Aranda termina con lo imposible... y el Hércules gana en Marbella

Tarde amable, dulce, una tan plácida que se acabó resolviendo con un córner sacado en corto, esa jugada que todos los amantes de lo sencillo desprecian por su aparente baja fiabilidad. Nico sirve a Solde mientras todos fijan sus marcas lejos de allí, el catalán avanza hasta el lateral del área, atrae a dos defensores, uno de ellos deja libre a Aranda, que acaba recibiendo en el vértice y, sin apenas dar tiempo de reacción a la línea de contención, hundida en su portería, articula un zurdazo colmado de mimo y fiereza. El balón vuela plano, veloz, acaricia el larguero y se le acaba colando a Eric Puerto, sorprendido por la violencia del chut. Tres meses y medio después, el Hércules gana fuera... y sin sufrir.

La maldita losa estadística a domicilio desintegrada con un más que posible autogol de Diori propiciado por el tesón (y la buena colocación) de Romera a los diez minutos y, al filo del descanso, una pincelada sutil de artesano, de orfebre minimalista. Con eso ganaron los blanquiazules su segundo partido fuera de casa en cinco meses.

Lo hicieron rubricando un encuentro sobrio, sin dobleces, sin concesiones groseras, controlado en todo momento, jugado lejos de Abad la mayor parte del envite, sin demasiada historia, con ocasiones muy claras de los alicantinos y una sola intervención seria del santo guardameta herculano en los 90 minutos. Tras el mal trago de la Nueva Condomina, era fácil titubear, sentirse vulnerable. Pero no.

El equipo de Torrecilla se desplegó por el césped con aplomo, con inteligencia, con sentido colectivo. Dominó el cara a cara al 90% aprovechando la velocidad de sus bandas y la disponibilidad inagotable de Aranda equilibrando los dos flancos, trasladando el balón con generosidad, dando respaldo al compañero con la pelota, facilitando los espacios arriba y creando dudas serias entre los laterales y los centrales.

Once hombres fieles a una idea contra otros tantos apoyados exclusivamente en la improvisación de un talento que se antoja inextinguible, el de Jose Callejón, ese futbolista que es capaz de estirar los segundos solo para sí, un rasgo diferencial que le permite controlar los márgenes del peligro.

Por suerte, la defensa del Hércules se turnó bien en las ayudas y no le permitió maniobrar con la libertad que acostumbra en la tercera categoría nacional. Sin él en Puerto Banús, anoche no hubiera existido nada por lo que preocuparse verdaderamente.

El dominio blanquiazul se notó desde el primer segundo, la primera carrera, el primer arranque de Nico Espinosa. Si no era él quien percutía, era Oriol en el otro flanco. O robar, o provocar el fallo. Y después, a galopar, a ganar la línea de fondo aprovechando la paradójica debilidad de Puñal, Aitor.

Reincidente

Así llegó el primer tanto. Por empeño. Por tesón. Por reincidencia. El capitán interceptó una línea de pase y armó la contra. No cedió ante ninguno de los intentos de la zaga marbellí de arruinar la jugada. Peleó y, antes de que saliera, repescó un balón dividido que envió con mala baba al estómago del área, a ese punto ciego entre el portero, el central y el delantero que terminó siendo el 0-1, presuntamente de Dani Romera.

Adelantarse dio al Hércules una extraña sensación de alivio que casi confunde con complacencia. Le restó trascendencia al rival y, de paso, el balón. Fueron solo diez minutos, los justos para que el exdelantero de Real Madrid, Nápoles y Fiorentina cazara una pelota mal gestionada por la defensa blanquiazul, blanda de más en ese instante, y se inventara una asistencia a la cabeza de Aitor Puñal en el segundo palo, libre de marca, sujetado por ¡Soldevila!, en una pirueta surrealista, un borrón, el único de valor gol de los visitantes.

El empate apaciguó el ansia local –y el de su nuevo entrenador–, y al Hércules le arrancó de su leve letargo. Recobró el pulso, la energía, y se adueñó de manera definitiva del combate. Circulaciones cortas, transiciones rápidas y mucha interceptación. Así maniató a un Marbella acogotado en su campo hasta que, a la salida de un córner, uno ejecutado con vectores en la pizarra, Aranda desniveló el encuentro con su trazo preciosista.

Ni los cambios ni la potencia de Edwards, que entró al partido en el 70, menguaron el rigor hegemónico del bloque de Torrecilla, que debió sentenciar cuando Romera, aprovechando otra pifia de Diori, se quedó mano a mano con Eric. Le fallaron las fuerzas al granadino, de ahí que su definición resultara altamente defectuosa. La victoria redujo su fallo a un nubarrón de algodón de azúcar. El Hércules regresa de Marbella en promoción. Y ahí seguirá, como poco, hasta que se haga de noche.