Huyó del pregón literario, dice que por falta de talento. Lo cierto es que el locutor Juan Carlos Gumiel se hizo con el cariño de las cientos de personas que llenaban ayer la plaza del Ayuntamiento gracias a unas palabras cercanas y breves, que el protagonista resumió con tres conceptos: sencillez, sinceridad y sentimiento.

El pregón arrancó con minutos de retraso sobre el horario previsto y cargado de emoción, con unas líneas que Gumiel dedicó a su mujer, recientemente fallecida. «Este año nadie te va a tapar la visión de la mascletà de Luceros, desde el cielo la verás y la escucharás como nunca lo has hecho... Y por fin entenderás que un día las Hogueras nos unieron. Ese vínculo permanecerá intacto en la eternidad», aseguró un emocionado locutor de Cope Alicante, que concluyó su recuerdo más personal del pregón con un «Susana, te quiero».

Pero la intervención del pregonero fue más allá, dedicando buena parte de su intervención al festero de a pie, sin apenas recurrir a los recuerdos más personales de un alicantino que lleva años vinculado a la fiesta del fuego. «Las Hogueras no han hecho otra que continuar creciendo», añadió Gumiel, que quiso dedicar su pregón a los festeros de base. «Vamos a hablar de vosotros y para vosotros, foguerers y barraques, festeros de bien. Ése que se patea el barrio, ése que pone su dinero, ése que siempre tiene tiempo sin tiempo, ése al que le da igual sembrar de llagas y rozaduras hasta su propio cuerpo... Ése al que no le importa otra cosa que hacer más grande si cabe la fiesta más hermosa», continuaron las palabras de Gumiel, ganándose el aplauso sincero de los presentes en la plaza del Ayuntamiento. Allí se congregaron festeros -algunos vestidos con los trajes tradicional-, alicantinos en general y compañeros de la emisora del pregonero, como el exdirector de Cope Alicante, José Manuel Cuenca, que siguió el pregón desde un balcón municipal.

Gumiel, además de los festeros de base, se acordó en sus palabras de la Patrona de la ciudad, de la Santa Faz e incluso de los bomberos, a los que dedicó un «profundo» agradecimiento. Y, como marcaba el guión no escrito, habló del «sonido de la pólvora», de los pasacalles, de la crítica y de la cremà, «que es el deseo de purificar y de volver a empezar».