Corea del Norte ha anunciado al mundo que ha retomado su carrera nuclear. Lo sugiere la actividad en su reactor más icónico que ha consignado el último informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). El fracaso de las negociaciones con Donald Trump y el mitigado interés de Joe Biden por retomarlas empujan hacia una espiral de acción-reacción de elementos conocidos: tropelía nuclear, condena global y sanciones, distensión, negociaciones, acuerdos… y tropelía nuclear.   

El informe ya cuenta con la condena. El hallazgo es “profundamente problemático”, “una causa de seria preocupación” y “una clara violación de las resoluciones de la ONU”, aclara la AIEA. El reactor nuclear de Yongbyon permanecía cerrado desde que Kim Jong-un, tras encadenar varios lanzamiento de misiles intercontinentales, emprendió la vía diplomática a finales de 2018. Las imágenes tomadas desde satélites han detectado la retirada de agua que habría sido utilizada para enfriar el reactor. También hay trajín en un laboratorio cercano donde presuntamente las barras de combustible se procesan en plutonio para elaborar las bombas nucleares. El asunto está envuelto en las especulaciones habituales que rodean a Corea del Norte desde que trece años atrás echó a los inspectores internacionales. Se desconoce si se está procesando algo y, en ese caso, si son barras nuevas o elaboradas años atrás. 

Quedan menos dudas sobre su mensaje. Yongbyon es la instalación más icónica del programa nuclear norcoreano, ha sido su núcleo durante décadas y servido como termómetro de las relaciones bilaterales. Pionyang derribó en 2008 una de sus torres de enfriamiento tras un acuerdo con Washington y la levantó cuando regresaron las tensiones. “Tenemos sospechas de que disponen de más instalaciones pero es la única que Pionyang ha reconocido. Es muy probable que hayan seguido con su programa nuclear en instalaciones subterráneas porque nunca llegaron a ningún acuerdo con Estados Unidos. Saben que la AIEA, Estados Unidos y Corea del Sur monitorizan Yongbyon desde satélites y que la actividad se iba a detectar de inmediato”, juzga Ramón Pacheco, profesor de Relaciones Internacionales del King College y experto en Corea del Norte. Las imágenes no revelan que Pionyang ha retomado su programa nuclear sino su intención de informar al mundo de que lo ha retomado. 

Falta de diálogo

Yongbyon ya protagonizó la cumbre de Vietnam de Kim Jong-un y Donald Trump en 2019 que terminó con la apresurada partida de ambos sin degustar el banquete. Ri Yong-ho, ministro de Exteriores, reveló en una rueda de prensa a medianoche que habían ofrecido su desmantelamiento supervisado por expertos internacionales a cambio del fin de las sanciones relacionadas con la economía civil que castigaban la vida de su pueblo. Con la negativa de Trump, añadió, entendieron su falta de voluntad de diálogo. El expresidente despertó en Hanoi del sueño de una inmediata solución de un conflicto larvado durante décadas con la que pretendía lustrar su legado internacional.  

El relevo en la Casa Blanca dispuso de un nuevo escenario con claroscuros. Sabe Biden que aquella tozuda negativa a dialogar de Obama solo agrava el problema y ha mostrado su interés en reemprender las negociaciones en algunos emails a Pionyang que no han sido atendidos. Al inflamado ego norcoreano le duele no saberse prioritario en la agenda internacional de Biden, atareado en el freno del auge chino y ahora con el embrollo afgano. También quiere garantías de que de las próximas negociaciones saldrá algo más tangible que un puñado de fotos para la hemeroteca. El líder anunció en enero que continuaba el desarrollo de su programa nuclear y las fotos satelitales de Yongbyon son el paso lógico siguiente.  

“Creo que sí se sentarán a hablar, pero Corea del Norte tiene ahora dos problemas. El primero es que no quiere abrir sus fronteras por el miedo al coronavirus y tampoco admitirá que una delegación estadounidense llegue a Pionyang o la frontera con Corea del Sur. El segundo es que ahora carece de una posición de fuerza porque la pandemia y la crisis alimentaria la han debilitado”, opina Pacheco. La posición de fuerza con la que arrastró a Trump a la mesa de negociaciones descansó en el lanzamiento de misiles intercontinentales con presunta capacidad para golpear Estados Unidos.