Joanet presentaron un horrible balance de 1 victoria y 4 derrotas. Esto hizo que el catalán hiciera varios reajustes tácticos y diese la titularidad en la portería a Amador en lugar de un Deusto en clara decadencia. Amador Lorenzo, para muchos uno de los mejores porteros de la historia del Hércules, era un guardameta muy ágil, sobrado de reflejos y eficaz en el juego aéreo. Gracias en buena medida a sus actuaciones, los alicantinos empezaron a notar casi de inmediato una leve mejoría que se tradujo más en el juego que en los resultados. Sin embargo, todo iba a cambiar a partir de la jornada 13, en el duelo ante el Recreativo en el Rico Pérez, donde Benito Joanet habría perdido previsiblemente algo más que dos puntos de no haber salido victorioso. Pero el 2-0 ante el Decano disipó los aires de cese y significó el inicio de un racha de cuatro triunfos consecutivos que culminó con una extraordinaria victoria en el derbi ante el Valencia en el Rico Pérez. En dicho encuentro, el hasta entonces discutido Kustudic demostró de la pasta que estaba hecho, hizo un partido para enmarcar y su hat trick ante los ché le hizo inmortal para el aficionado blanquiazul. Tras el 3-0 ante los valencianistas, el conjunto alicantino se situó en la mitad de la tabla, situación que no abandonaría hasta el término de la Liga.

SALVADOS MA NON TROPPO (79-80)

Después de la digna campaña anterior, el Hércules afrontaba la temporada 79-80 con similares expectativas. La idea era repetir en la zona templada de la clasificación. Con ese objetivo se confeccionó una plantilla que tenía como novedades más importantes al ex del Athletic Juan Carlos Vidal, al exalmeriense Zunzunegui y al campellero Félix Palomares. Demasiado poco para paliar las importantes bajas que se habían producido en el cuadro alicantino. Entre ellas estaban las de Verde (rumbo al Sheffield United), Lattuada (Unión Santa Fe) y tres de los hombres del Zorro: Saccardi, que volvía a su club de siempre -Ferro Carril Oeste- y los retirados Deusto y Rivera.

El inicio de la Liga -con partidos ante el Atlético de Madrid, Athletic de Bilbao, Valencia, Barcelona y Real Madrid- fue tan difícil como se preveía. Tan duro que el 5-0 ante los blancos dejó al Hércules decimoquinto y se llevó por delante a Benito Joanet. Su sustituto: Koldo Aguirre. Con el ex del Athletic, el conjunto alicantino mejoró bastante sus prestaciones -fundamentalmente a nivel defensivo- y enlazó diez partidos sin perder (tres de ellos de Copa) para acabar la primera vuelta en decimotercera posición. Aguirre no había inventado nada, simplemente había hecho jugar al equipo en base a las armas que tenía: rigor defensivo, solidaridad y disciplina táctica. Es decir, intentar mantener el cero en la portería de Amador y tratar de aprovechar alguna de Kustudic (12 goles aquel año). Y no le fue mal del todo, pues los alicantinos acabaron logrando la permanencia in extremis. Se habían salvado los muebles una vez más pero se confirmaban dos cosas: la primera, que la transición pos época dorada estaba siendo más complicada de lo imaginable y la segunda, que la tendencia a la baja empezaba a ser alarmante. Había que hacer algo o más temprano que tarde se iba a descender…

Celebración característica de Kustudic tras anotar un gol.

Celebración característica de Kustudic tras anotar un gol. / COLECCIÓN DE VICENTE MESTRE

EL HÉRCULES SE DESMELENA (80-81)

Mitad jipi, mitad genio. Melena rizada al viento. Sus ojos nunca hablaban pero siempre decían la verdad. Su bigote formaba parte del paisanaje hispánico del comienzo de los 80. Cuando la Primera División fue el OK Corral del fútbol quinqui, Alfredo Megido era uno de sus mejores pistoleros.

El sevillano era el fútbol en estado puro, sin tácticas, sin reglas. Sin más ataduras que la cadena invisible que unía el balón a su pie derecho. Megido fue una vez internacional y con su talento podría haberlo sido cien más. Era una estrella del rock con medias y pantalones cortos, un diez con el 7 a la espalda y el George Best español... Y lo había fichado José Rico Pérez para su Hércules.

Junto al crack andaluz llegaron a la capital de la Costa Blanca el exinternacional Churruca y los exazulgranas Serrat y Amigó. Este último, en una especie de cambio de cromos, para suplir a Amador, que había sido traspasado al FC Barcelona. Además del portero gallego, abandonaron el Hércules el extremo argentino Charles (destino Almería), Félix (Elche) y San Cayetano (Mallorca).

Había fe en la plantilla que se había hecho y la temporada 80/81 resultó ser muy tranquila en términos clasificatorios. Quizás porque casi desde el principio se destacaron por abajo Almería, Murcia y Salamanca (con lo que la permanencia estuvo prácticamente asegurada en todo momento) o tal vez por la buena conexión de la tripleta Churruca-Megido-Kustudic, pero lo cierto es que los alicantinos no pasaron apuros. Además regalaron momentos puntuales que recordaron a otras épocas. Sin el vértigo de la posibilidad del descenso se suele jugar más suelto y, en definitiva, mejor. Y aquel Hércules, pese al conservadurismo de Koldo Aguirre, tenía mimbres para jugar muy bien al fútbol, algo que demostró en algunos partidos, como el del 0-2 en Mestalla o la apabullante goleada (5-1) al Sevilla. Al final, los blanquiazules acabaron decimoterceros en una campaña en la que debutaron los jovencísimos Parra, Mañuz y Reces y en la que destacaron Aracil y sobremanera Juan Antonio Carcelén, lo que le valió para ganarse un contrato con el Real Madrid.

