11 días después del asalto al Capitolio de Estados Unidos, a tres jornadas solo de que Joe Biden tome posesión como 46 presidente, la nación sigue viviendo su transición más inaudita, conteniendo la respiración, en una tensa calma. Al cierre de esta edición no se habían materializado protestas violentas o el terrorismo doméstico de cuyo potencial había advertido el FBI, disparando las alertas y el blindaje del país. Sin embargo este domingo todo, de costa a costa, era exponente de una sensación de volatilidad y fragilidad que, al menos por ahora, se ha normalizado en EEUU; el recordatorio de que, en los ya definitivos estertores de la presidencia de Donald Trump, nada es como debería ser en circunstancias democráticas normales.

Washington DC amanecía de nuevo con el imponente despliegue de la Guardia Nacional que puede superar los 25.000 efectivos para el miércoles, con un amplio perímetro del centro prácticamente sellado; con vallas, barricadas de concreto, vehículos y efectivos militares y negocios parapetados.

Las tropas uniformadas también se desplegaban en 19 de los 50 estados donde los gobernadores han querido reforzar la seguridad en torno a sus Capitolios y usar al cuerpo de reservistas para que respalde a la fuerzas del orden locales. Y son parte de las medidas, como varias declaraciones de emergencia o retrasos de sesiones legislativas previstas para esta semana que subrayan el estado de alerta en que vive el país.

Pequeños grupos en varios estados

A mediodía este domingo pequeños grupos de manifestantes que aún apoyan a Trump o siguen convencidos de sus mentiras sobre un fraude inexistente en unas elecciones que el propio gobierno ha declarado "las más seguras de la historia" se habían empezado a congregar cerca de los ultraprotegidos edificios estatales en Michigan, Ohio, Oregón, Texas, Carolina del Norte y otros estados según relataba la prensa local y se podía comprobar en las redes sociales. En algunos casos eran solo puñados de personas, en algunos también iban armados.

Inicialmente, de cualquier modo, las manifestaciones estaban lejos de una participación masiva. Y parte de la explicación puede radicar en decisiones adoptadas en los últimos días por algunos líderes de milicias o grupos supremacistas blancos y otros extremistas de desincentivar a sus miembros o seguidores a manifestarse este fin de semana.

Un correo electrónico que envió el jueves el fundador de la milicia Oath Keepers, Stewart Rhodes, instaba a no protestar en los capitolios estatales advirtiendo de que algunas convocatorias podían ser "trampas" (en el mismo correo, citado por 'The New York Times', Rhodes instaba a Trump a declarar la ley marcial). También Enrique Tarrio, líder de los neofascistas Proud Boys, había declarado a 'USA Today' que su grupo no se iba a movilizar en protestas alrededor de la toma de posesión. "Siento que esta parte de la batalla ha acabado", dijo.

Esos mensajes públicos no eliminan la amenaza y, según han relatado a Axios investigadores especializados, se ha detectado la persistencia de tramas extremistas, especialmente fuera de DC y antes de la toma de posesión por parte de movimientos extremistas como los Boogaloo Bois.

Arrestos

En la capital se habían producido tres arrestos desde el viernes. Este domingo la policía detuvo a un joven de 22 años de Virginia que caminaba por el centro llevando a la vista una pistola (prohibida en DC) y tenía también tres cargadores de alta capacidad y 32 balas. El sábado fue arrestada una mujer que intentó cruzar uno de los puntos de control de acceso al perímetro de seguridad de la toma de posesión haciéndose pasar por agente de policía y miembro del gabinete del presidente. El viernes otro vecino de Virginia había sido detenido con un arma y abundante munición en su vehículo pero luego se determinó que era un contratista de seguridad que, aunque sin permiso para llevar la pistola en la capital, aparentemente no presentaba una amenaza.