Análisis

Hércules: ¿Más fichajes o mejores soluciones?

La debilidad de un club es mucho más evidente cuando se rompe la unidad y se alimenta la especulación y la conspiranoia que cuando se echa en falta a futbolistas y no se ataja tácticamente

Rubén Torrecilla, junto a su ayudante Iván Moya, en el banquillo del Hércules en el Cerro del Espino, en Majadahonda (Madrid).

Rubén Torrecilla, junto a su ayudante Iván Moya, en el banquillo del Hércules en el Cerro del Espino, en Majadahonda (Madrid). / Sergio Reyes / LOF

Pedro Rojas

Pedro Rojas

Todo lo que no suma, resta. Es así en la mayoría de ámbitos universales, aunque en los desafíos grupales se nota mucho más. Y no se trata de fomentar el pensamiento único. Al revés. A lo que se debe aspirar es al todos a una –cada cual en su tarea– sin descargar sobre otro una responsabilidad de la que no debemos (ni podemos) escapar. Es todavía peor cuando lo dices sin decir, cuando dejas al arbitrio de cada uno el destinatario de tu acusación velada. Eso suele acabar mal. Acostumbra a abrir brechas que, en instituciones con la piel muy fina, provoca heridas imposibles de suturar.

Además, cuando dices sin decir se incurre muy rápido en contradicciones que luego te persiguen, que te pesan y que, indefectiblemente, se te acaban volviendo en contra. El mal hábito de decir una cosa y la contraria en el mismo discurso (muy extendido desde que los populismos arrasan) es el germen de desavenencias irreconciliables y, como siempre, la cadena se termina rompiendo por el eslabón más débil.

Montoro se lleva la mano a la cabeza en un gesto de desesperación, en el Cerro del Espino, en el Atlético B - Hércules.

Montoro se lleva la mano a la cabeza en un gesto de desesperación, en el Cerro del Espino, en el Atlético B - Hércules. / Sergio Reyes / LOF

El Hércules de Rubén Torrecilla tiene una forma muy buena de jugar al fútbol, de ganar partidos... pero le falta ser capaz de llevar ese mismo brillo a las otras maneras de sumar puntos. A los otros estilos que toca emplear cuando el rival te pilla el truco. Y eso no tiene que ver con jugadores lesionados, desgraciadamente, o no exclusivamente con eso. Depende también de las soluciones tácticas que seas capaz de implementar.

Sacar el balón

Los rivales aprenden rápido. Y, por lo que sea, los que son capaces de ahogar a los blanquiazules con presión alta, sacan bastante rédito. Obligar al Hércules de Torrecilla a atacar en estático, sin poder correr, forzándole a transitar por dentro en vez de por fuera, que es lo que le gusta (y mejor hace), tiene premio. Las ofensivas colapsan, desaparece la circulación en mitad de cancha, los mediocentros no se encuentran y las transiciones se resuelven con un patadón, bien del portero, bien de los centrales, a pesar de que ni unos ni otros cuentan entre sus fundamentos más sustanciales con esa cualidad distributiva.

Aranda trata de ganar un duelo durante la derrota del Hércules frente al filial del Atlético de Madrid.

Aranda trata de ganar un duelo durante la derrota del Hércules frente al filial del Atlético de Madrid. / Sergio Reyes / LOF

Ver al Hércules intentar llevar el balón desde su portería a la del rival duele siempre que el adversario eleva la línea de presión y lo hace con tesón, sin desfallecer, de verdad, no de mentira con carreras estúpidas sin ninguna coordinación. Resulta descorazonador el modo de diluirse, de tornarse permeable. Los equipos que le dan al conjunto de Torrecilla el balón sin recular, sin ceder terreno, con valentía, le ponen en serios aprietos.

Eso es algo que sucede más, por pura lógica, lejos de Alicante, de ahí los números deplorables que firma un presunto aspirante al ascenso fuera de su casa. Poner el foco en solucionar eso más que en sembrar dudas sobre la inconveniencia de los refuerzos o la inconsistencia del fondo de armario sería más productivo porque no se trata de un problema puntual, es más bien una seña de identidad... en este caso de debilidad.

Torrecilla, como integrante de la comisión deportiva, conoce de primera mano los designios de un club que trata de aprender de sus desmanes pretéritos, de las bravuconadas propietarias que lo arruinaron tantas veces y le llevaron hasta el fango de las ligas RFEF. Ahora quiere salir de él gastando lo que tiene, apostando por otro modelo y confiándoselo a un técnico con vocación formativa y pasión por el talento joven.

Bajarse de ese tren justo ahora, cuando te ves peleando en la parte alta, superada con éxito la primera vuelta a pesar del cuestionable rendimiento del proyecto a domicilio, echando de menos más fichajes extemporáneos hechos con prisa, a última hora, firmando a quién sea para cubrir la ausencia de una pieza sub-23 porque no quieres despedir a nadie (con buen criterio), eso está bastante feo.

El discurso hay que saber mantenerlo, ser consecuente, aprender a defenderlo en las buenas y en las malas. Poner el foco en la falta de efectivos la semana en la que decides jugar sin lateral zurdo teniendo dos en la convocatoria o es una andanada tremenda contra la secretaría técnica, o es un absurdo disparo en el pie harto contraproducente, o es una decisión osada que te sale francamente mal.

Autocrítico, no acusica

Cualquiera de las tres opciones pesa... y todas dañan de igual forma, primero a quien las toma y luego, por concatenación directa, a todos los demás. La solución, aunque cuesta asumirlo, suele estar en uno mismo. Pero no gusta. No es fácil hacer autocrítica... y mucho menos en público.

Si el Hércules malogra su objetivo no será solo porque se le ha lesionado Yanis ni por el malditismo crónico que persigue a la SAD blanquiazul. Si se queda fuera del «play-off» será también porque no extrae de la plantilla todo el jugo, porque no da con el modo de que Mario García sea útil o que Oriol Soldevila se parezca al de los primeros meses. O porque el «delantero top» no marca y corre poco.

Dani Romera, durante el calentamiento previo al partido del Hércules frente al Atlético de Madrid B en Majadahonda.

Dani Romera, durante el calentamiento previo al partido del Hércules frente al Atlético de Madrid B en Majadahonda. / Sergio Reyes / LOF

O porque el papel de la segunda unidad se limita a rellenar convocatorias y, por supuesto, por la falta de efectividad defendiendo en bloque bajo, atajando los envíos directos al área de Carlos Abad, o por no ser capaz de retener el balón de manera productiva cuando el contrincante aprieta. Abrirle la puerta a la fatalidad, a la manía persecutoria, a la supuesta negligencia de los demás siempre es una pésima elección, pero en el Hércules mucho más. Y Torrecilla ha tenido tiempo de sobra para darse cuenta de ello.

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