Megido se va de San José en el Hércules-Sevilla (5-1) del 19 de abril de 1981.

Megido se va de San José en el Hércules-Sevilla (5-1) del 19 de abril de 1981. / COLECCIÓN DE VICENTE MESTRE

CRÓNICA DE UN DESCENSO ANUNCIADO (81-82)

Tras el cómodo año anterior, Koldo Aguirre contaba con la total confianza de Rico Pérez y repetía como técnico en la temporada que iba a desembocar en el Mundial del 82. Pero las aguas no es que estuvieran muy tranquilas que digamos a su paso por Foguerer Romeu Zarandieta. Incluso desde antes de que se iniciara la campaña se mostraban muy revueltas: Kustudic, el hombre gol, se marchaba al Mallorca como consecuencia de su mala relación con Aguirre. Además de esto y del consabido traspaso de Carcelén al Madrid, Carmelo Giuliano -lesionado de gravedad desde noviembre de 1980- se iba a perder toda la temporada. ¿Cómo iba a suplir el Hércules estas tres bajas importantísimas? Con José Antonio Herbera, Santi Antonaya y José Joaquín Albaladejo. Evidentemente, Herbera (11 goles en Segunda con el Oviedo) ni se acercaba a ser Kustudic; ni Santi, aunque era un buen jugador, tenía la calidad de Carcelén; y, por supuesto, el alicantino Albaladejo -que llegaba cedido del FC Barcelona- estaba lejos del nivel del argentino Giuliano, uno de los mejores defensas del fútbol español. El Hércules seguía perdiendo potencial, año tras año.

Y es que si el aficionado que acudía al Rico Pérez buscaba la seguridad de Deusto, José Antonio, Giuliano, Rivera o Quique iba a encontrar las dudas de Tomaszewski, Serrat, Albaladejo, Cartagena y Ernesto; si anhelaba el aplomo, la calidad y los pulmones de Saccardi, Baena, Juan Carlos y Carcelén se iba a topar con las limitaciones físicas o tácticas -o ambas- de Aracil, Santi, Vidal y Sandor Müller; y, por supuesto, si fantaseaba con reeditar aquella delantera eléctrica de Charles y Tigre Barrios con Segundo y el ya muy veterano Churruca era mejor que cerrara los ojos, que es como mejor se sueña. Del once tipo que hizo saltar la banca del fútbol español a mediados de los setenta ya no quedaba ni rastro. Así pues, el inminente curso futbolístico 81/82 no pintaba bien...

Con Koldo Aguirre se acabó la época dorada del Hércules.

Con Koldo Aguirre se acabó la época dorada del Hércules. / COLECCIÓN DE VICENTE MESTRE

Koldo Aguirre, sabedor de las limitaciones técnicas de los suyos, intentó que su Hércules se pareciese en la mayor medida posible al del Zorro de Arteixo. Con un once bien plantado sobre el terreno de juego y ajeno a toda clase de florituras (Megido, por diversos motivos, estuvo todo el año missing), el equipo alicantino empezó muy bien en Liga. En la jornada 10 llegaba quinto al Camp Nou, envalentonado y confiado en sus posibilidades, para medirse al Barcelona de Quini. ¿Se podían reeditar los tiempos de la Madriguera de acero en los que el Barcelona estuvo tres años sin ganar al Hércules? Esa era la ilusión que tenían los hinchas alicantinos. La realidad les dio una bofetada envuelta en un 5-0 abrumador. Y lo que es peor, a nivel psicológico, el equipo quedó muy tocado. A partir de entonces, solo una victoria y seis derrotas, para concluir la primera vuelta ya en puestos de descenso. Las siguientes jornadas dejaron el adiós de dos mitos (José Antonio y el capitán Baena), pocos puntos y algún que otro bochorno. Como la derrota frente al Real Valladolid en el Rico Pérez en un partido que, de haberlo ganado, habría significado poner un pie en la permanencia. Y es que, aunque los albivioletas eran un rival asequible, aquel 0-2 ponía contra las cuerdas a los blanquiazules a falta de únicamente dos encuentros para concluir el campeonato. En la penúltima jornada, visita a La Romareda para medirse a un Zaragoza que soñaba con la UEFA. Allí, los de Koldo Aguirre hicieron un buen encuentro y sacaron un empate que supo a poco pero que les mantenía vivos. Y así llegamos al partido que cerraba la Liga ante el Valencia. Los alicantinos necesitaban ganar al equipo ché y esperar que les favorecieran otros resultados. Como no pudieron hacer lo primero (empataron a dos), dio igual lo que hicieran los demás: el mejor Hércules de la historia ya era precisamente eso, historia. Los alicantinos volvían a ser, ocho temporadas después, equipo de Segunda División. La transición herculana no había tenido un final feliz pero sí uno esperado. Con la categoría de plata en el horizonte, a los herculanos les tocaba empezar un largo camino para volver a ser lo que fueron. Un camino que parece que no termina nunca...

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