Un alegre Yair Lapid sonreía al teléfono mientras le comunicaba al presidente Rivlin que Israel, por fin, tenía gobierno. A su lado, su socio, Naftali Bennett, soltaba una tímida sonrisa. Tras vencer el plazo que se agotaba a medianoche, ahora los líderes de Yesh Atid y Yamina se enfrentan a una semana frenética y repleta de dudas para conseguir conservar el frágil acuerdo hasta la aprobación en la Knéset, el Parlamento israelí. Aún quedan muchos obstáculos para sortear en los próximos días. El principal es la codicia de un Netanyahu que no abandonará el poder sin usar todas sus armas.

Cuenta atrás para el voto de confianza necesario para que el nuevo gobierno pueda prestar juramento. Mientras Lapid anhela que los días pasen volando, Netanyahu aprovechará el tiempo para intensificar la presión sobre los vacilantes diputados de Yamina. Para ello, mandará a los manifestantes a la calle, hasta las puertas de sus hogares, lanzará agresivas campañas por las redes sociales y pondrá maldiciones en boca de los rabinos del país. Netanyahu ha pedido a “todos los miembros de la Kneset elegidos por votos de la derecha” que se opongan al nuevo gobierno “de izquierda” que ha calificado de “peligroso”.

Acelerar la votación

También el primer ministro interino ha acusado a Bennett de “venderse” a la Lista Árabe Unida de Mansour Abás. El líder islamista se ha mostrado optimista por ser la primera formación árabe en integrar un gobierno israelí desde el nacimiento del Estado. Muchos de sus funcionarios han reconocido que las ofertas del Likud de Netanyahu eran más beneficiosas para su comunidad, aunque Abás ha conseguido compromisos para una mayor financiación económica y el fin de la demolición de las casas de palestinos en Israel. 

Con el nuevo acuerdo sustentándose sobre arenas movedizas, Lapid y Bennett buscan apuntarse una victoria clave. El líder de Yesh Atid está usando todos los trucos posibles para sustituir al presidente de la Knéset, Yariv Levin del Likud. Quiere evitar que retrase aún más la votación en la cámara en beneficio del líder de su partido. Las normas dicen que Levin tiene una semana para programar un voto de confianza para un nuevo gobierno tras ser informado de la necesidad de hacerlo en una sesión plenaria oficial. Esto puede demorar la votación hasta el 14 de junio. 

Dudas en Yamina

La Lista Árabe Unida ha mostrado su intención de apoyar la iniciativa de expulsar a Levin para acelerar la despedida de Netanyahu. Pero rápidamente, tanto Bennett como Lapid se han desmarcado de su apoyo alegando que no está coordinado con la coalición. “El pasado año demostró más que nunca que la brecha más profunda y fundamental en la historia de nuestro país fue y sigue siendo la relación entre judíos y árabes entre el río [Jordán] y el mar [Mediterráneo]”, escribe Noa Landau en 'Haaretz'. “Es lógico que los últimos momentos de esta saga política también se articulen sobre esta brecha”, añade. 

A la imprevisibilidad de Netanyahu, debe sumársele la ausencia de una convicción total entre los integrantes del acuerdo, sobre todo los diputados de Yamina, por sus diferencias ideológicas. Emichai Chikli ya había anunciado que no apoyaría la coalición, privándola de su 62º diputado. Además, Nir Orbach expresó este miércoles sus dudas arrebatándole la ansiada mayoría. Pero tras reunirse con Bennett, Orbach le ha reiterado su apoyo y ha dicho que hará “todo lo posible” para beneficiar al país a largo plazo. 

Carrera política en juego

Bennett es quién más se juega el voto de confianza. Sus votantes de extrema derecha ya le han acusado de “traidor”. Si este gobierno no se concreta e Israel vuelve a las urnas, el líder de Yamina recibirá el castigo de su electorado. La única forma de salvar su carrera política es convertirse en primer ministro y desempeñar un par de años decentes en el cargo. Como cuervo, Netanyahu está rondando a los miembros de Yamina y de Nueva Esperanza para que no formen gobierno con Lapid. 

El Shin Bet, el servicio de seguridad interna de Israel, ha brindado al futuro primer ministro un equipo de seguridad personal tras firmar el acuerdo. Este movimiento no es nada común ya que estos servicios se suele reservar al primer ministro, presidente y líder de la oposición. Pero el clima de tensión lleva semanas presente en Israel, y no para de aumentar. Tanto Bennet como su número dos, Ayelet Shaked, y el líder de Yesh Atid, Yair Lapid, están bajo protección especial del Shin Bet. 

Pero las amenazas se han extendido a todos los partidos políticos. La diputada de Meretz, Tamar Zandberg, tuvo que abandonar su casa después de que miembros de la derecha concentrados frente a su hogar la amenazaron de muerte no solo a ella, sino también a su bebé. Hay mucho en juego en los próximos días y la impunidad de tres lustros de Netanyahu en el poder se extiende entre sus seguidores.