Análisis

Hércules: Anatomía de ¿un fracaso?

El equipo de Rubén Torrecilla, sin sufrir en todo el año como recién ascendido, se queda en tierra de nadie y hay opiniones a las que eso le sabe a poco

Javi Moreno se lleva las manos a la cara después de fallar una ocasión clara de gol en Alicante.

Javi Moreno se lleva las manos a la cara después de fallar una ocasión clara de gol en Alicante. / Alex Domínguez

Pedro Rojas

Pedro Rojas

Lo primero de todo, siempre, es hacer las cosas bien. Y después, si tienes la dosis de suerte necesaria, ya viene lo de acertar. Pero el orden es ese. Por desgracia, no existe correlación directa entre lo primero y lo segundo por más que lo pretendan los homeópatas emocionales y los hacedores de bravatas. Es así de crudo. Lo que depende exclusivamente de uno es el método a emplear, el diseño del modelo, lo otro, lo de acabar logrando el objetivo, ya depende de más cosas, muchas intangibles.

Se podría sostener con relativa aceptación unánime que, haciendo las cosas bien, se reduce el riesgo de fracasar, y quizá haya algo de veracidad en esta afirmación, pero también existen múltiples ejemplos que lo tiran por tierra. Hasta el Villarreal, ejemplo de casi todo lo bueno que puede hacerse en el fútbol actual, ha tenido fracasos gloriosos. El Hércules se ha quedado a mitad, en tierra de nadie. Lo ha hecho sin sentir el escalofrío del descenso en toda la temporada. Lo ha logrado en una categoría que le era muy ajena después de tres años penando por campos con barbacoas detrás de la portería.

Para añadirle más gracia, se ha permitido el lujo de no preocuparse de lo que ocurría detrás, en la parte baja, con un bloque muy bien armado el curso anterior por la comisión deportiva, con poca ayuda de los refuerzos llamados a dar el salto de calidad, la mayoría avalados (o impulsados) por el técnico, y con una idea de juego adherida al pensamiento único, el del entrenador, al que se ha dejado trabajar con libertad desde que llegó a pesar de que no siempre lo ha puesto fácil.

Un club está obligado a mirar más allá de los resultados para que su supervivencia no dependa de ellos

El camino de regreso, una vez que se emprende, con todo lo padecido en la última década, lo que demanda es no dar pasos atrás. Eso es lo prioritario. El Hércules, con todo su peso histórico, con su respaldo social bien apreciable, no va a pelear por el ascenso. Ni siquiera va a clasificarse para disputar la Copa del Rey. Es fácil pensar que eso, con tres partidos aún por disputar antes del cierre del curso, todos en el Rico Pérez, es un fracaso en toda regla.

Deportivamente, es lícito defender ese postulado. Pero un club tiene la obligación de mirar más lejos. Tiene que no deberle dinero a sus jugadores, ni a sus trabajadores ni a sus proveedores. Tiene que no gastar más de lo que puede asumir, tiene que ser honesto y pagar impuestos, huir de las fórmulas milagreras y los atajos, ha de ser estable como institución se den o no los resultados. Así se crece. Así se puede hacer frente a los fiascos. Así se puede sobrevivir en una superficie plagada de minas.

Cuestión de perspectiva

Asumir culpas siempre es mejor para la buena salud de cualquier proyecto coral que señalar culpables. Es imposible que el problema siempre lo provoquen los otros. Y menos si ocupas un puesto de máxima responsabilidad. El Hércules sumó 28 puntos en la primera vuelta. Ahora lleva 19 a falta de las tres últimas jornadas, las tres en casa. Se puede dar la circunstancia de que acabe calcando sus números. Hasta el ecuador de la liga, su balance de goles era de 25 a favor y 22 en contra. Ahora ese coeficiente es 20-21. Siete derrotas sufrió en las 19 primeras jornadas, las mismas que ha encajado después.

COMPARATIVA

7 derrotas sufrió el equipo de Torrecilla hasta el ecuador de la liga, las mismas que lleva en la segunda vuelta.

25 goles a favor y 22 en contra fue el balance en la primera vuelta. En la segunda el balance es 20-21.

28 puntos sumó el Hércules en la primera vuelta. En la segunda lleva 19 cuando faltan 9 por jugarse, y todos serán en el Rico Pérez

No hay tanta diferencia de números, lo que significa que al equipo le ha faltado ir un poco más allá, darle un giro más de tuerca, tener una marcha más. No ha sido posible. Ni los futbolistas que estaban llamados a potenciar el armazón solidificado la temporada anterior han respondido a las expectativas mayoritariamente, ni se ha dado con la manera de abrir el abanico ofensivo. Tampoco se ha sido capaz de mejorar la contención, un lunar desde el inicio. El técnico ha desechado a unos zagueros por considerar que no daban la talla y ha apostado ciegamente por otros que no han dejado de jugar a pesar de no responder a esa confianza ciega. 

Oriol Soldevila se protege del sol durante el partido frente al filial del Betis en Sevilla.

Oriol Soldevila se protege del sol durante el partido frente al filial del Betis en Sevilla. / LOF

Aunque solo sea en la elección de hombres y sistemas, toca asumir algún error propio en vez de predicar públicamente que hace falta «confeccionar un equipo que esté a la altura del escudo», porque da entender que los que hay ahora no lo están, y eso colisiona frontalmente con el discurso populista de sentirse «orgulloso de los muchachos porque son los mejores jugadores que podía tener», que es el que se esgrime desde el banquillo cuando los partidos se ganan.

Defender una cosa y la contraria en función del resultado suele acabar mal... y denota mala memoria o, peor aún, mala fe. El mercado de invierno no valió como factor corrector. Eso es innegable, pero nada asegura que habiendo fichado más se hubiera alcanzado el objetivo más ambicioso. Todos firmaron y solo a uno, al Ceuta, le ha valido para dar el salto de calidad que perseguía con ello. Al Intercity, por ejemplo, no le dio ni para salvarse. El azar es así de niñato. Es incompatible elegir no romper el grupo y luego denunciar que te faltan piezas porque las que tienes no están a la altura. Es imposible quedar bien con todo el mundo.

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