La justicia alemana condenó este jueves a cadena perpetua al neonazi Stephan Ernst por el asesinato del político conservador Walter Lübcke, muerto de un tiro en la cabeza en junio de 2019 tras meses de amenazas por defender la acogida de refugiados.

La Audiencia Territorial de Fráncfort le declaró culpable del crimen por motivación ultraderechista a un militante de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de la canciller Angela Merkel.

La precisión del máximo grado implica que no puede contar con una revisión de esa pena o su conmutación por libertad vigilada a los 15 años, como sería habitual en el país.

El asimismo encausado Markus H., al que la fiscalía imputaba complicidad, fue condenado a una pena menor de un año y seis meses de libertad vigilada por un cargo de violación de las leyes de armas, al haber proporcionado a Ernst la pistola con que mató al político.

El juicio contra Ernst, de 47 años, se desarrolló bajo fuertes medidas de seguridad por la gravedad del caso, a lo que se sumaban las restricciones derivadas de la pandemia.

La viuda del político intervino, junto a sus dos hijos, como acusación particular y aspiraba a una condena mayor por complicidad contra Markus H.

Ernst expresó durante el proceso su arrepentimiento por el asesinato, que perpetró la noche del 1 al 2 de junio de 2019, tras sorprender a Lübcke en la terraza de su casa y matarlo de un tiro en la cabeza. Ofreció, sin embargo, hasta tres versiones distintas de lo ocurrido, ya que pasó de implicar directamente a Markus H. a sostener que lo cometió en solitario.

Indefensión

La muerte de Lübcke sacudió la política alemana, desde las filas de la canciller al conjunto del espectro parlamentario del país y que reveló la indefensión de los cargos públicos, especialmente los de rango regional o local, frente a la violencia ultraderechista.

Lübcke presidía el consejo del distrito de Kassel (oeste del país) y se había destacado por su defensa de la línea de Merkel en la crisis migratoria de 2015.

La propia canciller se vio sometida entonces a duras tensiones internas por haber mantenido las fronteras del país abiertas, en un año en que Alemania acabó recibiendo cerca de un millón de refugiados.

En un acto público, Lübcke llegó a decir que quien no respaldara el derecho al asilo y a la ayuda humanitaria a los refugiados haría bien en abandonar el país, en medio de fuertes abucheos. A esas protestas siguieron meses de amenazas de muerte y acoso por distintos canales.

Ernst le convirtió en objeto de su odio, según reconoció en el juicio. Junto con su cómplice, Markus H., llevaba años activo entre los ambientes de la extrema derecha. Además de la muerte de Lübcke se le imputaba intento de asesinato de un refugiado sirio, a quien hirió de gravedad con un cuchillo en 2016.