El inicio de la temporada taurina en Lisboa ha puesto de nuevo en pie de guerra a las organizaciones animalistas. La plaza de toros de Campo Pequeno, en la capital lusa, ha vuelto a ser un campo de batalla entre los aficionados a estos espectáculos y sus detractores, que desde principios de agosto se concentran en el exterior del recinto para protestar contra una práctica que consideran anacrónica. Unas protestas que no han logrado por ahora grandes avances hacia su abolición, en gran parte debido a la falta de voluntad política y al desinterés generalizado de la población.

El Parlamento portugués rechazó el año pasado una propuesta ciudadana, de más de 25.000 firmas, que exigía el fin de la financiación pública de las corridas de toros. Dos años antes, el partido Personas, Animales, Naturaleza (PAN), propuso prohibir estos espectáculos, pero los votos en contra del Partido Comunista Portugués (PCP) y de gran parte de la bancada socialista impidieron que la ley saliera adelante.

16 millones de dinero público

La portavoz de PAN, Inês de Sousa Real, asegura que la negativa del Parlamento a estas iniciativas se debe al poder del lobi tauromáquico. "Esta actividad absorbe un total de 16 millones de euros de dinero público, ya sean fondos europeos o nacionales. Los beneficiarios de estos fondos son una clara minoría de la sociedad portuguesa, que tiene una gran influencia sobre el Parlamento", señala la diputada, quien asegura que estos recursos deberían destinarse a otros ámbitos de la cultura que han sido duramente castigados por la pandemia.

Los representantes del sector tauromáquico aseguran que la prohibición de las corridas de toros no es un debate que pueda estar encima de la mesa. "En los estados de derecho la libertad cultural es un derecho fundamental, su prohibición sería inconstitucional. Las decisiones no pueden ser tomadas por minorías que se impongan a las mayorías", afirma Hélder Milheiro, secretario general de ProTóiro, la federación que engloba a todos los representantes del sector tauromáquico del país. "Partidos como PAN hacen un discurso de odio contra las personas que piensan de otra manera. Eso no es democrático".

Milheiro defiende que una parte importante de la población está a favor de las corridas de toros en Portugal. Según un estudio elaborado por la empresa Eurosondagem, encargado por ProTóiro, un 30% de los portugueses admite ser aficionado a los toros frente a un 11% que pide la prohibición de estos espectáculos. El resto se muestra indiferente o asegura no tener simpatía por las corridas, aunque se opone a su prohibición. La conclusión del estudio es que casi nueve de cada diez portugueses no está estrictamente en contra de la actividad tauromáquica.

Falta de posicionamiento

Estos datos contrastan con los referentes al número de espectadores en las plazas de toros lusas, que ha descendido casi un 50% en la última década. Según datos del Ministerio de Cultura, en 2010 un total de 681.140 personas acudieron a espectáculos tauromáquicos, frente a los 383.900 de 2019, el último año antes de la pandemia. La presidenta de la asociación Animal, Rita Silva, asegura que los datos muestran un descenso en el interés hacia estos espectáculos, aunque admite que todavía hay muchas personas que no toman partido en este asunto. "En Portugal hay poca cultura de activismo, hay mucha dificultad para tomar posición. A pesar de que muchas personas no muestran interés por las corridas de toros, sigue habiendo muchas reticencias a la hora de apoyar explícitamente la prohibición, y eso es un problema", explica la activista.

De Sousa Real atribuye ese desinterés a la desinformación. "Hay una franja de personas indiferentes porque esta actividad ha sido tradicionalmente blanqueada. El sufrimiento animal se omite en las retransmisiones televisivas, y en los pocos casos en que se muestra esa violencia la mayoría de las personas no se sienten identificadas", asegura la líder de PAN, quien se ha mostrado contraria a la retransmisión de las corridas en la televisión pública RTP.

La diputada también ha mostrado su rechazo al homenaje realizado este jueves al torero ecuestre João Moura, quien fue detenido el año pasado por un supuesto crimen de maltrato contra sus perros, a los que dejó al borde de la inanición. Unas 1.500 personas protestaron en contra del acto. "Este homenaje supone un enaltecimiento de la tortura y de la violencia, y demuestra que hay personas que se sienten intocables", afirma de Sousa Real. Los representantes del sector taurino acusan a las organizaciones animalistas de mezclar la vida privada con la carrera profesional del torero, al que califican como "el último gran revolucionario" de la tauromaquia ecuestre mundial.