Los jóvenes en España muestran valores y actitudes que no corresponden con la imagen, tristemente extendida entre buena parte de la población adulta, de apatía e insolidaridad. Resulta complicado establecer un perfil de joven en nuestro país, pero no debemos caer en la generalización del «nini» (Not in employement, education or training: ni trabaja, ni estudia, ni recibe formación) como estereotipo de este grupo de edad. Este estigma fácilmente se rebate en las aulas universitarias, donde año tras año descubro nuevo talento y grandes capacidades entre los estudiantes de Sociología, o en las múltiples asociaciones deportivas, culturales, solidarias,? donde miles de jóvenes alicantinos dan lo mejor de sí mismos.

Hay dos sustantivos que, grosso modo, definen a la juventud actual: preparación y sobreprotección. Convivimos con la generación joven mejor preparada de la historia de nuestro país y, al mismo tiempo, la más sobreprotegida por sus progenitores. Los jóvenes han sido socializados en un estado en el que se han alcanzado ciertas cotas de bienestar, no olvidemos que partíamos de una situación muy precaria a este respecto. Ese bienestar, y el resarcimiento de sus familias que les dan lo que ellos no tuvieron, les anestesia para buscarse la vida sin desarrollar ciertas habilidades necesarias para salir adelante, que sus padres sí desplegaron.

El tiempo de ocio, que rompe con los convencionalismos, deberes y obligaciones, también se ha convertido en un refugio ante las ansiedades de un futuro que se mira con pesimismo. Ese refugio puede ser el «botellón» pero también otras actividades lúdicas, altruistas y de compromiso social más invisibles ante la opinión pública pero no por ello inexistentes o, meramente, anecdóticas.