Romera malgasta la suerte herculana

Todo mal. La elección del sistema, la selección de futbolistas, la lectura del partido, las decisiones de los jugadores, la defensa, la salida de la pelota... Falló hasta la templanza que hay que demostrar como grupo cuando necesitas remontar frente a un rival que juega con uno menos quedando por delante toda la segunda mitad. El Hércules volvió a Madrid y, cómo no, regresó de allí con derrota. No hay forma de pelear los puntos en la capital de España. Anoche, ni jugando en superioridad por la expulsión del jovencísimo Boñar, a tres minutos para el descanso, tras toserle al colegiado después de que Nico le robara la cartera en la línea de fondo.

Torrecilla: "Hemos tenido ocasiones clarísimas pero en casa caen de nuestra parte y fuera no, qué le hago yo..."

Cualquier otro se habría dado cuenta de que el árbitro no estaba para bromas, pero Romera no se enteró... o no quiso enterarse. Él prefirió pagar su frustración con una maniobra acrobática dentro del área, levantando la pierna de espaldas, rodeado de defensores. Su patada voladora, un intento sumamente arriesgado de chilena, acabó con su bota en la cabeza del defensor. Camacho Garrote ni se lo pensó. Le mostró la segunda amarilla e igualó las fuerzas arruinando el único instante próspero de los blanquiazules en el Cerro del Espino, el único momento en el que se pudo notar que el Hércules estaba en superioridad sobre el césped, malgastando con ello toda la dosis de suerte posible permitida en un partido de fútbol.

El insólito cambio de estructura, la defensa con tres centrales y la renuncia al lateral zurdo dejando a los dos de que dispone en el banquillo para convertir a Nico Espinosa en carrilero acabó siendo una pesadilla. El capitán, inhabilitado para atacar y perdido en la contención, fue el agujero por el que el filial del Atlético de Madrid martirizó a Carlos Abad, que tornó a multiplicarse para evitar una tragedia al poco de empezar.

Múltiples remates y cuatro saques de esquina en contra en menos de cinco minutos. Los alicantinos no fueron rival, no plantaron cara, perdidos como siempre en sus intentos estériles de sacar el balón desde atrás cuando el contrario presiona arriba, cuando obliga a pensar. En ese escenario, solo se podía apelar a la fortuna porque la justicia no iba a ayudar.

Y apareció. En una acción aislada, Boñar, que ya había sido amonestado por una minucia, se confía, así que Nico le gana la partida antes de que la pelota salga por la línea de fondo. Le roba la cartera y asiste a Romera, que no acierta a patear entre los tres palos. El joven defensor de 19 años se sintió tan mal que lo pagó con el colegiado, quien, de inmediato, le envió a la ducha.

Retrasando la línea

Esa acción en el minuto 42 niveló una contienda muy desigual y obligó al bloque de Fernando Torres a retrasar la línea para acercarla a su portería y protegerse. Torrecilla, consciente del guiño, dejó a un desdibujado Aranda en el banquillo para darle a Soldevila la oportunidad de reencontrarse consigo mismo.

Ni por esas. A pesar de jugar con un hombre más, el Hércules seguía siendo peor, solo que ahora el Atleti atacaba con menos gente... aunque con idéntica mala baba. Aun así, Jano Monserrate encontró el modo de convertir una pérdida de Javi Moreno en el centro de la cancha en un pase al balcón del área que recogió Rayane libre de marca. Nadie salió a su paso, todos le defendieron con la mirada, nadie se cruzó, así que el talentoso atacante rojiblanco se coló en el área y batió a Carlos Abad con un disparo enroscado.

Torrecilla aceptó lo fallido de su apuesta inicial, retiró del campo a Mario García y Sotillos y los sustituyó por Coscia y Retu para recuperar un 4-4-2 más creíble, más reconocible, más fácil de ejecutar. Con esa estructura logró arrebatar el control del partido a los colchoneros por primera vez de forma seria, regular.

Los alicantinos acumularon llegadas, tantas como fallos clamorosos de Romera. La peor, la más flagrante, un mano a mano que le facilitó un pase filtrado de Colomina. El mediocentro sorteó tres líneas de golpe con su envío y dejó al almeriense solo, bien orientado y sin oposición delante del guardameta. Disparó buscando el palo largo, pero Iturbe rozó lo justo para desviar el chut al poste. El atacante se ofuscó tanto que se autoexpulsó en la siguiente jugada. Ahí se acabaron las opciones de remontada, ahí murieron hasta las de empatar. Mala noche general, dentro del campo y en la banda... y eso da que pensar.