Manuel Bousoño García

Profesor Titular de Psiquiatría, Universidad de Oviedo.

Ante el presumible suicidio del copiloto del vuelo Barcelona Dusseldorf, surgen de forma inevitable una serie de preguntas que tienen que ver con esta forma de conducta humana, que es a priori bastante extraña.

En primer lugar se debe señalar que el suicidio es una conducta relativamente infrecuente, con tasas que oscilan en los diversos países en torno al 10-20 por 100,000 sujetos, siendo más frecuente entre varones, pero es al mismo tiempo la primera causa de muerte en gente joven (Antes lo eran los accidentes de tráfico).

Entre las causas más frecuentes de suicidio están las enfermedades mentales, la Depresión, el Trastorno Bipolar, la Esquizofrenia y otras, siendo tan solo un porcentaje ínfimo, causas no psiquiátricas como el suicidio de terroristas, el suicidio altruista etc.

De las grabaciones de la cabina del avión siniestrado parece desprenderse que el copiloto, Andreas G. Lubitz, desoyendo los intentos del piloto de volver a la cabina de mando y forzó un descenso que condujo al avión a estrellarse en las montañas.

De las informaciones periodísticas sobre el caso, parece que el joven copiloto de 28 años, había padecido un cuadro depresivo unos 5 años antes, del que aparentemente se había curado, y que no fue obstáculo para que obtuviera la licencia de piloto, a pesar de los múltiples test y exámenes que pasan los pilotos antes de que puedan trabajar en una aerolínea comercial, test y entrevistas que repiten de forma periódica una o dos veces por año, todas ellas dirigidas precisamente a comprobar que tienen una aptitud psicofísica suficiente para pilotar.

-¿Qué puede pasar por la cabeza de una persona que comete un acto como el que se atribuye al copiloto Andreas Lubitz?.

A la luz de lo sucedido lo más probable es que el copiloto tuviera una intención suicida previa, que habría surgido como consecuencia de un nuevo episodio depresivo. Los comportamientos suicidas son más frecuentes ante la emergencia de un nuevo episodio de la enfermedad.

El copiloto probablemente era consciente, que si se detectaba por parte de la compañía que sufría un episodio depresivo, podrían retirarle la licencia de forma definitiva. Y dados los rasgos obsesivoides descritos por gente de su entorno, eso supondría el final de la ilusión de su vida, la desaparición del motivo por el que la vida tendría sentido para él.

-¿Cree que fue una acción premeditada o existe la posibilidad de un comportamiento espontáneo?.

Los suicidios como consecuencia de una enfermedad mental de aparición brusca como por ejemplo una Psicosis aguda, con la irrupción en la mente de fenómenos alucinatorios y delirantes floridos e intensos, son muy raros, dado que el paciente está tan confuso que le es difícil coordinar una acción como la ocurrida. Le hubiese sido difícil disimular con el piloto, en las conversaciones aparentemente normales llevadas a cabo antes del siniestro. Sería muy raro que dicho tipo de fenómeno hubiera surgido justo cuando el piloto se ausenta de la cabina.

De lo anterior cabe colegir que fue una acción premeditada, y que presumiblemente el copiloto ya habría pensado en este método para acabar con su vida.

-¿Llega este tipo de individuos a decidir hacer daño a otras personas o sólo piensan en sí mismos?

El objetivo del copiloto no es acabar con la vida del pasaje, y este tipo de idea suicida, cuando surge, solo se ve como un daño colateral inevitable. Es el caso del suicidio ampliado que aparece por ejemplo en madres que matan a sus hijos antes de suicidarse, es porque piensan que éstos van a estar peor si les dejan solos sin nadie que les cuide.

Incluso en personas que pueden no tener un trastorno depresivo como parece ser el caso del copiloto, este daño colateral se minimiza, como por ejemplo en el caso de los hijos del matrimonio Goebels que fueron envenenados antes del suicidio de sus padres al final de la segunda guerra mundial.

En el caso del copiloto, la presencia de un presumible trastorno depresivo en las formas mas graves, como los subtipos endógenos, melancólicos o psicóticos, la lucidez de conciencia se ve alterada, y la idea suicida aparece de forma obsesiva como la única salida posible. La repetición de un episodio depresivo, sin factores desencadenantes conocidos, sugiere precisamente una forma endógena o melancólica, cuya periodicidad de repetición es precisamente en torno a cinco años.

-¿Se puede detectar este tipo de comportamientos con algún test?

Hay varios instrumentos de evaluación del riesgo suicida de uso clínico habitual, como la Escala de Desesperanza de Beck, o la Escala de Riesgo Suicida de Plutchik, pero ninguna escala de evaluación ni ninguna entrevista estructurada realizada por el mejor de los expertos, puede dar una garantía total de que un sujeto no se va a suicidar. Es necesario que el sujeto colabore, para que las escalas o las entrevistas puedan detectar la existencia de algún riesgo. En el caso de los pilotos, el riesgo de la denegación de la licencia para volar podría inducirles a ocultar la información que les delatase.

En el momento actual están en investigación y desarrollo test biológicos más precisos dirigidos precisamente a detectar dicho riesgo, mediante el empleo combinado de estudios genéticos y neuroquímicos. Por desgracia aun no son aplicables a la práctica clínica habitual con la garantía suficiente.

Con los medios actuales, la única forma de prevención posible de la repetición de tragedias como la ocurrida, es que en la cabina de mando haya al menos dos personas en todo momento.

-Algunas personas han descrito a Lubitz como una persona obsesiva en su vocación por ser piloto. ¿Puede conducir a la depresión un ambiente de extrema competitividad?

El deseo vehemente de ser o seguir siendo piloto, podría haber condicionado la ocultación de los síntomas depresivos o de la ideación suicida. Precisamente los rasgos de perfeccionismo, hiperadaptación, deseo de cumplir con las obligaciones, esfuerzo personal dirigido a un fin y otros rasgos, han sido descritos por un Psiquiatra Alemán, Hubertus Tellembach, como propios de las personas que posteriormente tienen riesgo de desarrollar formas melancólicas de Depresión.

Respecto a la competitividad, ésta es necesaria para el desarrollo de una profesión tan exigente como la de piloto de aviación, y no necesariamente conduce a la depresión de forma directa, sino a través de mecanismos como el estrés que acabaría agotando los recursos adaptativos del sujeto, pero este no sería el mecanismo que habría podido tener el copiloto, ya que este tipo de fenómeno aparece después de tiempo por agotamiento profesional o burn-out. En aquellos casos de sujetos predispuestos a padecer trastornos de ansiedad, se hubiera detectado la misma en los periodos iniciales de formación, y sería muy raro que aparecieran en un sujeto que ya hubiese tenido una experiencia de vuelo de más de 600 horas.

Por otra parte la respiración normal detectada en la cabina, sugiere que no estaba teniendo una crisis de angustia en el momento en que condujo el avión a la catástrofe, sino más bien que estaba realizando con calma algo que había premeditado anteriormente. Resulta difícil entender, como es posible que alguien con la lucidez suficiente para realizar una maniobra compleja como estrellar un avión, no tenga el freno moral de percatarse que está produciendo un daño no deseado a todos los demás ocupantes del avión. Pero la misma mente humana que es capaz de hacer esto, es la que brinda ejemplos de sacrificio altruista como por ejemplo la vida de la Madre Teresa de Calcuta. Son las luces y las sombras de una mente cuyo funcionamiento apenas comenzamos a entender.