La decisión ¿equivocada? de Eimil

Rara vez sucede lo que sueñas. Y otras muchas, lo lamentas cuando por fin ocurre. Víctor Eimil, con solo 23 años, deseaba crecer. Galicia se le quedaba pequeña. Su enorme proyección le convirtió en una pieza muy apetecible. Fue el primer fichaje del Hércules en otro verano envuelto en llamas. Ángel Rodríguez, que lo sufrió en su grupo, en la banda del Arenteiro, recomendó vívidamente su contratación cuando la secretaría técnica puso su nombre encima de la mesa. Nadie lo dudó.

Clave en la eclosión del conjunto orensano, formaba junto a Marquitos una dupla en los flancos muy desequilibrante, de largo recorrido, incontenible para la mayoría de defensas en el grupo 1 de Segunda RFEF. Hubo oferta de renovación para ambos, pero solo la aceptó uno. El otro, decidió hacer las maletas y probarse en un «gran club», como señaló en su presentación.

Rivalizó en el lateral con Raúl Ruiz, pero la suplencia del capitán en Alcoy en favor de Eimil marcó un punto de inflexión que ya no tuvo vuelta atrás. A pesar de eso, el preparador leonés le mantuvo la confianza, de hecho le llegó a alinear en la banda izquierda a pesar de disponer de dos especialistas para ese carril.

La caída en desgracia del proyecto blanquiazul se lo llevó por delante tras un buen arranque de Liga con él levantando los aplausos del Rico Pérez gracias a sus internadas, a su rebeldía ofensiva, a su despliegue físico. La ternura de los centrales, la debilidad de Chacartegui y la indefinición de Raúl Ruiz en su regreso forzado a la zaga, dieron un vuelco a la idea inicial de juego y Eimil fue desapareciendo de las alineaciones, primero, y de las convocatorias, después, cuando Lolo Escobar tomó el relevo en el banquillo.

A pesar de saberse prescindible para el técnico extremeño, de haber sido señalado por él públicamente, el joven carrilero de Vilalba (Lugo) no ha bajado los brazos, ha seguido creyendo en él. El domingo, cuando el Hércules 22-23 ya había echado la persiana a otro curso nefasto, atrevido como es pese a entrar en el campo siempre en circunstancias muy adversas, se descolgó de su banda en el último estertor, conectó con Jean Paul y devolvió con su tanto un hilo de vida al preparador que le infravaloró en la sala de prensa el día que le tocó suplir al capitán después de haber competido únicamente 22 minutos en seis semanas.

Quienes le conocen, saben que no se arrepiente del paso dado, que lo seguirá intentando si le dejan, pero los números y los hechos son demoledores en contra de su decisión. En el Arenteiro, el año pasado lo jugó todo y fue titular siempre que estuvo disponible. Solo salió del campo antes de tiempo dos veces en 31 fechas, la primera porque fue expulsado y la segunda para perder tiempo pasado el minuto 80. Marcó dos goles y su pujanza continua le convirtió en un ídolo para la cada vez más numerosa afición que abarrota la grada de Carballino.

Su primer año en Alicante (tiene firmado otro más) aún no ha acabado, pero está lejos del ideal que imaginó el aventurero Eimil. Menos de 900 minutos, apenas 20 participaciones, solo 7 titularidades y 3 partidos completos. Trece veces ha visto su dorsal en la cartela que anuncia las sustituciones.

A estas alturas, el curso anterior superaba los 2.500 minutos como titular indiscutible. Más allá del agravio personal, los logros de uno y otro club también empujan a pensar que el joven Víctor se equivocó cambiando el rugido Atlántico por la amabilidad sospechosa del Mediterráneo. Desde que dejó Galicia, el Arenteiro se ha proclamado campeón de España de la Copa Federación, vivió una segunda ronda copera con el Atlético de Madrid, al que llevó hasta el límite, y lo más trascendente, la semana pasada se confirmó como campeón de Liga en el grupo 1 de Segunda RFEF. Su exequipo ya está en la antesala del fútbol profesional, le han sobrado cuatro fechas. Al Hércules... en fin.