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Trump dibuja su futuro político en clave republicana

El discurso del domingo perfila sus respaldos en un partido donde sus bases siguen leales al expresidente

Donald Trump habla en la Conferencia de Acción Política Conservadora

Donald Trump es el pasado inmediato del Partido Republicano, pero también su presente y, de momento y previsiblemente por tiempo, su futuro. No es cuestión solo de que lo proclamara él mismo la noche del domingo en Orlando (Florida), donde el expresidente ofreció en la reunión de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC por sus siglas en inglés) su primer discurso público desde que el 20 de enero abandonó la Casa Blanca. Lo ha evidenciado todo lo sucedido desde las elecciones y lo ratificó el cónclave conservador, cuatro días de muestra del vigor del trumpismo y donde el exmandatario descartó crear una nueva formación.

«Voy a seguir luchando a vuestro lado», dijo Trump, dando un respiro a quienes temieron que lanzara una nueva formación que dividiera el voto. «Tenemos el Partido Republicano. Va a estar más unido y fuerte que nunca. No voy a empezar un nuevo partido», declaró.

Fue el arranque de un discurso donde, repitiendo sus acusaciones infundadas de un fraude electoral y apuntando de nuevo a la falsedad de que ganó los comicios, sugirió que podría volver a presentarse otra vez en 2024. De momento, es inamoviblemente popular entre las bases. En algún sondeo llega a una aprobación del 92 % entre los que se declaran muy conservadores -el 60 % del Partido Republicano- y eso, y su disposición a recordarlo y hacer uso de ello, le vuelve la realidad inescapable del Grand Old Party.

El trumpismo en esencia

Atrás ha quedado cualquier intento de mantener siquiera la apariencia de ser el «partido de las nuevas ideas» que promocionó Ronald Reagan. Los republicanos se han instalado radicalmente en la vena populista, de extrema derecha y de culto a la personalidad. Y en una reunión como la CPAC que tradicionalmente aglutinaba a conservadores en lo fiscal y en lo social y halcones en política exterior, los últimos cuatro días solo ha habido trumpismo: ecos de las acusaciones desacreditadas de fraude electoral, desvinculación de cualquier responsabilidad por el asalto al Capitolio, una diana colocada en China y criticas a los compañeros de filas que se atrevieron a apoyar el segundo impeachment...

El éxtasis llegó cuando expresidente retomó el escenario tras una últimas cinco semanas en Mar-a-Lago (Florida), sin cuenta de Twitter y una reducidísima cobertura mediática.

Además de descartar la creación de una nueva formación y sugerir una nueva candidatura en su diana puso a Biden, las políticas del demócrata sobre inmigración y frontera y también la última parte de la pandemia que los republicanos están explotando como arma electoral: el cierre de las escuelas. La intervención era también, quizá sobre todo, la declaración personal de intenciones de Trump, el recordatorio de su fuerza. Y renovó la idea que ya lanzó el 20 de enero en su despedida de la presidencia: «El viaje increíble que iniciamos juntos hace cuatro años está lejos de haber acabado».

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