Alrededor de 1.500 soldados han abandonado el Ejército de Birmania tras el golpe de Estado del 1 de febrero y se han unido a las tropas creadas por la oposición política para combatir a la junta militar, según revela un capitán que desertó. El capitán Lin Htet Aung, quien abandonó en abril las filas militares para unirse a la resistencia, declaró al portal de noticias Myanmar Now que el número de deserciones crece y se acelera con respecto a los primeros meses del levantamiento militar. Desde junio se ha doblado el número de desertores del Tatmadaw -como se conocen a las Fuerzas Armadas birmanas-, publicó este miércoles Myanmar Now.

Lin Htet Aung se ha encargado, según su relato, de poner en contacto a los desertores y al opositor Gobierno de Unidad Nacional, conformado por políticos electos y activistas cercanos a líder depuesta Aung San Suu Kyi, mientras intenta conseguir más deserciones de soldados dentro del Ejército. A mediados de abril, el autoproclamado Gobierno de Unidad Nacional, anunció la creación de su brazo armado bajo el nombre Fuerza para la Defensa del Pueblo y con el objetivo de plantar cara al Ejército birmano y a la junta militar que arrebató el poder al gobierno electo de Aung San Suu Kyi. Desde entonces se han registrado decenas de enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas y los rebeldes, la mayoría en zonas fronterizas o poblaciones pequeñas, aunque aumentan los ataques perpetrados por disidentes en Rangún y Mandalay, las ciudades más pobladas.

El Tatmadaw, que cuenta según las estimaciones con más de 400.000 soldados y es uno de los Ejércitos más grandes del mundo, ha reprimido con brutalidad a la oposición, en muchas ocasiones disparando a matar contra manifestantes pacíficos y desarmados. Casi 1.000 personas han perdido la vida desde el golpe de Estado a raíz de la violenta campaña de castigo lanzada por las autoridades, según las últimas cifras de la Asociación para la Asistencia de Presos Políticos.

Tras más de seis meses desde el golpe de Estado, el régimen no ha logrado controlar todo el país y continúan las protestas y huelgas indefinidas contra el mando castrense, aunque muchos manifestantes han optado por tomar las armas ante el escaso avance de la oposición pacífica. El Tatmadaw también ha visto cómo varias guerrillas étnicas, que combaten al Ejército desde hace décadas, han abierto frentes de combate a lo largo del país.

A la profunda crisis política y social en la que está inmersa Birmania, se suma la descontrolada ola de la pandemia de la covid-19 entre denuncias de la oposición de que el régimen castrense usa la crisis sanitaria como un arma contra los disidentes.

El Ejército justifica la toma de poder por un presunto fraude masivo durante las elecciones generales de noviembre, cuyo resultado ha sido anulado y en las que arrasó el partido liderado por la nobel de la paz Aung Su Suu Kyi, quien permanece arrestada.