Análisis | Hércules CF

El Hércules juega con los del año pasado, ¿y qué...?

Rubén Torrecilla apela a la procedencia de sus jugadores unas veces para reconocerse el mérito y otras para justificar la decepción

Rubén Torrecilla hace indicaciones a los jugadores del Hércules durante el derbi contra el Alcoyano en El Collao.

Rubén Torrecilla hace indicaciones a los jugadores del Hércules durante el derbi contra el Alcoyano en El Collao. / Juani Ruz

Pedro Rojas

Pedro Rojas

Nadie te valora más que tú mismo. Y si lo hace... o quiere algo de ti o necesitas ir a terapia. Es así desde que el primer ser humano se puso de pie, y así continuará siendo hasta que la especie más inteligente del planeta logre su propio exterminio. En el fútbol, la vida total dentro de un rectángulo, es fácil ver a todo el mundo jugar su propia partida, observar cómo defiende su parcela, cómo trata de adueñarse del éxito y escabullirse del fracaso. Es un rasgo atávico que no hay forma de borrar.

El Hércules ha cambiado de modelo. Ha dejado de ser un retiro dorado para nombres grandilocuentes con más pasado que futuro y se ha convertido –o al menos trata de hacerlo– en un club de desarrollo en el que el talento joven florezca, crezca al mismo ritmo que la entidad y, llegado el caso, deje rendimiento económico en la SAD cuando se vaya a ganar mucho más dinero del que cobra en Alicante... si llega el caso.

Rubén Torrecilla le hace indicaciones al cuarto árbitro mientras Raúl González pide calma a sus futbolistas, en Alicante.

Rubén Torrecilla le hace indicaciones al cuarto árbitro mientras Raúl González pide calma a sus futbolistas, en Alicante. / Alex Domínguez

Para ello, también se busca a un preparador que disponga de un perfil docente, que sea capaz de pulir valores en formación, que extraiga de cada futbolista en potencia lo mejor que tiene, que acierte a crear un entorno de trabajo que posibilite todo lo anterior. El elegido fue Rubén Torrecilla y puede asegurarse que la comisión deportiva acertó con su elección.

Por eso ahora no se acaba de entender ese empeño por recordar una y otra vez que los males del club en Primera RFEF son consecuencia de competir la mayor parte del tiempo con un 80% de jugadores que ya estaban en el equipo la temporada pasada. El dato es incuestionable. Una verdad irrefutable. Lo que chirría más es el objetivo que se pretende con ello porque lo mismo vale para ensalzar el trabajo del entrenador cuando se gana, que para justificar los tropiezos cuando se pierde.

La gran pregunta

Cuando eso sucede es fácil interpretar que el técnico quiera desviar el foco de lo verdaderamente importante, de la cuestión capital: ¿cuántos de los integrantes de la plantilla del año pasado han sido capaces de completar con éxito el salto individual que exige la antesala del fútbol profesional y cuántos, efectivamente, se han quedado atrás? ¿Cuántos estarían jugando en otro club de Primera RFEF?

Sabemos, por el comportamiento de Torrecilla y su distribución de roles en las alineaciones que Marcos Mendes no lo consiguió. Por eso está ya fuera, sobresaliendo en su entorno natural, el que se le ajusta como un guante, Segunda RFEF, donde va camino de su tercer ascenso seguido. En los dos anteriores se apagó tras la celebración.

No se planteó ninguna rescisión más. Entre otras cosas porque el preparador blanquiazul, en connivencia con sus superiores, con absolutamente todos, dio prioridad al mantenimiento del bloque, de «la familia», de un «vestuario sano» identificado «con este club y con su escudo».

Los diez partidos que le restan al Hércules hasta final de temporada.

Los diez partidos que le restan al Hércules hasta final de temporada. / INFORMACIÓN

Eso deja poco margen a la incorporación de refuerzos sustanciales. El Hércules tiene (y tenía entonces) todas las fichas profesionales cubiertas, se habría visto forzado a fiarlo todo al mercado sub-23. Y lo intentó. Alan Godoy, Boris Slavy, Maroan Sannadi... hasta llegar a Yanis, que por desgracia, se lesionó. La intención era firmar a dos, pero el técnico cerró cualquier opción de prescindir, por ejemplo, de Dani Romera, al que no le está sacando ni una tercera parte de lo que imaginaba cuando apretó para su contratación.

El propio Torrecilla dijo que no creía en el factor corrector invernal porque rara vez surte efecto, por eso se comprenden peor los silencios largos en las salas de prensa, las insinuaciones, las refriegas veladas diciendo sin decir y, cómo no, la reiteración en el señalamiento a la procedencia de los futbolistas.

Se fueron sin testar

La defensa que sí habría tenido más sentido es la de no dejar salir a nadie si no se estaba de acuerdo con ello. Pero eso no sucedió. No se le puso pegas desde el banquillo a la marcha temporal de nadie aun sabiendo que no se cubrirían sus ausencias en el mercado, sino con los canteranos para seguir alimentando el modelo, el nuevo, el de potenciar el descubrimiento de futbolistas en ciernes capaces de despuntar en el primer equipo.

Torrecilla está «a muerte» con su plantilla. Tiene «fe ciega» en ella, pero, por lo que sea, no acaba de verla haciendo cosas grandes que nadie le ha pedido, de puertas hacia adentro, en su condición de recién ascendido. Es curioso como, según sople el aire, unas veces es buenísimo mantener el bloque y otras un desastre. Unas veces lo mejor es disponer de un grupo bien armado, unido, que se conoce perfectamente; y otras lo ideal es firmar a 17 que supuestamente atesoren ya el nuevo rango tras el salto de categoría.

El Hércules se ha equivocado en el mercado, en los dos, pero seguramente más en el estival que en el de invierno. Segundo se puso el equipo con mayoría de jugadores del curso anterior. El problema están siendo los nuevos, que no han sido capaces de despuntar, de ser diferenciales.

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